Ellas, las heridas del alcohol

Una mujer inerme yace sobre la acera. No suscita atención, ni crea murmullos ni desata acciones a mitad de la tarde. Está borracha, dicen, y a los pocos segundos da señales de un leve palpitar con su suspiro, el movimiento mínimo de un brazo bajo la sien, como quien busca

Sobran las evidencias médicas que ilustran la nocividad del hábito o de la dependencia.
Sobran las evidencias médicas que ilustran la nocividad del hábito o de la dependencia.

Una mujer inerme yace sobre la acera. No suscita atención, ni crea murmullos ni desata acciones a mitad de la tarde. Está borracha, dicen, y a los pocos segundos da señales de un leve palpitar con su suspiro, el movimiento mínimo de un brazo bajo la sien, como quien busca un acomodo en otra dimensión. Olvidó los problemas y hasta el nombre. La bebida en sus venas la suspende a una gloria donde hay tan solo labios y ese elixir de jamás acabar.

 

Manías tóxicas


A otra mujer que iba en caída la contuvo la exclamación viril de un niño de ocho años: “¡Mami, no tomes más!”. Bien sabe ella que la escuela tramó a hurtadillas la estrategia y envió señales que llegó a atrapar, no a la primera ni a la segunda vez, pero algún día después de tantos tragos. Alcanzó a detenerse al pie del precipicio, por el que sí se fue, desbarrancada, la madre de una adolescente que arribó a la consulta buscando ayuda para ella, para la alcohólica que le dolía y le avergonzaba en su incipiente relación. Pero ya el daño hepático se había instalado definitivamente y el auxilio que sobrevino a la desintoxicación difícilmente podrá salvarla.
Una muchacha, casi niña, dejó de ir al colegio. En el hogar solo veía botellas y otra botella llena, en forma de hombre adulto, fue su estreno en la precocidad de la vida conyugal. El engranaje de una escuela especialmente diseñada para moldear conductas se le insinúa a modo de resguardo. Dios y manos honestas la protejan del medio hostil que al volver a la casa asfixia a tanto colegial revindicado.
A ellas no siempre se les ve, aunque abundan por miles. Si en la calle, van abrazadas unas de otras y a cada paso zigzaguean. A menudo un hombre las insulta, las empuja o golpea. Si en el hogar, caneca al lado mientras lavan, ingieren cantidades de sustancias que abrasan las mucosas digestivas, contaminan los órganos, enajenan la mente, ocluyen las arterias y truecan los patrones de comportamiento. Puede ser un producto casero o industrial: calambuco, chispa’e tren e incluso un fármaco de uso externo, pero marcadamente etílico. Ninguna reconoce su adicción ni va por propia voluntad adonde pueden ayudarle.
En la coordinación de Salud Mental de la Dirección Provincial de Salud al problema le falta estratificación por sexo. Una cifra, 17 862, iguala a hombres y a mujeres enfermos por el consumo desmedido de alcohol. Allí, como en otros lugares donde el subregistro campea por su respeto —las hembras, ya se sabe, suelen beber más bien puertas adentro—, sobran las evidencias médicas que ilustran la nocividad del hábito o de la dependencia. Aunque muchos perjuicios no reparan en género, cuando se trata de ellas hay una real exposición a trastornos en los ciclos menstruales, embarazos de riesgo, abortos reiterados y hasta a la posibilidad de que la procreación no llegue a consumarse.
No es especulación disfrazada de propaganda, lo atestiguan especialistas con vasta experiencia en asuntos de adicción: tras estudiar a mujeres que no pudieron tener familia y asistieron a la consulta por un problema X, se ha detectado como causa probable de su infertilidad la ingestión del alcohol, que a veces llega convoyado con psicofármacos diversos. Son aún más precisos: el alcoholismo afecta grandemente la fertilidad femenina y masculina, provoca disfuncionalidad en el comportamiento sexual y es causa frecuente de malformaciones en fetos, así como de problemas de aprendizaje y trastornos de conducta en niños. Incluso así, escasea la conciencia acerca del peligro que se cierne sobre la sociedad como consecuencia del incremento en el consumo del alcohol u otras drogas por parte de las encargadas de dar vida al hogar y mantener la especie.
El mal se viene desplazando hacia edades tempranas, lo mismo por patrones negativos dentro del seno familiar que por esa tendencia a plantar un punto de venta de ron o de cerveza donde quiera, léase al costado de un centro escolar, a la entrada de una tienda de productos de cualquier tipo o en sitios concebidos para la recreación infantil, donde los niños y las niñas juegan a jugar mientras asisten a la inmersión de sus mayores en juergas y borracheras.
Son tajantes algunos entendidos en el tema: si se tomara el asunto con la debida seriedad, se disolviera el secretismo que signa a ciertos actores o decisores, se integraran esfuerzos en vez de improvisar cada quien por su lado; si se saliera a las calles y se llamara puerta a puerta, como se obró durante la Campaña de Alfabetización; o se actuara al estilo de los cristianos, que no desmayan en su misión de predicar, las cosas andarían mejor. “Nosotros tenemos que convertirnos en predicadores de salud”, subraya el licenciado en Psicología Serguey Jiménez Companioni, a cargo del Programa de Tabaco y de las Adicciones en el Centro Provincial de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades.
De acuerdo con sus registros de encuentros nacionales sobre el particular, al cierre de marzo Sancti Spíritus marchaba segunda entre las provincias del país más altas consumidoras de alcohol, pese a lo cual, afirma, “nadie presta atención a los números de las personas que acuden, no se está recogiendo información fidedigna desde la base”.
Según reportes del Departamento de Higiene Escolar de la Dirección Provincial de Educación, los centros estudiantiles, donde hasta hace solo meses negaban, por indicación nacional, el acceso para el trabajo preventivo —por muy profesionales que fuesen los especialistas—, están libres de incidencia alguna y constituyen escenarios de acciones con el alumnado para abrir los sentidos al peligro de cualquier adicción. Igual, de manera esporádica y poco sistémica.
En Fomento, un municipio pequeño, la FMC ha seguido de cerca el registro de casi 200 enfermas de ese mal. La cabecera provincial, en tanto, tiene su alerta centrada en alguna que otra zona urbana y comunidades periféricas puntuales. Solo en su territorio, al cierre del 2014, la Dirección Municipal de Salud computaba la cifra de 1 069 mujeres víctimas de alcoholismo.
Pero nadie lo niega: las féminas procuran atención en muchísima menor medida que los hombres y cuando acuden suelen ser portadoras de daños severos en su organismo. Presas de un patrón de negación, a modo de mecanismo de defensa, suelen ser mal vistas, rechazadas e incomprendidas, a la par que sienten mayor vergüenza a la hora de exponer su verdadero yo.
De un lado, las estructuras están listas para atender a las pacientes; del otro, los miles y millones de pesos que engrosan las arcas del Estado por concepto de ventas de productos etílicos, terminan apoyando el después cuando podrían y deberían destinarse al antes: en vez de medicación, ingreso y tratamiento a enfermos, evitación del mal con su ataque desde la raíz.
Mientras la alerta parpadea, yace en la acera una mujer desprotegida e innombrable. Olvida su existencia. Gaviota herida, procura huir, pero se apaga en ella misma.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. Creo y sin llegar a ser absoluto, todos hemos sufrido de una forma u otra esta enfermedad, si porque la OMS la tiene identificada como una enfermedad, que además no se cura, aunque si se puede prevenir y mantenerse sobrio después de ser un alcohílico, depende de la voluntad de cada cual, yo no ingiero alcohol, ni otra sustancia, pero he tenido enperiencia con otros familiares, quiero recomendarles a los que lean este artículo y tengan este problema, o un familiar o un amigo que se acerquen a alguien que es tan anónima como su nombre, que es el programa de Alcóholicos Anónimos (AA), este programa no tiene vínculos con religión alguna, ni con partidos políticos, etc, solo tiene compromiso con los alcohílicos, existe en más de 180 países y en Cuba hay mas de 180 también , en Sancti Spíritus, hay en Guayos, Trinidad y aquí en la cabecera provincial, es algo muy bonito, en lo personal los he visitado de cortesía y en los momentos actuales no pensé que existieran grupos así, que se ayudaran tan desinteresadamente, ahí nada es obligatorio, es desición personal, pero es increible, radica al lado de la Iglesia que está en las cercanías del Parque, por detrás de la Biblioteca Provincial, creanme que VALE LA PENA.

  2. Periodista :Le agradezco infinitamente este articulo,toca un tema que no es frecuente en los medios cubano y lo hace con profesionalidad y,sobre todo,con humanidad.Conozco del impacto del vicio en la familia porque lo sufri personalmente y lo hice sufrir a otros,el alcoholismo es una terrible enfermedad,en mi opinion, peor que el cancer y yo he padecido de las dos, pues te destruye no solo fisicamente,peor aun ,tu personalidad e impacta a todo el que te rodea y, a traves de tus genes destruidos,a tus descendientes..Tube suerte que pude parar a tiempo y soy 100% abstemio desde hace años..Si hubiese sabido que podia vivir y disfrutar la vida sin tragos,jamas lo hubiese probado..De las pocas cosas de que me arrepiento en mi vida esta es la principal..Ojala esta especie de confesion sirva a alguien y lo ayude a alejarse de la botella antes de que sea tarde.De mis amigos de tragos quedan muy pocos vivos.

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