Palabras en las malas y las buenas

Lo que hasta cierto momento se consideró algo obsceno ha pasado al uso indiscriminado, ya no solo en el lenguaje vulgar, sino también en los círculos de personas instruidas   Traigo hace meses entre neuronas, más que entre manos, un asunto que mucho me ha inquietado hasta hoy. Y uso

Lo que hasta cierto momento se consideró algo obsceno ha pasado al uso indiscriminado, ya no solo en el lenguaje vulgar, sino también en los círculos de personas instruidas

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La Real Academia Española ha incluido en sus diccionarios palabras que antes se consideraban “mal dichas”.

 

Traigo hace meses entre neuronas, más que entre manos, un asunto que mucho me ha inquietado hasta hoy. Y uso el tiempo verbal con toda intención: la Real Academia de la Lengua Española (RAE) acaba de dejarme boquiabierta y hasta dudosa de las certezas que tenía al momento de concebir estas líneas.

No es que no me inquiete ya el tema en cuestión, pero debo admitirlo: vocablos que hasta ayer me parecían usados totalmente fuera de contexto podrían estar, según la RAE, empleados quizás no precisamente como cabría esperarse, aunque sí como recogen sus ilustrísimos archivos. Actualizados de acuerdo con el significado que las personas en diferentes naciones de habla hispana les atribuimos a determinadas palabras o frases, esos archivos están, probablemente, azuzando un fuego sin que los expertos del idioma siquiera conozcan de ello.

No andaré con ambages, ya que la mismísima catedral de la excelencia en el uso del Español no pone reparos a la hora de explicar ciertos componentes del lenguaje que, dicho sea de paso, son para emplearlos. Cuando ya había recopilado numerosos puntos de vista sobre la proliferación de lo que en nuestra infancia (hablo de los que pasamos de 50 años) conocimos como obscenidades o malas palabras, escuché a un jovencito que concurría a la plaza el pasado Primero de Mayo decir a través de su teléfono celular: “¿Pero será come?”. Me volví, le expliqué el móvil de mi indagación y le pedí justificar el uso de tal frase. Comprendí entonces que la había dicho sin apenas darse cuenta. Eso sí, satisfizo mi interrogante: quería decir estúpido, bobo, solo que estaba airado.

Su calificativo, que todos o casi todos en Cuba hemos escuchado en las más diversas circunstancias, no aparece registrado en la RAE, que sí recoge, en cambio, comemierda, cuya acepción, del lenguaje vulgar, es “persona considerada despreciable”.

Nadie podrá negar que lo que hasta cierto momento se consideró algo obsceno ha pasado al uso indiscriminado, ya no solo en el lenguaje vulgar, sino también en los círculos de personas instruidas, en perjuicio de quienes no comparten esa moda. ¿A quién no le han golpeado esas mismas obscenidades (la RAE define obsceno como “Impúdico, torpe, ofensivo al pudor”) al salir de la boca del que nos pasa por el lado o está incluso en sus funciones de servicio? Hasta los niños de primaria, al salir del colegio o en el hogar, profieren frases que, de haber sido en décadas anteriores, habrían suscitado, cuando menos, un tapabocas al estilo de los que nuestros viejos nos daban al escucharnos decir coño o carajo. Por vergonzoso que resulte, las dicen en el aula incluso algunos profesores.

“Desde el punto de vista lingüístico no se discrimina en palabras buenas o malas”, sostiene la filóloga, profesora y escritora Yanetsy Pino Reina. Y aclara que cuando se usan como interjecciones, se trata de una liberación emocional o catarsis que puede no resultar impropia. “Si no se trata de tal caso su uso es inconveniente, ya que se agolpan muchos referentes y se convierte en algo grosero, vulgar”, apunta.

Para ella, el idioma es el principal síntoma de corrupción social, al constituir la envoltura del pensamiento, y la alarma radica en la naturalización de esa tendencia. Otros especialistas del idioma sostienen que en tales casos los vocablos se “resemantizan”, o sea, adquieren un nuevo significado. Como quiera que se le mire, al menos desde el punto de vista de quien suscribe, en Cuba el abuso de las “malas palabras” (me remito nuevamente a la RAE, donde malo es algo “que se opone a la lógica o a la moral”) deviene un ejercicio de facilismo, para ocultar la pobreza lexical. También, muestra de esa especie de degradación del habla que dice mucho del “cubaneo”, gestualidad y guapería incluidas, a la par que evidencia la nulidad del crecimiento espiritual.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. MUY INTERESANTE SU ARTÍCULO Y COINCIDO 100% CON USTED, DESGRACIADAMENTE YA SE USA ESA PALABRA A TODOS LOS NIVELES, DESDE ALGUIEN MARGINAL HASTA UN PROFESIONAL, DESDE LOS NIñOS HASTA LOS VIEJOS QUE AÑOS ATRÁS DABAN TAPABOCAS AL ESCUCHARLAS…..LE PREGUNTO Y PIENSE CON TODA HONESTIDAD, NUNCA EN UN MOMENTO DE IRA SE LE HA ESCAPADO? ESO SE HA IDO INCORPORANDO AL CUBANISMO.ESETUVE VIVIENDO EN ECUADOR Y ELLOS NO SABEN EL SIGNIFICADO DE TAL PALABRA A DIFERENCIA DE LOS VENEZOLANOS QUE POR TANTOS CUBANOS ALLÁ CUMPLINDO MISIONES YA LA HAN APRENDIDO.

    • Delia Proenza Barzaga

      Caimán, aquí lo importante no es si a alguien se le ha escapado o no alguna vez por azar, en un momento de ira (de paso sea dicho, se me han escapado otras, pero no esa), sino la proliferación de lo que yo llamaría desparpajo al hablar.
      Lo importante, a mi juicio, es que las familias, las instituciones docentes y la comunidad en general comprendan el peligro de maltratar no solo el idioma sino, sobre todo, las ideas, y el comportamiento ético y ciudadano, sin hablar del interlocutor a quien le dicen cosas tales.Que comprendan y, en consecuencia, hagan algo.
      Gracias por opinar.

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