Las palabras entrecortadas de un hombre al que le duele en lo profundo el asesinato de su hermano tocaron el corazón de jóvenes que miraron a la historia desde el sentimiento. Carlos Echenagusía Peña no es solo el nombre de la escuela secundaria donde estudian, sino el de un muchacho que una muerte injusta convirtió en mártir.
Recibir en el plantel a Víctor, su único hermano vivo, fue un momento profundamente emotivo para quienes conocieron a través de la memoria afectiva los valores de una familia trinitaria que perdió a uno de sus hijos, ultimado a balazos en una calle de la ciudad por soldados de la dictadura batistiana con apenas 23 años.

Carlos cumpliría este 15 de octubre 90 años, pero su vida quedó trunca por el odio. El joven estudiaba en la Universidad de La Habana y soñaba con un futuro mejor para su patria. Su determinación estaba a prueba de todo, como revela en la carta escrita a su abuelo Raymundo, veterano de la Guerra de Independencia. “(…) Ningún consejo, ni súplica me hará cambiar de opinión, pues ya tomé esa decisión y nada me hará variarla. Yo sé que usted habría hecho lo mismo, por eso es que le escribo”.

Sesenta y siete años después, jóvenes de la misma edad que Víctor tenía entonces escucharon anécdotas de cómo se conspiró en Trinidad contra la tiranía, del apoyo a los combatientes del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo y de la caída entre el fuego cruzado de Carlos, cuyo cadáver no pudo honrar la familia, ni su venerado abuelo.

Un hermoso vínculo fortalece la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios con este plantel, el primero construido en la localidad tras el triunfo de la Revolución y donde fue inaugurado un mural que recoge los datos biográficos del joven mártir, así como la carta que le escribió a su abuelo, el 28 de septiembre de 1958 y que constituye una suerte de testamento político.
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