Pozo Profundo es un regalo de la naturaleza; suelo negro acomodado en una llanura que serpentea la margen derecha del río Zaza, aguas abajo de la presa de igual nombre; atractivo paraje para la agricultura que debe su nombre al enorme hoyo y su conexión subterránea con la corriente hídrica, características expresadas en la envidiable fertilidad del reservorio de agua.
En materia de explotar la tierra no bastan los atributos naturales, máxime en tiempos tan apretados para la labranza agraria. El expediente productivo de la finca Pozo Profundo archiva un sin fin de altibajos y sus terrenos han sido atendidos desde las más variopintas estructuras agrícolas que ha conocido la zona de San Andrés, en el municipio de Sancti Spíritus. Pese a las bondades hídricas de la zona y los suelos, hasta hace poco el lugar era pura fotografía de la inestabilidad productiva.
Sin embargo, la historia empezó a transformarse a mediados de 2024, cuando cambió la forma de gestión de la finca y se arrimó al lugar Yudiesky Rojas Álvarez como usufructuarios de la Empresa Municipal Agroindustrial Sancti Spíritus; él arrastró a Ridelandy Orellana Reyes, su brazo derecho desde hace varios años.
Ambos proceden de Paredes, con experiencias productivas, visión de emprendedores, inmensos deseos de trabajar y abrirse nuevos rumbos en la vida. Valientes a la hora de invertir en las cosechas y pagar jornales de hasta 1 500 pesos diarios.
Algunos en su pueblo los tildaron de locos cuando aceptaron la propuesta de atender la finca Pozo Profundo, en lo hondo de San Andrés. Luego de quitar la maleza que tapaba hasta los tractores, se lanzaron sin perder tiempo a las siembras de tomate, frijoles, plátano, maíz…
En un puñado de meses situaron la finca entre las mejores de la Empresa Municipal Agroindustrial; pasaron de novatos a productores de referencia en la producción y entrega de alimentos al encargo estatal. Un dato lo confirma: aportaron 14 toneladas de frijoles —de un plan de 5 toneladas — para la canasta básica, el grano que se reparte actualmente en el territorio de forma controlada y a precio diferenciado. “Nos echamos arriba el frijol del municipio de Sancti Spíritus”, confirma Yudiesky Rojas.

ESTAS TIERRAS NO TIENEN RIVAL
“Cuando llegamos hace 14 o 15 meses todo estaba perdido, aquí no había nada, muchos cayos de maleza”; así recuerda Yudiesky Rojas Álvarez, su desembarco en Pozo Profundo. “Personas de la Empresa —expresó— vieron como trabajaba la tierra en Paredes, me propusieron venir para aquí, había más condiciones. Otras, como el sistema de riego, las creamos nosotros; lo demás ha sido trabajar”.
Yudiesky Rojas no cambió la vaca por la chiva, al contrario. “Conocía la zona porque mi familia vivió por aquí, estas tierras no tienen rival, son muy buenas, lo que tú tires se da”. Así dibuja las virtudes de Pozo Profundo y, como quien no deja margen a la duda, esgrime un dato que califica el arte de exprimir el suelo: “Con un quintal de semilla cosechamos en una hectárea 88 quintales de frijoles negros; el rendimiento fue tremendo”, aseguró.
Poner en explotación 50 hectáreas no fue obra de unos días, ni una labranza cómoda; asevera que se fajaron a machete con los cayos de maleza y cuanta área quedaba limpia se sembraba con rapidez, después sobrevino la rotación de cultivos. Cuando cosechen las 20 hectáreas de maíz transgénico contratadas para alimento porcino acometerán la segunda siembra de frijoles.
“También hemos tenido tropiezos —añade—, el tomate se nos dio especial, pero el destino estuvo complicado, pasamos trabajo para comercializarlo con Acopio, con la industria, las autoridades de la provincia ayudaron a destrabar aquel problema, pero siempre perdimos producción, eso duele, porque lo más difícil es producir”.
Mas allá de algunas demoras con el pago de las producciones —les pasó con el frijol—, no es el impago lo que más golpea en la finca Pozo Profundo, sino la posterior extracción del efectivo para asumir el pago diario a los obreros y la adquisición de insumos que se compran por esa vía. “Si no tenemos el dinero en la mano se nos hace difícil que vengan a trabajar, a ese obrero hay que pagarle a diario, el banco nos da una cantidad, pero no alcanza para cubrir todas las necesidades”.
“Aquí nada ha sido fácil, si hay que levantarse a regar a las tres de la madrugada lo hacemos, al frijol también lo atacó la plaga, pero le redoblamos la atención; todo está en ponerles el pecho a los cultivos desde que se siembran hasta que se cosechan”, apunta.
Al decir del productor, los lazos con la finca van más allá, hacia adelante conciben proyectos y expansión. “Queremos coger más tierra e incorporar otros cultivos, sembrar malanga, boniato, arroz, criar conejos, cerdos… No vine por unos años, esto me gusta, aposté a largo plazo por Pozo Profundo”, subraya.

SÍ SE PODÍA PRODUCIR
“Cuando te metes en la finca, si no estás todos los días pegado a la tierra, arriba de las cosas, no te sale bien la cosecha”. Tal es la filosofía productiva de Ridelandy Orellana Reyes, joven que apostó también a las bondades de Pozo Profundo y amarró su vida a la producción de alimentos.
Muchacho jovial, voluntarioso para el trabajo de campo, con deseos de aprender y trabajar. “Cuando llegué aquí le dije a Yudiesky: Estamos locos, es que la yerba Don Carlos no dejaba ver los tractores; pero empezamos a guapear. Sabía que con las buenas condiciones de la finca se podían hacer cosas y fuimos saliendo”, relata el productor.
“Tuvimos momentos en que decíamos: Nos vamos. La suerte es que cuando uno se deprimía, el otro animaba: ‘Oye, vamos a meterle’; si no, no estuviéramos aquí. Muchos en Paredes hasta nos dijeron: ‘Eso que están haciendo es por gusto, en esa finca todos los años se pierden las cosechas, no se da tal cultivo’; hasta locos nos decían.
“Nos propusimos demostrar que sí se podía producir, hicimos cosas grandes, a pecho, como sembrar 100 000 matas de tomate balizado, una cosecha que vino mucha gente a verla. Llevamos un año y pico, no hemos parado, todos los que nos hablaban mal de la finca se han ido callando al ver los resultados”.
La más reciente experiencia de la finca Pozo Profundo tiene, además de producciones reales como el frijol que ahora se reparte por Comercio, un manantial de lecciones. “La gente no quiere trabajar, a nadie le gusta el campo, yo quisiera estar ahora en Sancti Spíritus tomando cerveza, y mira dónde estamos desde por la mañana, pasando trabajo con esto, con lo otro; ayer una ventolera nos tumbó el maíz, ahí tenemos pérdidas; pero si no lo hacemos, ¿quién le va a dar comida al pueblo?; nos tocó a nosotros. ¿Que si vine por embullo?, ¡Qué va!, si hasta abandoné Paredes, pienso quedarme aquí”, sentencia.
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