Casi nadie la llama por la exactitud de su nombre: Caridad Elda Chávez Moya. Los alumnos de su época la conocen simplemente como Elda Chávez, la maestra recta, de voz firme, mirada honda, palabras punzantes y constructivas, virtuosa al enseñar e intolerante ante lo mal hecho. Son estos, quizás, tan solo algunos de los calificativos que marcan los 40 años de labor ininterrumpida de esta mujer en el magisterio.
La prueba de su valía está en las generaciones a las que educó, a las que siguió de cerca, a las que les corrigió con dureza cuando zigzagueaban en el camino…, a los que siempre tuvo en un pedestal: sus alumnos.
Y si Elda Chávez fue y es una pedagoga de altura se lo debe a su consagración, al estudio constante, al amor por este oficio y a la formación que recibió desde los cursos para convertirse en maestra primaria hasta alcanzar la licenciatura en el otrora Instituto Superior Pedagógico (ISP) Capitán Silverio Blanco, de Sancti Spíritus, centro al cual le agradece ser parte de su primera graduación.
“Desde que jugaba con las muñecas de trapo yo siempre hacía de maestra. Y con 17 años estaba enseñando en medio de la Campaña de Alfabetización. Después de esta etapa, comenzamos a trabajar y, al mismo tiempo, pasamos cursos intensivos para llegar a maestros primarios. Estos cursos se impartían en Caibarién, Remedios…
“Recuerdo que nos pasábamos viernes, sábados y domingos en estos cursos, y el lunes volvíamos al trabajo. Luego, empezamos a hacer la prelicenciatura en Yaguajay, durante dos cursos, para poder incorporarnos a la licenciatura, en el ISP Capitán Silverio Blanco.
Aquellos años de estudio en el ISP Capitán Silverio Blanco están grabados en la memoria de Elda. Basta con mencionar nombres de colegas, educadores y amigos para que salten, de un tirón, historias cargadas de saberes y buenas prácticas. Tanto es así que, a la altura de cuatro décadas, esta fémina no olvida el año 1985, en el que recibió el título de licenciada en Maestro Primario.
“Me parece estar en el Carlos Marx, cuando las cortinas se abrieron y vimos al Comandante en Jefe. Esa ha sido la mayor alegría que he podido tener. No puedo decir otra cosa. Me parece que estoy viendo a Fidel cuando extendió su mano y nos saludó a todos”, evoca la educadora con la emoción a flor de piel, con la voz entrecortada por volver a aquellos días.
Con estos honores Elda transitó por las aulas de varios centros educativos de Yaguajay. En las escuelas de comunidades como La Lolita, La Quinta, Blanquizal, La Dalia, Perea, en la Raúl Perozo Fuentes, la Antonio Maceo, de Venegas, en el Círculo Infantil Soldaditos de Fidel y en la zona San José y Piñero están las huellas de esta educadora ejemplar.

En algunos de estos planteles fungió como maestra y directora, hasta desempeñarse un poco más tarde como metodóloga de Educación Artística. Mas, en cada una de estas funciones supo inculcar valores, y enseñar al pie de la letra. No por gusto, alumnos de antaño todavía recuerdan las lecciones de Elda.
“Era demasiado exigente, pero ahí está el logro del aprendizaje y la calidad de los alumnos. Era muy recta. No me sentaba en el aula. No soy maestra de sentarse, porque si te sientas, no puedes controlar lo que hacen los estudiantes.
“Además, siempre tuve como máxima la preparación y cuando iba para mi casa me llevaba las libretas de los muchachos para revisarlas en las horas extras. El maestro que no revisa lo que hacen sus alumnos no puede dar un criterio y una evaluación sobre su aprendizaje. El maestro tiene que autoprepararse para impartir el contenido de los diferentes programas, y en cada asignatura buscar la motivación, pues sin ella, no hay concentración de los escolares”, agrega.
Elda ya no está delante de un aula, pues le corresponde descansar y dar paso a las nuevas generaciones. A pesar de estar en casa, con la jubilación a cuestas, no le pierde ni pie ni pisada a los pormenores del sector educacional. “Siempre hablo con mis compañeros que están trabajando y, hasta ahora, estoy actualizada sobre los pasos del gremio. Incluso, cuando leo el periódico y veo algo de Educación, eso es lo que priorizo”, resalta la fémina de 82 años.

Quizás, fue ese amor por el magisterio el que la hizo una mejor educadora. La prueba está en los incontables reconocimientos que guarda con esmero. La medalla de la Alfabetización Rafael María de Mendive, Por la Educación Cubana, 40 años de Victorias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), la 23 de Agosto, entre otros lauros demuestran la valía de una mujer que no supo hacer otra cosa que educar.
“Si volviera a nacer, sería maestra”, dice, y al dibujar estas palabras se imagina hablando con los niños para que no se distraigan, pendiente de los trazos, las lecturas, las evaluaciones y la puntuación que han sacado. Y es que Caridad Elda Chávez Moya es una maestra ejemplar. Está tan viva como siempre y no deja de emocionarse cada vez que habla de la escuela.
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