¿Cuándo volveremos a tener un concierto?, me pregunta la mujer con toda la confianza de este mundo. Hace rato que no tengo a donde ir, me dice y quedo en una pieza. Pude darle una charla, sacar todas las justificaciones ciertas o no, pero apenas atiné a decirle que el contexto nos estaba pasando factura.
En estos tiempos de crisis —entre la falta de energía, la inflación, el desánimo de algunos, la inercia de otros y la perseverancia de quienes se niegan a propiciar un apagón cultural en Cuba—, se vive un ambiente enrarecido en la oferta artística.
En los últimos meses se ha logrado llevar a lugares menos beneficiados, tanto a creadores de renombre nacional e internacional como a otros de casa que no resuenan en la mediática actual, aficionados, creadores de las organizaciones que aglutinan a nuestros creadores; pero, ¿es suficiente? ¿Estamos poniendo en práctica la génesis misma de la cultura revolucionaria? ¿Llegamos a cada rincón de la geografía cubana con lo más auténtico de la creación artística y literaria?
Es imperativo el cambio en las dinámicas organizativas, el desplazamiento de horarios, llegar a los públicos en sus espacios y no esperar a que dejen todo para acceder a ese lado de la vida tan vital, que nos llena el alma y nos hace tener los tan deseados momentos felices.
Aunque no se ha abandonado el trabajo comunitario, a ello deben sumarse todas las instituciones, con originalidad y convicción, hay que salir de las zonas de confort.
Es cierto que necesitamos tener referentes que apoyen el desarrollo de nuestros artistas, pero los golpes de efecto aislados, la ausencia del intercambio natural entre los creadores de aquí y allá, pasan su factura a mediano y largo plazo. La cultura, como la educación, tan unidas en sus propósitos, son inversiones que no se pueden dejar a la libre improvisación.
En estos días, como le dije a mi interlocutora en plena calle, el contexto nos está pasando factura, pero lo que no cabe es cruzar los brazos. Hay muchos ejemplos de buenas prácticas comunitarias e institucionales, de organización y acompañamiento a favor de los públicos.
Apagones, inflación, desánimo, acomodamientos, poner lo personal por delante de lo colectivo…, todo eso y más nos mortifica cada día y es comprensible, pero lo que no se justificará nunca es subestimar las necesidades espirituales de nuestra gente.
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