Poner los pies en el barrio

Los delegados deben estar en los sitios de mayor afluencia de público y ser la figura confiable a quienes los electores exigen respuestas

Ilustración: Osval

Por indicaciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y por segunda ocasión en la historia de los órganos de Gobierno, los delegados de circunscripción cuya actividad laboral lo permita —que son la mayoría— han sido convocados a estar fuera de su espacio laboral cotidiano y asumir un vínculo permanente con los electores, en medio de una larga crisis energética y serias dificultades con el abasto de agua, la distribución de alimentos y la higiene comunal —entre otros problemas que se  siguen sumando—, con el fin de apoyar y controlar las medidas que se adopten para enfrentar estas problemáticas en las comunidades.

Y no se trata de que estos representantes pongan más electricidad en las casas, ni que, guataca en mano, se ocupen de eliminar la maleza; se habla de mayor comunicación en tiempo real y sin tapujos, a pie de barrios y comunidades, aun cuando no tengan soluciones inmediatas.

Esa misma medida se tomó durante y después de la pandemia de la covid, que para muchos fue una escuela en cómo gestionar, ayudar, compartir y estar cerca de la gente. Si bien cuantitativamente no se puede ilustrar en toda su magnitud el favorable impacto del acuerdo entre pobladores y delegados, sí se sabe que en esa etapa lo más significativo fue la manera en que se rescató esa relación tan singular y tan genuinamente cubana de los electores con sus representantes y cómo esa figura volvió a ser el centro en la orientación de la comunidad.

Al igual que en aquella etapa, es eso lo que hoy se necesita; un protagonismo a ojos vista para demostrar cuanto se puede hacer en los barrios, en ese lugar donde casi todo el mundo se conoce porque nadie va a llegar de lejos a aliviarle la vida a las personas con mayor nivel de vulnerabilidad, a esos que se les dificulta cocinar cuando han pasado 12 y 15 horas sin electricidad o porque su nivel adquisitivo no les permite comprar alimentos fuera de la ya escasa canasta básica.

Luego de tanto tiempo sin un cara a cara entre electores y los 640 delegados con que cuenta la provincia, por el bien de una estructura creada para gestionar los problemas del pueblo, valdría la pena justificar un salario que, al ser erogado sin respaldo productivo, le cuesta millones al Estado cubano.

Ese tiempo puede servir para recuperar el papel de las organizaciones de masas, impulsar y sistematizar proyectos con la participación activa de vecinos, la visita a los casos vulnerables para su atención y seguimiento, los controles al Sistema de Atención a la Familia (SAF), entre otros asuntos.

Por poner un solo ejemplo, ¿por qué tendrían que llamar los vecinos a las diferentes instancias del Poder Popular para decir que llevan muchos días sin suministro de agua, si el delegado vive en el mismo lugar y es quien debe, supuestamente, gestionar el problema? Dicho más claro: ocuparse de los problemas de la gente, caminar los puntos de venta, mediar en el descontrolado libertinaje de los precios, los lugares recreativos donde a veces se generan hechos de violencia, en fin, andar calles adentro.

Así lo sugirió Alexis Lorente Jiménez, gobernador del territorio, ante el Consejo Provincial de Gobierno: “Los delegados deben ser capaces de sumar a todas las estructuras, estar en todas partes: en la bodega, en la panadería, con los cuentapropistas, en el consultorio y, además, aglutinar, transmitir la información adecuada”.

La esencia es que ellos son parte de la comunidad, compran en la misma bodega, sufren los mismos apagones, y conocen a cada uno de los electores de su circunscripción, por eso nada les es ajeno, y tampoco es de extrañar que se dediquen por completo a atender directamente a la población, en medio de una profunda crisis que abarca tantos sectores y que ha desatado acciones de inconformidad en algunos lugares.

Y como “nada supera el contacto directo con el pueblo”, como afirmara el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz, los delegados tienen que dejar de ser invisibles; al contrario, deben estar en los sitios de mayor afluencia de público y ser la figura confiable a quien los electores exigen respuestas ante el deterioro que experimentan muchos de los servicios básicos.

No se trata de una ofensiva de comunicación comunitaria, sino de actuar como los servidores públicos que son ante los incuestionables malestares sociales, que el pueblo sienta que sus representantes siguen a pie de calle y con los oídos en el barrio.

Carmen Rodríguez

Texto de Carmen Rodríguez
Reportera de Escambray por más de 30 años. Especializada en temas económicos.

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