La mirada se alejaba y volvía por instantes. Y mientras sus ojos buscaban inquietos en medio de la conversación para entender, quizás, el porqué de la visita, buscaron respuesta en su puerto seguro, en el ser de luz que siempre la acompaña: su hermana Fe Gutiérrez García.
La miró y bastaron apenas unas palabras de intercambio sobre el magisterio para que Candelaria Lorenza Gutiérrez García o simplemente Lorenza, como todos la conocen en el poblado yaguajayense de Iguará, e incluso más allá de sus fronteras, hilvanara algunos de sus pensamientos.
Aunque tal vez no haya entendido lo que pasaba, abrazó los recuerdos y dibujó la felicidad con el brillo de sus ojos. El rostro de esta mujer de 82 abriles no resplandeció por gusto. Al evocar de manera fugaz aquellos pasajes, los 32 años de labor ininterrumpida en el sector educacional recobraron vida.
El amor por la pedagogía nació desde que puso los pies en las aulas de la otrora Escuela Primaria Rural Ramón López Peña, de la comunidad de Jicotea. Allí, las lecciones del maestro Chucho se quedaron impregnadas en las esencias de la joven, quien, más tarde, tomaría el mismo camino.

Del apego de Lorenza por el magisterio es testigo su hermana, quien se ha entregado en cuerpo y alma a su cuidado y lleva su voz y trayectoria a todos los espacios posibles. “Luego de participar en la Campaña de Alfabetización Lorenza regresó a la escuelita de Jicotea, donde se formó en la infancia y en este lugar se quedó dando clases. Ahí comenzó su primera historia como educadora hasta que la Dirección Municipal de Educación decidió ponerla como directora de la Escuela Primaria Raúl Perozo Fuentes, de la localidad de Iguará. Unido a la labor de dirección, también dio clases”, destaca Fe, quien conoce palmo a palmo la historia.
Al tomar las riendas del plantel, Lorenza no hizo otra cosa que trabajar sin descanso. Puertas adentro de la escuela, abogó por la calidad de la enseñanza y sus alumnos la oxigenaban en el camino del aprendizaje.
Quizás por ello, tras recibir el llamado del Comandante en Jefe para que todos los maestros primarios alcanzaran la Licenciatura en Educación, Lorenza no lo pensó dos veces. Estar delante de un aula y encaminar los pasos de un centro educativo precisaba mayores competencias profesionales. Y así lo hizo.
“Se seleccionaron maestros del municipio y ahí estuvo ella. Tenían que viajar a Cabaiguán para cursar la licenciatura en el otrora Instituto Superior Pedagógico Capitán Silverio Blanco. La graduación se efectuó en el teatro Karl Marx, donde estuvo presente Fidel y terminó con una ovación que decía: ¡Cumplimos, Fidel, cumplimos!
“Todos estaban muy felices de que el Comandante los acompañara en ese momento. Además, Fidel los homenajeó, conversó con ellos y les dio la posibilidad de compartir con él”, cuenta Fe con la misma emoción que sintió su hermana Lorenza al ser parte de la primera graduación del Instituto.
Con esos honores regresó a la Raúl Perozo, esta vez como licenciada y directora. “Lorenza dedicó más de 32 años a la educación y, dentro de ellos, más de 20 a esta escuela. En ese tiempo ininterrumpido como directora logró que el plantel ostentara resultados importantes como Centro Vanguardia Municipal y Provincial por más de 13 años consecutivos; Centro Destacado desde 1985 hasta la última etapa en la dirigió, además de contar con el huerto Vanguardia Nacional; la bandera Héroe del Moncada, la de honor de la UJC, la XVI Congreso de la CTC, y el más alto honor que recibe un centro educacional: Bandera Colectivo Ejemplar”, destaca Gutiérrez García.
Pero los mayores lauros de Lorenza fueron su prestigio, disciplina y consagración. En las aulas y pasillos de la Raúl Perozo Fuentes perduran las huellas de esta educadora. Y aunque hace mucho que ya no está entre lecciones, muchachos y maestros, siempre habrá que mencionarla cuando se hable de ese centro y de la educación en Yaguajay.

“Como directora siempre fue muy exigente. Era la primera en llegar a la escuela y la última en irse. No salía a nada durante la jornada laboral. Les exigía a los maestros que estuvieran dentro del aula, que cumplieran los horarios, que les dedicaran tiempo a los alumnos. Les decía a los niños que fueran organizados y alegaba: un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.
“Fue ejemplo tanto en conocimientos como en el trato a las personas. Ella no tuvo hijos. Quizás por eso tenía un espacio mayor para dedicarles a los niños, a los cuales llevaba a su casa con tremendo amor. Amaba a los pioneros, amaba la infancia.
“Lorenza es la diosa de nuestra familia, porque fue una hija y una hermana excepcional. Camina al lado de mi madre, pues me guio en todo: desde cepillarme los dientes hasta llevarme a la escuela. En nuestra familia es muy admirada, y en la Raúl Perozo el nombre de Lorenza va a perdurar por los siglos”, expresa Fe.
Y cuando el silencio intenta detener el diálogo, las frases de Lorenza alivian las voces entrecortadas. Desde la silla que le sirve de sostén afirma: “Ser maestra es muy grande para mí, al igual que la escuela Raúl Perozo. Los pioneros eran el motivo de mi sacrificio y de mi lucha”, refiere y no hay otra cosa que hacer que agradecer su existencia.
Sobre los hombros de esta pedagoga descuellan múltiples reconocimientos. La condición de Vanguardia Municipal, Provincial y hasta Nacional por más de 15 años consecutivos; las medallas Rafael María de Mendive, de la Alfabetización, de la Preparación para la Defensa, Por la Distinción Cubana, 80 aniversario del natalicio de Lázaro Peña, el sello de la Campaña Internacional de la Alfabetización de la Unesco, y la Orden Frank País, la más alta condecoración que otorga el Consejo de Estado a los educadores, entre otros lauros, avalan sus más de 30 años en el sector educacional. Eso, sin contar que trajo a la provincia la idea del pase de revista pioneril, y esa fue la primera escuela de Sancti Spíritus en materializarlo.
Lorenza padece de una osteoporosis que la llevó desde hace mucho tiempo al camino de la jubilación. Mas, la trayectoria de esta educadora ejemplar florece en cada uno de los encuentros realizados en el territorio para homenajear a los maestros de la primera graduación del otrora Instituto Superior Pedagógico Capitán Silverio Blanco.
“Para mí ha sido un placer participar en estos espacios. Ellos son evangelios vivos y han dado todos sus conocimientos y experiencias para que las nuevas generaciones conozcan cómo educaban. Educar es dar amor; es estar junto al alumno; apreciar la alegría y el dolor del estudiante, es estar presente en todo momento y doy gracias a Dios y a la vida por haberme dado a Lorenza, por ser mi hermana, por ser la que me educó y la que me orientó en el camino de la vida”, confiesa Fe.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus











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