Sus manos y el rostro lo delatan; muestran las callosidades propias del trabajo duro y, al sonreír, las marcas de la piel se acentúan con más fuerza. Nada de eso es casual, porque para Arley Flores Abstengo, arrocero y ganadero destacado de La Sierpe que representó a ese territorio como delegado directo en el XIII Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), cada día constituye un desafío, una nueva meta por cumplir.
“Soy nacido y criado en esta zona, algunos le dicen La Sierpe Vieja o Botijuela —aclara Arley—, tengo 51 años y, de ellos, más de 30 los he dedicado a las labores del campo. Me gradué de técnico de nivel medio en Zootecnia y, aunque esa es mi especialidad, mis producciones se combinan entre el cultivo del arroz y la crianza de ganado, esta última siguiendo el legado de mi padre, quien fue un ganadero de renombre en el sur espirituano”.
Perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Tony Alomá, este consagrado productor figura como Vanguardia Nacional del sector cooperativo y campesino en la provincia, una condición que ostenta por varios años consecutivos.
¿Cómo transcurre el día a día en la finca?
Aquí dispongo de cinco caballerías de tierra, las cuales rotamos entre la crianza de ganado y los cultivos, esas están ubicadas en las inmediaciones de mi casa, pero existen otras a nombre de mi mamá y mi esposa que las atiendo propiamente en otra zona más distante.
“Dos caballerías de arroz tengo sembradas en estos momentos, las cuales están a punto de ser cosechadas y espero tengan un rendimiento superior a las 4 toneladas por hectárea, es decir, unos 1 000 quintales para el consumo atendiendo a las limitaciones con los recursos que se destinan para ofrecer las atenciones culturales que requiere el mismo, pero en etapas anteriores hemos cultivado mucha más cantidad.
Este año ya coseché la campaña de frío, y la que está por recogerse es la correspondiente a la etapa de primavera, porque yo hago las dos cosechas establecidas. El grueso de esa producción la entrego al CAI arrocero para su destino final.

En medio de esta situación tan compleja que atraviesa el país y atendiendo a que el propio CAI debió renunciar a parte de sus producciones por falta de insumos y otros recursos, ¿cómo te las arreglas para cumplir con ese cometido?
Lo primero es la voluntad de trabajar, unido a los deseos de hacer las cosas y que salgan bien, aunque la mitad de los productos los estamos importando y pagando con divisa, por ejemplo, los herbicidas, fungicidas, pesticidas y fertilizantes; de lo contrario, no tendríamos cómo producir, porque todos sabemos cuál es la situación financiera por la que atraviesa el país.
Sin desestimar el tema combustible, que también lo estamos comprando en divisa, pero esa es la única variante para asegurar en estos momentos una cosecha estable, porque antes muchos de estos productos venían en un paquete tecnológico.
Yo quisiera sembrar más y entregar más producciones, pero la situación actual me frena, uno tiene que limitarse y llegar hasta donde puedas.
¿Cuál de tus dos líneas productivas es la más fuerte, el arroz o la ganadería?
Este año he crecido en número de cabezas de ganado, porque fui beneficiado con un área cercana conocida como Pastoreo 34, que pertenecía a la UEB Integral Ganadera, donde cuento con 89 animales de ceba y estoy guapeando con eso, tratando de recuperarla. Ya en lo que va de año le he vendido al Estado 102 animales y todavía tengo posibilidades de sacar otros 50 antes de que finalice diciembre, todos con categoría de primera, algunos promediaron a 930 libras; sin embargo, este no ha sido un año bueno para la leche, por la sequía que hemos pasado y, aunque no logramos lo que esperábamos, estamos batidos tratando de cumplir con ese indicador, que en mi caso equivale a unos 20 000 litros anuales.
¿Cómo fue tu experiencia como delegado directo al XIII Congreso de la ANAP?
De verdad que me impactó mucho asistir por vez primera a un evento de esta naturaleza. Ahí conocimos a productores de toda la isla, compartimos con ellos nuestras experiencias y aprendimos de otros, fue como una escuela, los debates estuvieron bien concretos y tocaron temas que de verdad le hacen falta a la organización, se adoptaron acuerdos importantes.
Allí fui elegido como miembro del Comité Nacional de la ANAP y eso me impone otros retos, pues atiendo al municipio La Sierpe, pero repito, el congreso fue una escuela para mí, porque pude intercambiar con personas de amplia experiencia en el sector cooperativo y campesino, aprender y luego aplicarlo en nuestra tierra.
¿Qué experiencias te aportaron para tu labor?
En el tema de la siembra de arroz me relacioné con un joven productor de la provincia de Cienfuegos. En ocasiones uno piensa que se las sabe todas, pero cuando intercambias ideas con otros te das cuenta de que todavía hay mucho que aprender, y eso que nosotros somos arroceros desde que nacimos, pero en esa provincia hay un trabajo sostenido en este tipo de cultivo.
Tanto es así que cuando regresé y comencé a poner en práctica algunas de esas experiencias comprendí que todavía uno tiene cosas que aprender de los demás campesinos.

¿Qué fue lo que más te impactó de ese intercambio campesino?
La situación por la que atraviesa el país en cuanto a la preservación y el cuidado de la masa ganadera. Fue escalofriante escuchar las intervenciones de muchos delegados hablando sobre el hurto y sacrificio ilegal de ganado en provincias como Camagüey, donde han debido hacer maravillas para poder proteger las reses y llevar un control más estricto de la masa.
En La Sierpe no estamos tan afectados, si nos comparamos con el resto del país, pero siempre el debate es saludable en ese sentido.
Partiendo de lo expuesto en el Congreso, ¿pueden recuperarse la agricultura y la ganadería en Cuba?
Yo siempre he tenido presente la frase de Martí que dice: “Si el hombre sirve, la tierra sirve”. Nosotros pasamos por muchas situaciones relacionadas con el bloqueo y la falta de recursos, pero si hay material humano y existe el deseo de hacer bien las cosas, todo es posible. Claro que cada cual tiene que desarrollar lo que le toca. Todos los días debemos lograr algo nuevo o trabajar en función de eso sin pensar en que si este o aquel lo están haciendo, esa es la clave para tener resultados. Yo, por ejemplo, soy prácticamente un esclavo de la tierra, ese es mi día a día.
¿Y la familia cómo encaja en tu rutina?
Es el eje fundamental, mi papá, ya fallecido, fue ganadero toda su vida y sigue siendo un ejemplo, y mi mamá María Teresa es la guía de todos en casa, igual de importante es poder contar con mi esposa Danay, que se entrega a esta tarea desde la retaguardia, hasta mi hijo pequeño e intranquilo es determinante en estos momentos, al igual que mi hija y mi nieta. Pero lo significativo es que todos participen. Así sucede también con mi hermano, que trabaja en una combinada y apoya en cada cosecha de arroz y está permanente conmigo. Sin ellos, ningún logro habría sido posible.
Cuando no estás en función de la agricultura, ¿qué te gusta hacer?
A mí sí me gusta lo que hago, pero lo que más disfruto es compartir con los amigos y la familia, estar en la casa, recibir visitas y, en tiempo de ferias, asistir y disfrutar, pero por lo general lo que más regocijo me da son los ratos libres con los míos, en el hogar.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus











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