Desde 1947 está descrito por la psicología el llamado síndrome de la página en blanco o bloqueo del escritor, que no es más que la incapacidad de producir nuevas ideas y puede durar desde horas hasta años. Aunque su nombre lo toma de la reacción que en ese sentido tienen los autores literarios o los periodistas, en realidad es más abarcador.
Identificado por el psicoanalista alemán Edmund Bergler, el desagradable bloqueo afecta a todos los autores creativos, no solo a los literarios. Pintores, escultores, diseñadores, músicos… nadie se salva. Existen razones físicas que lo provocan como el cansancio, malos hábitos en la postura al trabajar y fatiga ocular o, razones emocionales provocadas por depresión, estrés y muchas más. Esa diversidad de causas y efectos dificulta que en ocasiones se pueda identificar con claridad quien lo padece, según los estudios realizados a finales del siglo XX.
Uno de los problemas más comunes causados por el síndrome es la falta de ideas, lo cual lacera tremendamente el poder creativo de los escritores, artistas y otros profesionales que intervienen directamente en el goce estético y espiritual de la población. Resulta demasiado absoluto afirmar que alguien se queda sin ideas porque ideas sobran en todas partes, pero es real que muchos transitan por el incómodo momento de no encontrarlas y entran en shock.
La falta de concentración, el miedo y hasta ponernos metas inalcanzables se han identificado como motivos reales de la página en blanco. La duda de si eres lo suficientemente bueno, no querer defraudar a los públicos y seguidores, a no gustar a la crítica, a la exposición mediática, logran frenar en seco y ponen contra la pared a los creadores y demás afectados que, insisto, puede ser cualquiera de nosotros.
Hace unos días, en un intercambio de trabajo Yoel Pérez Triana, director provincial de Cultura y Arte en Sancti Spíritus, insistía en la necesidad de romper en buena lid con las rutinas que algunas zonas de la creación artística vienen mostrando y que dificultan, desde sumar nuevos públicos, hasta el resultado de la promoción e inserción en espacios que trascienden lo local. La búsqueda constante de nuevas rutas en ese sentido es, de por sí, la razón de existir de cualquier artista, gestor cultural, promotor, productor o ejecutivo.
Una de las grandes virtudes de la cultura cubana es la protección que ejerce sobre lo más valioso de su patrimonio cultural, más allá de las limitaciones que se enfrentan por falta de recursos y el bloqueo, que existe, es una realidad tangible. Sin embargo, como parte de esa protección y salvaguarda de la identidad nacional y sus valores está la constante asimilación de las expresiones contemporáneas del arte, la mezcla de saberes, salir de las inercias.
Existe el potencial creativo, las condiciones institucionales y la voluntad de aupar zonas que a lo largo de muchos años han sido menos favorecidas en el surgimiento y desarrollo de nuevos exponentes, pero también hay otras que, a pesar de estar bien establecidas, no escalan estéticamente, muestran una tendencia al poco desarrollo y por momentos pareciera que están delante de una página en blanco, no asimilan que lo más revolucionario que aportan los creadores es el cambio, la innovación, asimilar los progresos en el tiempo, las generaciones y sus necesidades espirituales.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus










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