La Enseñanza Especial es un hombro amigo

Así lo asegura Eduardo Alonso Rivero, profesor incansable que ha dedicado más de 30 años a la Enseñanza Especial en Sancti Spíritus

Eduardo asegura que, el maestro de la Enseñanza Especial debe ser ejemplo de paciencia, dedicación y esfuerzo. (Foto: Gabriela Estrella Cañizares/Escambray)

Si vamos a hablar de la Enseñanza Especial en Sancti Spíritus el nombre de Eduardo Alonso Rivero no puede faltar, pues este incasable maestro ha dedicado más de 30 años de su carrera profesional a ese tipo de enseñanza.

Defiende a capa y espada la Enseñanza Especial por el profundo impacto que tiene la educación, sobre todo, en niños que padecen algún trastorno del comportamiento o discapacidad intelectual. Además, está convencido del impacto que suponen el amor y la dedicación de los maestros en estos niños y sus familiares.

Por ello, el Centro Especializado en Servicios Educacionales Alberto Delgado de la provincia es el lugar donde más realizado se ha sentido tanto a nivel profesional como personal; no cree poder separar al hombre del maestro.

¿La vocación por el magisterio viene de familia o fue algo espontáneo?

“En mi familia nadie tenía relación con la educación, pero siempre sentí mucho cariño por mis profesores de la primaria, eran personas muy dedicadas y preocupadas por sus estudiantes; la oportunidad de ver el impacto que tienen los maestros en sus alumnos fue lo que me motivó a estudiar magisterio”.

Al terminar el sexto grado, Eduardo se incorpora a la Escuela Formadora de Maestros Rafael María de Mendive, donde en 1980 obtuvo el título de Licenciado en Educación Primaria, un nivel de enseñanza al que dedicó 13 años de su vida en pequeñas escuelitas de La Sierpe. Luego, llegó a su vida la Enseñanza Especial.

“Fue algo que siempre me llamó mucho la atención cuando aún estaba estudiando para ser maestro, pero también era algo que me intimidaba mucho, pues sabía lo complejo que es.

“Luego de varios años trabajando en La Sierpe, me propusieron dirigir una escuela allí que tenía la mitad de la matrícula compuesta por niños de enseñanza especial, ese fue mi primer contacto y el lugar donde estuve varios años”.

A través de un amigo llegó a Sancti Spíritus para incorporarse al que hoy se conoce como Centro Especializado en Servicios Educacionales Alberto Delgado en 1995 (en ese momento Escuela para Niños con Trastornos de Conducta), un lugar donde primero fue profesor para conocer mejor a los estudiantes y, más tarde, se atrevió a asumir varios cargos directivos, como jefe de ciclo, subdirector y director.

¿Cómo fue para usted enfrentarse a este centro y asumir la responsabilidad que exigía?

“Fue un momento chocante, pues la escuela tiene características completamente diferentes a los centros en los que yo había trabajado. Por ello, dediqué mucho tiempo al estudio personal sobre trastornos educativos y del comportamiento para poder hacer mejor mi trabajo.

“Comencé como profesor de quinto y sexto grados, lo cual agradezco infinitamente, pues pude conocer más de cerca a los alumnos e interactuar con ellos de forma constante, sin olvidar el contacto con sus familias. Y ya luego, ocupé cargos directivos, pero siempre procuré estar cerca de los estudiantes, saber qué hacían a diario y que me vieran como un amigo y alguien en quien pueden confiar sus problemas”.

Luego de 11 años en ese centro educativo, y gracias a sus resultados como profesor y directivo, recibió la tarea de dirigir otro lugar referente de la Enseñanza Especial en la provincia: la Escuela Protesta de Jarao, en el año 1998. Allí se atienden los niños y jóvenes con discapacidad intelectual.

“Tuve que estudiar de nuevo y aprender cosas que hasta ese momento desconocía; pero también fue muy importante el apoyo del colectivo que me acompañó, todos profesionales muy preparados de quienes procuré nutrirme por su experiencia y profesionalidad”.

¿Cuál es la principal diferencia entre un centro que atiende a niños con trastornos de conducta y uno que lo hace con niños que tienen discapacidad intelectual?

“El objetivo de la escuela Protesta de Jarao es preparar a los niños para la vida adulta e independiente, darles herramientas para que puedan ocupar un oficio. Allí siempre concedí especial importancia a la preparación para la vida laboral.

“Mientras, en la Alberto Delgado nuestra obligación es cambiar la conducta de los pequeños e incorporarlos a la sociedad para que sean personas de bien, muchas veces tenemos que enseñarles cómo vivir en un medio desfavorable y poder salir adelante”.

En 2004, regresa a la escuela Alberto Delgado, el centro educativo en el que Eduardo más realizado se ha sentido y donde aún permanece a sólo meses de tener edad para jubilarse.

“Me hace muy feliz llegar a un lugar y encontrar a los alumnos egresados de nuestras escuelas ejerciendo una profesión, construyendo una familia y siendo de provecho para la sociedad. Eso es reconfortante. Me alegra que me reconozcan, me saluden y recuerden que fui parte del proceso que los llevó a ser quienes son en la actualidad.

“Pero mentiría si digo que ese cinco o siete por ciento de niños y jóvenes que no logramos rehabilitar no me duelen, y que siempre me llevan a preguntarme qué faltó o qué pudimos hacer mejor para haberlos ayudado”.

Para usted, ¿cuál es la principal diferencia entre la Especial y el resto de las enseñanzas?

He trabajado en los dos tipos de enseñanza, pero quienes estamos en la Especial tenemos, sin demeritar el trabajo de otros profesores, más preocupaciones, pues no solo impartimos clases y educamos, sino que tenemos bajo nuestra responsabilidad a niños que sufren diversos trastornos y es nuestra labor apoyarlos, ayudarlos a superar esos problemas y ser también un bastón para las familias que sufren y padecen junto a sus hijos”.

¿Cómo es el trato con la familia de estos niños?

“No hay cosa más difícil para un padre que entender que su niño tiene algún tipo de trastorno, sin importar cuál sea. Yo siempre he sido muy cuidadoso al tratar con los padres, busco ser un apoyo para la familia.

“Para nosotros como profesores ese momento también es muy difícil, pero intentamos ser sinceros y convertirnos en ese lugar seguro no sólo para nuestros estudiantes, sino también para sus familias. Por ello, al tratar con los familiares debemos tener paciencia, utilizar un lenguaje asertivo y llevar el corazón en la mano”.

¿Qué consejo les da a los profesores de la Enseñanza Especial, y a quienes se forman para serlo actualmente?

“Primero, que debe ser algo que venga dentro de ellos y no una profesión que se les imponga; además del estudio y la preparación constantes.

“Pero, sobre todo, mucho amor, dedicación y paciencia con los niños, jóvenes y sus familias, que sean siempre un hombro amigo y escuchen a sus estudiantes”.

El próximo mes de octubre Eduardo cumplirá 65 años, una fecha que no lo asusta en lo más mínimo, pues a pesar de tener la edad para jubilarse asegura que continuará enseñando hasta que su salud lo permita.

“Quiero seguir trabajando luego de la jubilación, no me veo sentado en la casa. Y, por supuesto, voy a volver a la Enseñanza Especial, pues, es verdaderamente una obra de infinito amor, de la que no creo poder desprenderme nunca”.

Gabriela Estrella Cañizares

Texto de Gabriela Estrella Cañizares

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