Desde el primer lance frente a Villa Clara el próximo 2 de septiembre en el estadio José Antonio Huelga, como parte del estreno de la 64 Serie Nacional de Béisbol, los Gallos y su director Eriel Sánchez cruzarán un permanente laberinto.
Tan altas como las del mánager son las expectativas de los aficionados, muchos de los cuales han manifestado su esperanza en que el equipo de su preferencia regrese a la clasificación con un anhelo más caro: que ascienda al podio de medallistas.

Más allá del entusiasmo que precede a la serie, una de las incógnitas a despejar es cómo lograr el team work con un conjunto que tiene la segunda mayor cantidad de novatos de la campaña (14, el 35 por ciento de la nómina), la mayoría con muy poca experiencia competitiva dada la escasez de eventos en las categorías inferiores.
Si me piden opinión, la decisión de Eriel, como suele hacer siempre que tiene la batuta, fue arriesgada, valiente y casi obligada, una vez que se le retiró uno de sus puntales ofensivos, defensivos y espirituales: Yunier Mendoza, y que no estará Duniesky Barroso, quien, aun cuando ha pecado de inestabilidad, aportaba fuerza al equipo.

De ahí que una de las variantes anunciadas por el director sea la de fabricar carreras “con el juego agresivo”, eso es “buscar en cada inning cómo fabricar las carreras cada vez que tenga la posibilidad para llegar a las postrimerías del juego en una posición bastante favorable con el pitcheo que cuento”, según declaró al colega Maikel Martín Gallego.
El asunto es que para construir carreras hay que batear y llegar a las bases y, luego, ser impulsado, uno de los dilemas a resolver en un elenco que, desde el papel, ahora tiene menos poder y fuerza que nunca.

Dicho así, es como si el mánager apostara todo a su cuerpo de pitcheo, en verdad de los mejores de la justa, del cual espera que responda a las expectativas y, sobre todo, que sus abridores (Ariel Zerquera, José Isaías Grandales, Alex Guerra, José Eduardo Santos y Carlos Michel Benavides) caminen y bastante, con la confianza de que sus cerradores de lujo Yankiel Mauris y Yanielkis Duardo mantengan la eficiencia que los ha distinguido en las últimas campañas como la mejor dupla del país.
Solo que aquí dos de las encrucijadas del laberinto están planteadas desde el inicio: ¿Cómo responderá el brazo de Mauris, resentido tras su paso por la liga canadiense? ¿Quién suplirá la efectividad de Duardo, ausente en el comienzo debido a una operación de apendicitis?
Pero confiemos en que el juego táctico y rápido prime tanto en la concepción como en la práctica, dada la presencia de mucha sangre joven, que también le hace falta a un béisbol que ha mantenido buen desempeño en todas las categorías; y eso al final debe rendir frutos, bajo la concepción del mánager de que “a grandes ausencias, nuevas oportunidades”.
Lo otro más difícil de ese laberinto es la defensa, uno de los talones de Aquiles en las últimas campañas y que, al menos a mí, me parece otra vez sin solución. Despejada la “novela de redes” de la ausencia del pinareño Juan Carlos Arencibia, la solución para el siol será Rodolexis Moreno, una incógnita a despejar. Habrá que esperar si no opera aquí aquello de desvestir un santo para vestir otro, en una posición a la que, desde la nómina se le ven pocas opciones, como no sea la de sacrificar la tercera base regular, aún en formación.
Esta será una campaña de prueba, marcada por la historia de la presencia de nuestro Gallo mayor, Frederich Cepeda, en su campaña número 27. Lo será para el equipo, el director y la afición, sumergida también en el laberinto, a la espera de una salida en la que segundas partes también sean buenas.

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