El triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959 marcó un antes y un después en todos los ámbitos de la vida nacional. Entre los sectores que experimentaron una transformación profunda se encuentra el deporte, convertido en una prioridad estratégica por el liderazgo revolucionario encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Bajo su visión, la práctica deportiva dejó de ser privilegio de unos pocos y se convirtió en derecho del pueblo, expresión de justicia social y herramienta para la formación integral de las nuevas generaciones.
Desde los primeros años, Fidel comprendió que el deporte no podía limitarse a la élite competitiva, sino que debía ser masivo, inclusivo y accesible en cada rincón del país. Con ese propósito se fundó en 1961 el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), institución que organizó y dirigió la expansión de instalaciones, programas y entrenadores en todo el territorio nacional. El deporte pasó a ser parte inseparable de la educación, con escuelas que incorporaron la actividad física como componente esencial del currículo.
La creación de las Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) y posteriormente de las Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) permitió identificar y desarrollar talentos desde edades tempranas, con lo cual se garantizó que niños y jóvenes con condiciones especiales recibieran atención especializada sin perder el vínculo con la enseñanza general. Este sistema, único en América Latina, fue fruto de la concepción fidelista de que el deporte debía ser ciencia, disciplina y pasión al servicio del pueblo.

El impacto de estas políticas se reflejó rápidamente en los resultados internacionales. Cuba comenzó a destacar en el boxeo, el béisbol, el atletismo y la lucha, disciplinas en las que alcanzó medallas en Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales. Cada triunfo deportivo fue celebrado como victoria de la Revolución, pues se demostraba que un país pequeño, bloqueado y con recursos limitados podía desafiar a potencias gracias a la organización, la voluntad y el talento de su pueblo. Fidel, siempre cercano a los atletas, compartía con ellos entrenamientos, partidos y competencias.
Más allá de las medallas, el legado más profundo fue la democratización del deporte. En barrios, comunidades rurales y centros de trabajo se multiplicaron las áreas deportivas, los torneos populares y las actividades recreativas. El deporte se convirtió en vehículo de salud, integración social y formación de valores como la disciplina, la solidaridad y el espíritu colectivo. Fidel insistía en que cada niño debía tener acceso a una pelota, una pista o una cancha, porque en ello se jugaba no solo el futuro deportivo, sino también el desarrollo humano de la nación.
El proyecto deportivo de la Revolución cubana fue inseparable de la visión estratégica de Fidel Castro. Su empeño convirtió al deporte en patrimonio del pueblo, en símbolo de dignidad y resistencia frente a las adversidades. La obra iniciada en 1959 sigue viva en cada atleta que representa a Cuba, en cada niño que corre tras un balón en su escuela y en cada comunidad que encuentra en la práctica deportiva un espacio de alegría y unidad.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus



















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