En homenaje al legado de Antonio Bachiller y Morales (1812–1889), considerado el padre de la bibliografía en la isla, se celebra el Día del Bibliotecario Cubano como una fecha de profundo significado cultural. Más allá del reconocimiento histórico, esta jornada pone en valor la labor esencial de quienes preservan el conocimiento, facilitan el acceso libre a la información y promueven el saber desde las bibliotecas del país.
El bibliotecario en Cuba no es solo un técnico o un gestor documental; es un acompañante silencioso del desarrollo humano, un promotor cultural, un educador no formal que, libro a libro, consulta a consulta, ayuda a formar generaciones. Su papel es esencial, verdaderamente insustituible.
Una de las mayores riquezas de Cuba es su red bibliotecaria, que cubre de manera orgánica y estructurada todo el territorio nacional. En el centro de ese sistema se encuentra la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, fundada en 1901, institución rectora que conserva el patrimonio bibliográfico de la nación y lidera los procesos de modernización y capacitación del sector.
A ella se suman las 15 bibliotecas provinciales, las más de 160 municipales y decenas de sucursales en barrios, comunidades rurales, zonas montañosas y espacios de difícil acceso. Además, el país cuenta con una sólida red de bibliotecas escolares en cada centro educativo y especializadas en todas las universidades cubanas, donde se fomentan la investigación científica y la formación académica.
Este tejido vivo de saberes garantiza que no exista rincón en Cuba sin una puerta abierta al conocimiento. Las bibliotecas, junto a sus profesionales, actúan como nodos culturales, inclusivos y accesibles, en permanente diálogo con su comunidad.
El siglo XXI ha traído consigo desafíos tan enormes como oportunidades. En Cuba, el reto fundamental para el sistema bibliotecario es la informatización: incorporar tecnologías digitales que acerquen aún más los fondos documentales a los usuarios, ofrezcan servicios en línea, y faciliten la conectividad con otras redes del conocimiento.
Digitalizar catálogos, crear plataformas de préstamo remoto, garantizar zonas wifi en las bibliotecas públicas y algo urgente: formar al personal en nuevas herramientas digitales.
Son desafíos que enfrentan las bibliotecas en la era digital, donde la información se encuentra más accesible que nunca, pero también más dispersa. Urge este tema de la informatización en nuestras bibliotecas.
Pero, más allá de lo técnico, se trata también de mantener la esencia humanista del bibliotecario y su vínculo con el lector, ahora mediado por pantallas, pero tan vivo como antes.
La informatización no es solo un proceso técnico; es una apuesta por acercar aún más el saber. Significa garantizar que un niño en un municipio rural pueda acceder a los mismos contenidos que un investigador en La Habana. Es tender puentes entre la tradición y la modernidad, entre la palabra impresa y el universo digital.
Celebrar, reconocer, agradecer
Este día es una fiesta para quienes aman los libros, la lectura y la sabiduría que se comparte. Es también un momento para agradecer a esos hombres y mujeres que organizan catálogos, orientan a lectores, promueven actividades culturales, preparan bibliografías, recomiendan un buen poema, o simplemente escuchan y acompañan.
Porque sí: la labor del bibliotecario se extiende más allá de los anaqueles. Muchos han sido testigos y cómplices del crecimiento de sus lectores. Han visto a niños convertirse en investigadores, a jóvenes encontrar vocación, a adultos mayores reencontrarse con la palabra escrita.
Cuba debe sentirse orgullosa de su tradición bibliotecaria, de su red sólida y funcional, y de sus profesionales comprometidos. En un mundo saturado de inmediatez, las bibliotecas siguen siendo espacios de pausa, de reflexión y de encuentro con lo esencial.
Una luz encendida para todos
Celebrar el Día del Bibliotecario Cubano es, también, reafirmar un compromiso social y cultural. Es recordar que la lectura salva, que el conocimiento edifica, y que detrás de cada libro entregado hay una vocación de servicio.
Gracias al personal bibliotecario de Cuba, por mantener encendida esa luz. Por custodiar el pasado y proyectar el futuro. Por enseñarnos que la lectura también es una forma de ternura.
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