Decir que Paquelé es la obra más completa de Julio Miguel Llanes, quien atesora con su firma una veintena de textos, puede ser un riesgo mayúsculo. Sin embargo, no resulta una exageración evaluarlo como su encuentro más minucioso con las raíces, la resistencia y voluntad necesarias para sobreponerse ante cualquier adversidad de todo un país. Con leer sus primeras frases, se mira a través de los ojos de un niño mucho más allá de los muros de la añeja villa donde habita.
Resulta ese, precisamente, entre sus muchos otros valores, el gancho que “ha arrastrado” a varias generaciones, no solo de cubanos sino de personas de distintas latitudes, a conservarlo en la cabecera de la cama. Incluso, para no pocos ha sido necesario más de un encuentro de la mano con Paquelé para volver al río Yayabo o a los boquetes empedrados por donde transcurre la vida de una villa que, aunque en el texto palpita en la época colonial, se crece tal y como aparece en las más modernas fotos que circulan hoy por la red de redes. Pero, sobre todo, por ubicar en el centro de atención el fenómeno del negro y la esclavitud, imbricado con los procesos culturales, las tradiciones y creencias de la época.
Pudiera ser esa la razón que lo sitúa entre los libros de Llanes más leídos, según encuestas realizadas durante varios años por la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena, de Sancti Spíritus.
“La crítica actual dice que es un clásico moderno —confesó en una entrevista su autor—. No me atrevería a decir tanto porque sería una petulancia. Pero sí es popular. Tiene una gran conexión con los públicos, tanto con los de aquí como los de fuera de Cuba. Incluso, no tiene un público lector, tiene especialistas lectores”.
Y habla no solo desde el orgullo de un padre por su hijo. Sino que, durante los 25 años de vida de esta obra, Paquelé le ha dado muchas alegrías, sobre todo, en los encuentros que él como autor insiste en tener con quienes se han encontrado o pudieran ir hasta las páginas con el pequeño calesero curioso hasta la médula porque no puede evitar que sus alas tomen movimiento y lo hagan despegar para descubrir mucho más allá de lo que miran sus ojos y así entender el contexto que le rodea.
Consciente o no, este autor espirituano demuestra con cada construcción narrativa su arte magistral para sacar fuera la inocencia infantil que habita hasta en las más hieráticas personalidades. Lo definió así, Maikel Rodríguez Calviño, otra de las firmas yayaberas que cautiva a los públicos infantil y juvenil, durante la presentación de una de las versiones de Paquelé, específicamente la octava, y que está bajo el sello de la Editorial Oriente, y en soporte digital.
“Es un libro absoluto porque aborda todos los elementos inherentes a la cosmovisión de un niño, desde los juegos cotidianos y el primer amor hasta la producción simbólica que le rodea, el (re)conocimiento de su devenir y la filosofía del vivir incorporada gracias a los mayores. Es un libro centrado en el valor de la identidad y la memoria, en esa sabiduría ancestral e imperecedera, tan valiosa como la letrada, que adquirimos mediante la oralidad y establece un sistema ético centrado en el bien y la justicia”.
Porque esta propuesta literaria toma distancia de la narración histórica para ponderar la ficción, pero sin perder su hilo conductor. Lo evaluó así el doctor en Ciencias del Arte, Luis Rey Yero, tras ser testigo del panel que recientemente agasajó el cumpleaños 25 de haber salido a la luz este título en la actividad Sancti Spíritus, Paquelé y nosotros.
En su comparecencia en la revista Pensamiento, de Radio Sancti Spíritus, el también profesor universitario volvió a las palabras expresadas ese día por el doctor en Ciencias Filológicas Ramón Luis Herrera: “Paquelé constituye una evocación de profundo humanismo sobre la conformación de la identidad espirituana a partir de componentes esenciales como el amor al terruño, la rebeldía literaria y el complejo trazado psicológico de los personajes negros, mestizos y blancos”.
Demasiados puntos a favor para que no sorprenda que ha inspirado a otros exponentes del arte. Paquelé ha subido a más de un escenario, ha formado parte de la parrilla de una programación radial y, más recientemente, se puede hojear como novela gráfica.
“No he tenido que dársela a nadie para que haga algo así. La primera versión teatral llegó del talento de Yaqui Saíz, destacada actriz, titiritera y directora de proyectos teatrales. También, la historia inspiró a Dayana Deulofeu Canto, narradora oral, actriz, escritora y cantante, quien mereció el Premio Palabra Viva 2010, otorgado por el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Las Tunas por el espectáculo Paquelé. Y, en casa, los muchachos de Parabajitos cuentan en su repertorio con una versión que ha tenido mucha aceptación entre los públicos.
“Más allá del mundo de las tablas, Marco Antonio Calderón, en 2018 la adaptó para Radio Sancti Spíritus y, en la reciente Feria Internacional del Libro, finalmente se pudo obtener la novela gráfica de Osvaldo Pestana (Montos), también muy gustada e interesante por los aportes que le hizo”.
Toda esa diversidad de versiones, así como de las significativas valoraciones críticas de estudiosos y personalidades avalan que es una obra que prestigia la literatura cubana y justifican por qué tantas personas se han sentido seducidas por su argumento.
“Paquelé ha logrado extender su dominio imaginario en representaciones teatrales, muestras curatoriales, dibujos de niños y la entrega del premio Uneac. Se ha convertido en un símbolo viviente de nuestra idiosincrasia cubana”, alegó Luis Rey Yero.
Sobran las razones, entonces, para no dilatar más el encuentro —si aun no lo ha hecho— y, también, por qué no, volver a tropezar de frente con las poderosas imágenes literarias creadas por Julio Miguel Llanes al relatarnos la vida de un esclavo y su entorno, en ocasiones, asfixiante. Leer esas páginas no solo equivale a vivir un momento placentero. Se corre el riesgo de amar a Paquelé y, por tanto, amar mucho más a Sancti Spíritus.
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