Caridad Alpízar: Neonatóloga y madre múltiple (+fotos)

Símbolo humano de la medicina espirituana y cubana, esta neonatóloga se da a los niños desde hace casi 40 años y en estos momentos recorre los caminos solidarios de Cabinda, Angola

En el Hospital General de Cabinda, Angola, los niños menores de un año son atendidos por la doctora Caridad Alpízar. (Fotos: Cortesía de la entrevistada)

Cuando un recién nacido aprieta por primera vez el dedo índice de su mano, parece estar seguro de haber llegado al mundo. Es como si descubriera la madre múltiple que es la doctora Caridad Alpízar Hernández, Cary, una de las primeras neonatólogas que tuvo Yaguajay, Premio Anual de Salud en el año 2000 y Símbolo Humano de la Medicina cubana.

Con casi 40 años de ejercicio, hoy esta profesora de generaciones de espirituanos, forma parte de la brigada de colaboración médica cubana en Angola. Con toda la sapiencia que le asiste, tal como lo hacía en el Hospital General Docente Joaquín Paneca, de Yaguajay, todavía pasa horas delante de una incubadora velando a un recién nacido que no llega a veces a los 1 000 gramos. Todavía, le asaltan los temores cuando algún bebé nace deprimido”.

En el Hospital General de Cabinda, provincia norteña donde los hijos de Cuba dejaron su huella en una de las principales batallas por la consolidación de la independencia angoleña, la doctora Cary vive para los niños.

En el Hospital Joaquín Paneca, de Yaguajay, ha transcurrido casi toda la vida laboral de la doctora Caridad Alpízar. (Foto: Arelys García/Escambray)

Tratar cada enfermo es una pregunta y, es la experiencia la que ofrece respuestas y alternativas ante enfermedades, algunas graves, nunca vistas o poco comunes en Cuba.

Desde que se graduó de Doctora en Medicina en 1985, dice, “aprendí que la sanación es un proceso de humildad y amor, y que usted puede hacer bien en cualquier parte, no importa el sitio de la geografía del mundo donde te encuentres”.

ETIOPÍA TAMBIÉN FUE UNA ESCUELA

Con apenas cuatro años de graduada, la doctora Caridad Alpízar viajó a Etiopía como parte de una brigada médica internacional solicitada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). A 400 kilómetros de la capital Adis Abeba, en un municipio selvático, más de 40 000 niños huérfanos de la guerra precisaban ayuda.

“Esas imágenes en televisión de niños con mosquitas, con las caritas escuálidas y vientres grandes; todo eso es verdad, no es montaje, aún existe en países de muy bajo desarrollo, en zonas de guerra, de desastres naturales. Esa realidad impactante hizo inclinarme por la Pediatría.

“Cuando alguien quiere a un niño, es la mejor persona del mundo”, afirma la doctora Cary.

“Yo quería ser geriatra, y Etiopía me hizo cambiar de parecer. Allí me enseñaron a hacer partos bajo las condiciones más tristes e inseguras del mundo. Esos sí eran partos naturales; ahí sí hay selección natural de la especie. La mujer que llegara al término del embarazo era un verdadero milagro.

“Las enfermeras etíopes me enseñaron a hacer parto en pelviana, hacer seguimiento en puerperio, a lidiar con el paludismo, la tuberculosis, la desnutrición, el VIH. Recuerdo a una muchacha joven que había parido; luego vino, como a los tres meses, con una pérdida de peso y adenopatía importante y tenía VIH; eso no lo sabíamos y se murió en un mes y medio. Fueron vivencias muy tristes.

“Nosotros atendíamos desde lactantes hasta niños de 18 años de edad y la Unicef se encargaba del cuidado, la atención y la educación de todos ellos. Fue un trabajo muy difícil y al mismo tiempo muy humano. Además de aquellos niños, nosotros atendíamos a la llamada población satélite de aquel territorio selvático.

SE ES MÉDICO SIEMPRE

Aun distante del Hospital Joaquín Paneca, de Yaguajay, la doctora Cary vive pendiente a cada latido de los bebés recién nacidos. Allí ha transcurrido la mayor parte de su vida profesional, allí, solo por la experiencia de haber vivido mucho y de haber salvado muchas vidas, se le considera un símbolo del ejercicio útil y hermoso de la Medicina.

En ese hospital, cuenta, junto a sus colegas, en medio de huracanes hizo partos y protegió a las paridas, cambió pañales, dio lecciones de cómo amamantar, impartió clases a sus alumnos y como todo médico tuvo momentos de sobresaltos y de mil preguntas cuando algo no salía bien.

Caridad Alpízar es capaz de mover el mundo para lograr utopías. Así de resuelta es. A su persistencia y a la de otros defensores de la lactancia materna, se debe la declaración del Hospital Provincial General Camilo Cienfuegos, Hospital Amigo de la Madre, el Niño y la Niña, estrategia impulsada por la Organización Mundial de la Salud y la Unicef.

Así, con la necedad de los buenos maestros improvisa un aula en cualquier sitio e insiste en la enseñanza para el bien universal.

Desde hace casi 40 años la doctora Cary se dedica al ejercicio de la Medicina.

“Hay que formar el relevo y entregar todo el conocimiento que se tiene. La educación tiene que ser integral en formación vocacional, valores éticos, profesionales. Las motivaciones están dentro de los individuos y hay que saber buscarlas”.

En un hospital angoleño ahora mismo la profe Cary, como cariñosamente también la llaman allí, se enfrenta a las barreras del idioma; aunque bien lo dice, entre ella y sus pequeñísimos pacientes siempre hay un lenguaje común porque, al fin y al cabo, la Neonatología la ha enseñado hasta interpretar los llantos para descubrir el dolor y hasta las hambres de leche o de cariño.

“Cuando alguien quiere a un niño, es la mejor persona del mundo”, afirma y para corroborarlo solo basta mirar las fotos en su muro de Facebook, ella y su bata blanca, ella y un bebé reposando en su regazo. En un post y otro, un manantial de palabras serenas son una declaratoria irrefutable de amor a la infancia: “Quédate con los que hacen florecer la vida, con sus vidas. Quédate con ellos”, escribe con la tinta blanca y pura de su alma.

Arelys García

Texto de Arelys García
Máster en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus. Especializada en temas sociales.

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