Todavía mantiene intactas la puntualidad, la rectitud, el lenguaje claro, así como la voluntad expresa de ayudar y de hacer el bien, cualidades heredadas de su formación como licenciada en Educación, en la especialidad de Biología. Y es que, mucho antes de llegar al sistema bancario, Arminda Acosta Campos transitó por las aulas del otrora ESBEC IPUEC Wilson Rojas, y la Facultad Obrero Campesina Daysi Machado, del municipio de La Sierpe, y de la ESBU Camilo Cienfuegos de Yaguajay.
Tal vez no imaginó que su vida profesional terminaría entre un sinfín de operaciones financieras. Mas, fue el estado de salud de su hijo la que la apartó de la escuela y la llevó a un gremio que ha conocido de a poco, al cual le profesa la misma entrega con la que defendió el magisterio. Puertas adentro de la sucursal 4961 del Banco de Crédito y Comercio (Bandec), del norte espirituano, esta fémina también educa a sus clientes y los guía ante cualquier solicitud.

“Comencé como cajera bancaria y después asumí la función de oficial de cumplimiento, hasta ocupar el cargo de gerente comercial en el 2019, labor que dejé de desempeñar por situaciones familiares. Desde ese entonces laboro como gestora B en Negocios Bancarios, específicamente de banca personal, es decir, el trabajo con personas naturales”, detalla Acosta Campos.
En Bandec Arminda ha trabajado por la seguridad y rentabilidad en la gestión de los recursos financieros de clientes del sector empresarial, campesino, cooperativo, así como de las personas naturales. Para lograrlo no ha hecho otra cosa que apostar por un servicio eficiente y personalizado.
“Ser trabajador bancario implica responsabilidad, disciplina, sacrificio, respeto por el secreto bancario, además de tener un carisma excepcional con el cliente y una autopreparación en pos de estar actualizado”, confiesa la fémina, quien atesora 18 años de labor ininterrumpida en la sucursal 4961 de Bandec, en la geografía yaguajayense.
Desde bien temprano en la mañana, Arminda llega hasta la instalación bancaria. Allí está pendiente de las urgencias de los usuarios. Sabe de sobra que quien toca a las puertas del centro precisa de una prestación rápida y de calidad. “Hay que tener claro que la respuesta y orientación a quien solicita un servicio tiene que ser acabada y tiene que complacer las expectativas de las personas. El vínculo gestor-cliente es indispensable.

“Por su parte, no puede faltar la correcta comunicación. Escuchar y establecer un diálogo adecuado con los clientes resulta determinante. En mi caso personal me esmero en la respuesta que el cliente necesita. Trato siempre de hablar con claridad y de la mejor manera posible. De esta forma la persona se va complacida con el servicio y, al mismo tiempo, me siento realizada en la labor que desempeño”, asegura la fémina de 54 años de edad.
Con este empeño oxigena sus días; quizás por ello no escatima tiempo en explicar, en escuchar el problema del cliente, en buscar soluciones ante cada circunstancia. “Lo más difícil de estos años ha sido la situación con los equipos, la escasez de recursos, como material de oficina, entre otros, además de la problemática con el servicio eléctrico que dificulta totalmente una buena prestación”, destaca.
A pesar de estos tropiezos, Arminda ha decidido permanecer en el sistema bancario. Desde que inició en el 2007 hasta la fecha han pasado 18 años. Mas, ni el tiempo, ni los traspiés de la rutina cotidiana han mellado la consagración con la que entró al gremio el primer día.
“He decidido seguir en esta labor porque me gusta servir a los clientes, me enorgullece poder ayudar, atender y complacer a quien necesita un servicio, una orientación y, sobre todo, una respuesta convincente. Este oficio me gusta cada día más a pesar de las circunstancias que se viven hoy. Pienso estar aquí hasta que me llegue la edad de retiro y tenga que dar paso a las nuevas generaciones”, acota.
Con esa voluntad de aportar y de estar ahí para el cliente sale a trabajar. Una vez en la sucursal, no hay tiempo que perder: los esfuerzos se centran en las operaciones financieras y en brindar un servicio adecuado. En medio de estas actividades siempre hay espacio para el saludo, para las preguntas por todos en casa, para la diligencia extrema.
En Bandec, Arminda ha crecido como ser humano y profesional, ha aprendido de entrega, de amor y de pasión por un oficio que se ha convertido en un motivo de vida.
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