Escambray regresa a la vida de un sabio que no cursó la academia. Se empinaba a los 11 años en su natal Cabaiguán cuando estrenó la vida laboral fregando pomos en una botica; después, dependiente de bodega y desde bien joven conoció la lucha clandestina y hasta entabló amistad con el líder azucarero Jesús Menéndez.
Siempre advirtió que tuvo una rigurosa formación laboral complementada por la influencia de la familia. Para los subordinados más allegados, Evaristo Hernández Lago fue un “ingeniero de nacimiento”.
Antes de arribar al central Uruguay en la zafra de 1970, cargaba una obra personal que achicaba los almanaques. Miliciano, combatiente de la Lucha Contra Bandidos y de Playa Girón. Con apenas sexto grado lo designaron jefe del Plan Especial Escambray. Nunca había entrado a un ingenio cuando asumió las riendas del central Espartaco (actual provincia de Cienfuegos) y, pronto, lo convirtió en una “tacita de oro”, según sus propias palabras.
En el Uruguay empezó a tejer la vida azucarera que lo amarró a Sancti Spíritus, primero como región y después como provincia. Desde allí nació su obra maestra como cañero; también la particular relación con Fidel, con disímiles intercambios, historias y anécdotas. Como aquella que a él tanto le gustaba recordar.
Existía la idea de hacer un central en la zona sur de Jatibonico, que el propio Fidel manejaba como parte de la expansión cañera del territorio. Fue tema de intercambio entre el Comandante en Jefe y él más de una vez. Evaristo siempre defendió la tesis de ampliar la capacidad de molida del Uruguay antes de acometer la nueva inversión. Un día, cuando el encuentro rondaba los 45 minutos, Fidel le comentó: “Espirituano, vamos a hacer lo que tú dices”. Se amplió el Uruguay y sobrevinieron aquellas grandes zafras y producciones de azúcar.
Al crearse la provincia en 1976 fue elegido como delegado del Ministerio del Azúcar en Sancti Spíritus, cargo al que se consagraría hasta 1998. Comandó el período floreciente de la rama cañero-azucarera en el territorio. En el trazado de su vida laboral no había espacio para la pausa; durante años se desempeñó como especialista agroindustrial azucarero y también se consagró a otra faceta que lo cautivó: la historia del sector en la provincia.
Conversador sin fin, fue un ser humano respetado y querido en todo momento. En el mundo del azúcar tenía anécdotas para llenar libros.
“Para las nuevas generaciones de azucareros fue, más que ejemplo, un padre; nos inspiraba su responsabilidad, su sentido del deber, el amor por hacer las cosas bien, si le daban una tarea, eso para él era lo primero”, así lo describe Antonio Viamontes Perdomo, director de la Empresa Azucarera Melanio Hernández y compañero de trabajo en la última etapa.
Nacido el 6 de abril de 1936 en Cabaiguán, lugar donde descansarán sus cenizas, Evaristo Hernández Lago se inscribe entre los hombres indispensables de la historia de Sancti Spíritus. A lo largo de su carrera recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio por la Obra de la Vida de la Asociación Nacional de Técnicos Azucareros.
Su deceso el pasado 28 de octubre, deja a la provincia el ejemplo de un trabajador a toda prueba, hombre afable, sencillo, humano y con alto sentido del deber. Evaristo deja la impronta de un azucarero, imprescindible siempre.
 Escambray Periódico de Sancti Spíritus
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