Sancti Spíritus: Los secretos de un chofer de ómnibus escolares (+fotos)

Desde 1977, hace exactamente 45 años, Alberto Alfonso Yarta conduce un ómnibus sin haber tenido nunca un accidente de tránsito. Hoy revela sus secretos y emite consejos a choferes noveles

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Aprendí a ser disciplinado, a conducir a velocidades moderadas que permitan tener todo el tiempo el control del vehículo, en cualquier circunstancia, señala Alberto. (Fotos: Vicente Brito/Escambray)

Su vocación no nació de juegos infantiles con carritos. Desde la adolescencia Albertico aprendió el oficio que ha desempeñado durante cuatro décadas y media, sin tener un accidente de tránsito.

¿Desde cuándo lleva usted el nombre de Alberto Alfonso Yarta?, le pregunto.

“Desde el 4 de julio de 1956. Soy natural de Cabaiguán. Allí nací y allí tengo a toda mi familia”.

¿De origen isleño?

“Sí, mi papá era oriundo de La Palma, en Islas Canarias”.

Antes de ser chofer profesional, ¿trabajó en alguna otra profesión?

“Yo salí del Servicio Militar, del Ejército Juvenil del Trabajo en concreto, estuve un tiempo en la Esbec Clodomira Acosta, como almacenero. Permanecí poco tiempo en esa plaza, apenas unos meses, porque enseguida me pasaron a manejar un carro ligero de esa propia escuela en el campo. Pero tampoco calenté el asiento de ese vehículo, porque unos meses después me trasladaron para la Dirección Municipal de Educación a manejar una guagua escolar y hasta los días de hoy, durante 45 años he sido chofer de ómnibus Escolares. Prácticamente casi toda mi trayectoria laboral ha sido en la Empresa de Ómnibus Escolares, en la base de Cabaiguán”.

No me permito viajar con asientos vacíos y dejar personas en las paradas, que también necesitan viajar por diferentes razones.

¿Dónde aprendió el oficio de chofer?

“Pasé la escuela de choferes durante el Servicio Militar. Y en la última etapa de mi estancia allí en el Ejército Juvenil del Trabajo, en Ciego de Ávila, me desempeñé como profesor ayudante de conducción. Pero yo no tuve necesidad de jugar con carritos, pues, desde que era un adolescente, mis tíos que todos tenían autos particulares me enseñaron a manejar y con ellos aprendí que en esta profesión hay que ser rigurosamente disciplinado, porque irrespetar las leyes de tránsito te puede costar la vida, a ti y a otras personas inocentes”.

Y ya que hablamos del tema de la accidentalidad, ¿recuerda algún momento embarazoso de su experiencia como chofer profesional?

“¡No, no!, yo nunca me he visto en una situación de ese tipo, porque, le repito, desde que era un niño aprendí a ser disciplinado, a conducir a velocidades moderadas que permitan tener todo el tiempo el control del vehículo, en cualquier circunstancia. Para mí está claro que los accidentes del tránsito no ocurren por casualidad. Todos tienen una causalidad y la madre de los accidentes en la vía es la indisciplina, bien sea de los conductores de los vehículos involucrados en el hecho, o de terceras personas como peatones, o de animales sueltos en las carreteras porque las personas encargadas de estos no los controlan en los potreros o amarrados en sus fincas, que es donde deben estar. Fíjese que la mayoría de los accidentes ocurren por exceso de velocidad, por el no debido control del timón, las llamadas distracciones, por no respetar las señales que regulan la circulación vial y por la presencia de animales en la vía”.

¿Cuatro décadas y media conduciendo un ómnibus, transportando profesores y estudiantes de qué le ha servido?

“Soy una persona que me gustan las relaciones sociales y tengo la satisfacción de haber forjado en esos años muy buenos amigos, tanto profesores como estudiantes. Mantengo una estrecha amistad con algunos de esos alumnos que hoy son educadores, médicos, ingenieros, a veces alguno de esos que vemos poco me dice: ‘Oiga, Albertico —así me llaman siempre—, ¿no me conoce?, yo soy fulano, el estudiante que usted llevaba a la escuela al campo’”.

Padre de dos hijas, ambas adultas, una se desempeña como ama de casa y la otra es la cajera de su propia Empresa de Ómnibus Escolares.

Alberto: He sido Vanguardia Nacional como ocho veces y a nivel provincial casi todo el tiempo.

¿Qué satisfacciones le ha proporcionado su oficio?

“Muchas. A lo largo de estos años he tenido tres guaguas. Las últimas dos supongo que me las han entregado por estímulo, no solamente por ser el chofer con más años en la empresa, sino porque cuido mucho los vehículos y nunca he tenido accidentes. Este ómnibus que tengo ahora me lo asignaron hace tres años y así nuevecito, como está este, estaban los otros que entregué. Además, soy el chofer con más altas recaudaciones por la cantidad de personas que transporto, que no son trabajadores de Educación. No me permito viajar con asientos vacíos y dejar personas en las paradas, que también necesitan viajar por diferentes razones. Y por ese comportamiento he sido Vanguardia Nacional como ocho veces y a nivel provincial casi todo el tiempo. Cuando se daban estímulos materiales, fui con mi familia con todos los gastos pagados a Varadero, a hoteles de La Habana, al Hotel Ancón y a muchos otros sitios recreativos. El chofer de Escolares trabaja día y noche, de lunes a domingo, y yo creo que los estímulos morales son necesarios, pero los estímulos materiales también lo son, sobre todo a quienes estamos directos a la producción o los servicios y le aportamos a la economía”.

¿Qué les aconseja usted a los choferes noveles?

“Tener disciplina. Todo lleva disciplina, pero en esta profesión se requiere una disciplina rigurosa y tener los conocimientos del Código de Seguridad Vial, estudiarlo sistemáticamente, y nunca violar las leyes del tránsito, porque si lo haces, estás perdido”. 

¿Alberto Alfonso Yartá se siente un hombre feliz?

“¡Enteramente feliz! Feliz porque he sido reconocido y estimulado por los resultados destacados como trabajador. Y muy feliz con la familia que he forjado. Ya tengo edad de jubilación y me tengo que retirar por obligación. No quisiera, porque lo voy a sentir mucho, pero debo darles paso a otros más jóvenes que vienen detrás y el retiro me va a dar la posibilidad de estar más tiempo en el hogar, con mi familia, con mi nieto, que es muy apegado a mí, y parece que va a ser chofer también, porque se apodera del asiento de la guagua y del timón y después no se quiere bajar (ríe). Esta mañana me dijo: ‘Papá, ¿y adónde tú vas tan lindo?’ —porque él me dice papá—. Y le respondí: Voy a Sancti Spíritus. ‘¿¡Y no me llevas!?’. No puedo, yo vengo ahorita. Pero no se quedó muy conforme. Y nada, he decidido jubilarme para disfrutarlo a plenitud, y estar al lado de mis hijas Celia y Dunia Alfonso, y de mi señora Mayra Granado Valdivia. ¡Ah, sí! Mi nieto se llama Ántony Álvarez. Tiene cuatro añitos y ese no tiene comparación, es la verdad. Ese es el rey de la familia, es mi vida, y ahora sí lo voy a disfrutar”.

Luis Herrera

Texto de Luis Herrera
Reportero de Escambray por más de 35 años. Especializado en temas económicos y de orden interior.

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