El candidato a la presidencia chilena por el extremista Partido Republicano, José Antonio Kast, aguarda el veredicto de las urnas, con el aval de los sondeos para ocupar el sillón del Palacio de La Moneda.
Si bien las encuestas no son ciencia exacta, desde antes de la primera vuelta del 16 de noviembre planteaban que el ultraderechista quedaría por detrás de su oponente, Jeannette Jara, en esas votaciones, pero vencería en el balotaje.
Las proyecciones resultaron así en esa etapa, incluso en cuanto a la discreta ventaja entre ambos contendientes, de tres puntos porcentuales a favor de la representante del progresismo, la socialdemocracia y la Democracia Cristiana.
El eventual triunfo de Kast en el balotaje no se debe a una evolución de su programa de trabajo, sino a la sumatoria de los votos de la derecha tradicional, representada por la alianza Chile Vamos, y del también extremista Partido Nacional Libertario, cercano a las ideas de Javier Milei.
De hecho, en la campaña hacia la segunda vuelta, el republicano matizó sus propuestas más radicales. En el tema migratorio, por ejemplo, pasó de la amenaza de la expulsión masiva de unos 330 mil indocumentados a una “invitación” a abandonar el país antes de ocupar su cargo.
Respecto a la seguridad, otro punto candente en la contienda, más que enfatizar sus propuestas de dar nuevos poderes a los carabineros y sacar militares a las calles, se limitó a culpar al actual gobierno por el incremento de la delincuencia y el crimen organizado.
Según sus cuentas, el presunto fracaso de esta administración se extendería de forma automática a Jara, a la cual trata de instalar en el imaginario popular como la continuidad de Gabriel Boric.
En el plano de la economía, mantuvo obstinado silencio sobre el plan de reducir seis mil millones de dólares del Presupuesto Nacional en sus primeros 18 meses de gobierno.
Aunque no insistió demasiado en ello, mantiene la propuesta de reducir el Impuesto de Primera Categoría a las grandes corporaciones, que bajaría del 27 al 23 por ciento, así como eliminar los tributos a la reinversión de utilidades, excepto para las pequeñas empresas.
La reducción drástica de los ingresos tributarios, más la eliminación de seis mil millones de dólares en el gasto fiscal, provocarían un enorme déficit, que dejaría al Estado en una situación inviable.
Este es justamente uno de los postulados básicos del neoliberalismo: desregular los mercados y la gran empresa para que manejen a su antojo la economía y reducir el papel del aparato público a un simple administrador de servicios elementales a la población.
Uno de los puntos débiles, o casi nulos, durante la campaña electoral por la segunda vuelta fue el tema de la política exterior de Chile durante el futuro gobierno, tanto en el ámbito regional como el mundial.
La situación en el Oriente Medio, en particular el genocidio perpetrado por Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza, la guerra en el este de Europa o las amenazas de Donald Trump hacia América Latina y el Caribe, pasaron desapercibidas.
Eso sí, los dos candidatos que dirimirán la presidencia de Chile este domingo se entrevistaron con el embajador designado de Estados Unidos, Brandon Judd, aun cuando este no ha entregado oficialmente sus cartas credenciales.
José Antonio Kast nació en Chile el 18 de enero de 1966 y es hijo de padres alemanes que emigraron tras la II Guerra Mundial.
Su progenitor, Michael Kast, fue miembro del partido nazi desde los 18 años y combatió con la Wehrmacht hasta 1945. Ya en este país se convirtió en un próspero empresario y colaboró con la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Esta es la tercera ocasión en que el fundador del Partido Republicano intenta llegar a la presidencia, luego de su primera candidatura en 2017 como independiente, con el apoyo del partido en formación Unidos por la Fe.
Ya con su propia formación política, se inscribió para los comicios de 2021 y obtuvo la primera mayoría en la ronda inicial, si bien perdió el repechaje frente a Gabriel Boric.
Está casado, tiene nueve hijos y practica la religión católica en una de sus versiones más conservadoras, aunque en su partido mantiene una alianza con los Social Cristianos, de tendencia evangélica.
De llegar al poder, sería el primer presidente que defendió al régimen de Pinochet e hizo campaña a favor de su continuidad en el plebiscito de 1988.
En una ocasión declaró que, si el antiguo dictador estuviera vivo, sin duda votaría por él en estos comicios.
Según algunos analistas, sus posiciones, a pesar de tener muchas coincidencias, son menos agresivas que las de Trump o el presidente argentino, Javier Milei, y se aproximan a las de la ultraderecha europea.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus











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