Si hay algo que caracteriza a los espirituanos desde décadas muy lejanas es, precisamente, saberse y sentirse parte de la Feria, esa que lleva el nombre de Delio Luna Echemendía, uno de los grandes defensores de la cultura en el territorio y que constituyó referente en la locución de cuanto evento recreativo tuvo lugar en la citada instalación.
Y digo evento recreativo porque en sus años de esplendor y efervescencia popular ese recinto se convirtió en la plaza de mayor concentración de personas llegadas de muchas partes de la provincia o de un poco más allá, con el propósito de encontrar allí no solo propuestas de esparcimiento asociadas al deporte de los lazos y los caballos, sino también propuestas vinculadas con la cultura.
Fue una plaza ideal para que figuras como Joan Manuel Serrat realizara un concierto, y para que la prima ballerina absoluta Alicia Alonso regalara su arte, sobre una tarima armada en la pista de rodeo, a miles de asistentes. También tenían su espacio la elección de la amazona y sus vaqueras o de la reina y sus damas, a propósito del Santiago Espirituano. Los ejemplos sobran y la utilidad de esa majestuosa instalación quedó probada desde hace tiempo, mas hoy dista mucho de hacer honor al título de Centro Recreativo por Excelencia, alcanzado tiempo atrás.
Cada Primero de Mayo se abren las puertas de esta instalación de manera gratuita para recibir al pueblo que, después del desfile, se concentra allí para disfrutar de propuestas gastronómicas, bebidas y otros atractivos.
Claro que eso está condicionado, además, por las características del lugar que, a diferencia de la Plaza Cultural, por ejemplo, está considerado el de mayor sombra dentro del centro urbano de la ciudad, con un amplio número de bancos, puestos de venta, restaurantes y baños públicos, además de una pista con gradas que bien pudiera ser utilizada no solo para la realización de eventos de rodeo, sino para otras disímiles actividades.
En los últimos días algunas personas comentan en las redes sociales acerca del uso de esta instalación y entre sus cuestionamientos figuran el estado en que se encuentra la plataforma y la pista de baile, que bien pudiera ser empleada para ofrecer matinés, bailables con agrupaciones locales o contratadas, pero lo que muchos ignoran es a qué se debe esta situación actual.
Para quienes desconocen el funcionamiento de esa majestuosa instalación baste aclarar que la misma está sujeta a un sistema empresarial y, como tal, se sustenta de sus ingresos, lo que significa que, del cobro de los espacios arrendados, que no son la mayoría de los existentes y del módico precio de 5 pesos que se paga por entrar depende todo lo que en materia de economía se mueve en la Feria.
Y digo más, sobre esos ingresos recae el peso de los pagos de la instalación por concepto de electricidad, agua, salario, reparación de espacios, mantenimientos a medios y equipos de trabajo, higiene y pintura del entorno. Incluso, en etapa de eventos de rodeo a eso se le suman también los gastos de alimento del personal que asiste y de los animales, entre otros.
Esa, sin dudas, es una de las razones por las que la Feria de los espirituanos no puede costear el pago que exige la Dirección de Cultura, por ejemplo, para poner allí a una agrupación musical de reconocida trayectoria, como sucedió este Primero de Mayo.
Tampoco en esta ocasión se logró hacer un buen espectáculo de rodeo, como es tradición en una fecha tan señalada, porque faltó, a mi juicio, unir voluntades. Sabemos que hay dificultades con los recursos para el traslado del ganado y los gastos asociados a este evento, sin embargo; en La Sierpe sí se logró cumplir con este cometido y hasta esa plaza fueron los vaqueros del equipo provincial, el actual Campeón Nacional, para realizar su presentación y de cierta forma prepararse para la semifinal de este deporte que tendrá como sede Mayabeque.
El caso es que la Feria de los espirituanos, esa que fue y no es la misma de antaño, continúa abierta a propuestas reparadoras, que revivan los espacios de esparcimiento y hagan honor al sentir del pueblo que ama y vive las tradiciones culturales identitarias de ese lugar.
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