Se me ocurre ahora que muchos queremos recordar a Fayad Jamís por sus 95 años, comentar acerca de su poesía amatoria, esa que resume no únicamente una intención, sino esencia de lo que fue para él expresión permanente de la vida.
Es muy frecuente hallar en sus versos recursos que dimanan de sus vivencias, de sus hallazgos circunstanciales, de esas representaciones mayoritarias, de los encuentros donde el alma humana descubre posibilidades hasta entonces ignotas y las proyecta hacia dimensiones provocativas y de alta sugerencia.
La poesía amatoria de Fayad Jamís, únicamente compilada en el título Sólo el amor, a cargo de Mario Alberto Nájera por la editorial Presente y Futuro de Guadalajara, Jalisco, México, en 1983, representa esa síntesis de extracto conceptual, establecido como punto de partida para conocer otras instancias de su poética en otras direcciones
A menudo se insiste en el carácter general de su poesía y no en la orientación confesional de lo amatorio que, si bien puede distinguirse desde los rumbos sociales hasta lo íntimo, adquiere en todos una representación privada, de sentida productividad emotiva y despojada de los ardides manipuladores de la poesía exclusivamente social, lo cual la distingue entonces por su sincera originalidad y por las fortalezas de su capacidad comunicante.
Es que toda la poesía de amor de Fayad Jamís parte de esa actitud franca y comprometida con los incidentes comunes y propios, con la necesidad de transmitir la voz de un tiempo, pero lo consigue sin contaminarse con los jugos que son adecuados a otro discurso y no a la poesía. Allí radica uno de sus méritos fundamentales.

En la generalidad sus poemas de amor ocupan un protagonismo evidente, no subordinado a los signos agentes de otra connotación social más expedita, en la que no pocos autores sacrifican el presupuesto estético, en menoscabo de una actitud de otra naturaleza.
“Cuando miro tus ojos” es tal vez el poema mayormente concesionario de esa referida actitud agencial, sin embargo, sus connotaciones estéticas lo rescatan para facilitar su reconocimiento a pesar de su construcción desde códigos ahora recurrentes, pero muy apropiados en diciembre de 1962.
Que no me falte nunca,
ni un día, tu mirada;
que no se apague en mí
el azul de esta llama
clara como los días
que crecen en la patria.
Este y otros textos de esa época declaran esas actitudes y como sucede con “Muchacha en Banao”, al transcurrir el tiempo diluyen los códigos sociales y dimensionan los registros amatorios estéticos que proyectan el poema hacia cualquier tiempo.
He olvidado cómo eres, ahora me he puesto a hacer con
letras
tu retrato: aquí están la luz sudorosa de Banao
y las manchas de tus ojos en el rostro de tierra de la
multitud.
Los poemas escritos una década atrás aseguran la coherencia de esos conceptos, porque constituyen manifestación de un estatuto del sujeto popular reverenciado, si tenemos en cuenta que la posición de su proyección lírica es capaz de instaurarse desde los temas de marcada cotidianidad, hasta los conseguidos como resultados de notaciones estéticas de elevado reconocimiento académico.
Existe otro componente en la poesía de Fayad Jamís, asociado a las posibles sonoridades exteriores o interiores de determinados espacios y de las que se vale el poeta para ofrecer un acercamiento sónico a sitios de segura afinidad con el receptor de su poesía. La validez melódica entonces no sólo cuenta por los atributos de su estructura, sino por esas cualidades de sugerencia expedita de los efectos imitativos o reproductivos.
Ahora, un pintor definitivamente abstracto como fue Fayad Jamís, con obras que ofrecen sugerencias concretas como su paradigmático cuadro “Tierra” entre otras muchas, es singularmente después de 1959 un poeta concreto, que valida la alta productividad de su verso coloquial, en peculiares juegos metafóricos de rápida asociación de lo cotidiano, aproximando los recorridos de la voz lírica, a las experiencias más periódicas de cualquier receptor.
Ese pintor que fue Fayad Jamís es también una entidad privilegiada al poder recibir y reinterpretar la policromía circundante y adecuarla a la tonalidad de su poesía, con una coherencia natural, aparentemente espontánea por lo fluida de su elaboración y su correspondencia con las manifestaciones habituales de los contextos.
Fayad domina las luces de los espacios exteriores e interiores, incluso consigue proyectar la luminosidad de lo interno, con la fuerza de una sinécdoque de los planos exteriores y representados por el poeta en una síntesis oportuna y firmemente conservadora de las reservas de la memoria.

Esa luz de campo, de poblado del interior de cualquier país, de metrópoli, se asienta a pesar de la diversidad de los espacios, serena, en evitación de reacciones violentas, como si esos efectos de iluminación se instauraran en equilibrio de actos y emotividades.
“Sinfonía de febrero” es un interesante poema de 1950, cuando Fayad Jamís no había alcanzado su total madurez, pero en el cual comenzaba a definir una negación conceptual de tratamientos estéticos como el decadente neorromanticismo.
Ahora escucho que me llaman desde algún sitio de la noche.
Oigo mi nombre en una voz desconocida
Ahora siento mis brazos pesados más ciertos, húmedos, ateridos.
Ahora mi corazón flota, redondo, en el agua de la Angustia.
Son versos cargados de la impronta expresionista que Fayad acomoda al consciente de necesidad transformadora, de acopio y resumen de las impresiones más cotidianas, sin comprometerse con los estereotipos predominantes en los extremos de una poesía popular y otra difundida insaciablemente.
La literatura amatoria de Fayad es perceptible no sólo en aquellos textos identificados desde esa confesión, sino en muchos que, con un posicionamiento de otra naturaleza, consiguen esos enlaces y definen una proyección de lo social con resultados estéticos de otra naturaleza. Y otros que, en la búsqueda de su carácter amoroso, incorporan fundamentos sociales de sentida trascendencia. Una lectura de “La primavera ha muerto” resulta un ejemplo notable de ese corolario.
Otra dimensión de su poesía de amor es aquella que sintetiza su voluntad lírica en propuestas metafóricas que derivan de planos de significación filosófica, dotados de intenciones cuyas propiedades de asociación con lo poético se disponen desde un proporcionado equilibrio anafórico, como expresa “Con tantos palos que te dio la vida”, tal vez el más conocido de los poemas de Fayad Jamís, quien, a la vera de su aniversario 95, requiere de una lectura superior, como superior debe ser la aproximación al contenido total de su obra como pintor, poeta y promotor internacional del arte y la cultura cubana.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus










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