La evocación de Camilo

Luis Manuel González Castro trajo volando sus 79 años desde su finquita cerca de su casa allá en la comunidad yaguajayense de Narcisa, y a poco ya estaba en la sala de la amplia pero humilde morada desgranando anécdotas sobre Camilo, el querido jefe que marcó su existencia, no solo

Este seis de febrero Camilo cumpliría 82 años.Luis Manuel González Castro trajo volando sus 79 años desde su finquita cerca de su casa allá en la comunidad yaguajayense de Narcisa, y a poco ya estaba en la sala de la amplia pero humilde morada desgranando anécdotas sobre Camilo, el querido jefe que marcó su existencia, no solo con su ejemplo insuperable…

Camilo: el novio de todas las abuelas

“Yo estaba alzado con Félix Torres formando parte de su Destacamento Máximo Gómez del Partido Socialista Popular cuando Camilo Cienfuegos y su Columna Invasora No. 2 llegaron a nuestro campamento en Jobo Rosado la noche del 8 de octubre de 1958.

“A Camilo le pusieron bien ese alias del Hombre de las mil anécdotas, porque cada vez que hablaba decía algo interesante o curioso. Yo recuerdo que al principio de llegar él con su tropa, Félix Torres nos presentó a todos nosotros.

“Félix le dijo: ‘Mira, este es Alberto Cortés, este es mengano, este zutano’, y nos fue presentando, y en un momento dado se volvió para mi hermano Mario José González —ya fallecido— y le indicó: ‘Mira, este es Cheo Manigua, y este otro es Manolo, el hermano’… a lo que Camilo repuso: ‘Bueno, si este es Cheo Manigua, su hermano bien puede llamarse Manolo Matojo’, y ahí mismo se me quedó ese nombre”.

No bien acabado de llegar aquel excepcional Comandante, Matojo, quien venía desempeñándose como mensajero de Torres, tuvo oportunidad de comprobar su compañerismo a toda prueba, y fue cuando Camilo decide enviar un mensaje a la capital de la entonces provincia de Las Villas.

Camilo me dijo, señalando para mi hermano: “Si este es Cheo Manigua, tú puedes ser Manolo Matojo”. “Me tuvieron que afeitar y maquillar unas mujeres que ahora viven en Meneses. Me monté en un coche de ferrocarril en La Guanaja y de ahí fui a Santa Clara, y ahí estaba la dirección en pleno del Partido Socialista reunida ese día. Yo llegué y entregué el papel. El mensaje orientaba que urgentemente le situaran comida al Che y su Columna 8 en un sitio cerca de Guasimal, porque la tropa venía hambrienta y sin víveres.

“Ahí mismo terminó la reunión, porque ellos se pusieron en función de cumplir esa solicitud, y yo regresé a la zona norte. Cuando Camilo me vio, me preguntó: ‘¿Ya cumpliste?’ Y yo le respondí satisfecho: ‘Sí, Comandante’.

“Cuando el combate de Zulueta, yo estuve en el grupo que fue a atacar ese pueblo por segunda vez, porque la primera ocasión no se pudo tomar el cuartel y hubo que intentarlo de nuevo. Camilo dijo un poco molesto: ‘¡Hay que tomar a Zulueta a como sea!’, y se tomó.

“El trato de Camilo era magnífico. Él cuando estaba en un combate sí era exigente como el que más, pero en el campamento siempre estaba jugando con todo el mundo y nos trataba a todos con mucha consideración y respeto”.

HUMANO Y JUSTO

Julio Rodríguez Peña, ahora con 85 años, no fue bautizado por Camilo con el sobrenombre de “El Conde”, porque ya lo tenía cuando el Comandante Cienfuegos llegó desde la Sierra, pero su breve relación le dejó la huella indeleble de sus muchas virtudes.

Cuando Camilo llega al campamento, Julio se encontraba con una escuadra de combatientes al mando del capitán Galán, en un punto cerca de la carretera a Caibarién, por lo que no lo conoce hasta la mañana del 9 de octubre, cuando regresan a Jobo Rosado.

A los pocos días, cuando el Hombre del sombrero alón ordena realizar una emboscada al Ejército en la vía Yaguajay-Caibarién El Conde conoce a Camilo.

“Camilo era un ejemplo de bondad y de nobleza”, asegura El Conde. “Allí se esperaba que pasaran tres camiones cargados con guardias, pero solo vino uno con 12 o 14 alistados. Se tiroteó el camión, que se volcó un poco más adelante. Entonces fuimos hacia el carro. Yo andaba con una carabina italiana y cogí entonces una San Cristóbal y una caja de balas.

“Había allí un muchacho que yo no conocía y que creo que era panadero, entonces, cuando vamos caminando, el muchacho y yo cargados con aquello, siento la voz de Camilo que nos pregunta severo: ‘¿A dónde ustedes van? ¿No ven que estos hombres son seres humanos igual que nosotros?’ Y señalando para el vehículo volcado encima de algunos de aquellos infelices, ordenó: ‘¡Arriba, vamos a levantar el camión!’.

“No sé cómo lo logramos, pero enderezamos el camión y entonces se pudo sacar a los muertos y los heridos de allí abajo y ayudar a los sobrevivientes”.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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