La albañilería le viene de casta a Yaimé Bedia Díaz. De su padre aprendió hacer la mezcla y tirarla con “gracia”. Después de más de un resane en casa y sin proponérselo, se adentró de lleno en uno de los oficios más antiguos del universo. Hoy cuelga con orgullo su título como albañil integral de restauración de la Escuela Taller Conrado Garau Gayá.
“Estudiaba magisterio y decidí no seguir. Encontré la oportunidad que ofertaba en su primer curso la Oficina del Conservador en la ciudad patrimonial de Sancti Spíritus y no la desaproveché”.
Tras su egreso, la joven yayabera se sumó al claustro del plantel que desde su propia génesis no ha encontrado dónde echar raíces. El colectivo enfrenta cada día más de un obstáculo.
SIN CIMIENTOS
En su inauguración, a finales de 2020, después de una larga espera y con este periódico como testigo del hecho, el otrora director de la Oficina, Roberto Vitlloch, anunció que plantaría bandera en el perímetro del ya extinto politécnico Orlando Paneca. Fue uno de los momentos más duros de la covid, por lo que gran parte de las clases teóricas tuvieron un escenario digital. Luego, tomó asiento en un pequeño local en el Centro de Interpretación de la añeja villa, conocida como La maqueta.
“Cuando pudimos encontrarnos de forma presencial el espacio era tan pequeño que para dar las clases los profesores debíamos salir del lugar. Pero sí se impartieron los talleres prácticos, tal y como se exige en los planes de estudio”.
En la memoria de Ever Antonio Jiménez Díaz, profesor de Carpintería, están nítidos esos días como en varias fotos colgadas en Facebook. La propia edificación de La maqueta y la iglesia de Jesús Nazareno se convirtieron en las áreas neurálgicas.
“Aunque las condiciones no son las idóneas, creamos un pequeño polígono donde están los restos de la iglesia. Los muchachos de Arqueología lo disfrutaron cantidad. Al no cumplir con el binomio teoría-práctica la formación se trunca”.
De las primeras clases hasta hoy ha llovido bastante. Actualmente, en un pequeño local de cuatro habitaciones prácticamente desnudas y techo de zinc, ubicado frente al conocido parquecito de Santa Ana y con carácter de préstamo, se forja el sueño de Eusebio Leal; se apuesta por darle vida a la Escuela Taller Conrado Garau Gayá que, a semejanza de las homólogas del resto del país, tiene como objetivo reinsertar a jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo, a fin de que formen habilidades necesarias y útiles para conservar toda ciudad patrimonial.
“Aquí ya hemos impartido las especialidades de Arqueología Histórica y Albañilería Integral en Restauración —refiere Jorge Luis Guerra Calzada, director desde hace un año en el plantel—. Hoy, además de esa última, contamos con Carpintería Integral de Restauración. Nuestros estudiantes reciben un estipendio de 2 100 pesos mensuales. Tienen los mismos derechos de un trabajador de la Oficina. Culminan como obreros calificados. Cerca de una veintena de espirituanos han egresado y hoy 10 son matrícula”.
Esas cifras delatan, sin explicaciones, una de las fisuras históricas de la Escuela Taller espirituana: una deprimida matrícula conduce a un menor egreso.
“La mayoría de nuestros alumnos no tienen formación vocacional —alude sin medias tintas Marlenis Aquino Arcos, secretaria docente—. Este año, por ejemplo, contamos con muchachos provenientes de la Enseñanza Especial; presentan dificultades en el aprendizaje, pero eso no impide que cumplamos con nuestros planes de estudio”.
Sandra Hernández Hernández, la nueva directora de la Oficina del Conservador de la ciudad de Sancti Spíritus, reconoce que han faltado vínculos con los centros educativos para realizar una captación idónea.
“Hay falta de información y desconocimiento sobre la existencia de nuestra escuela y sus posibilidades de trabajo, una vez graduados”.
Al unísono de esa realidad ha sido imposible cumplir con el anhelo presentado en el 2020, cuando se dio a conocer la noticia del plantel en la cuarta villa de Cuba: continuarían estudios.

“En este mes de octubre se efectuará en Matanzas una reunión de directores —opina Guerra Calzada—. Ya existe el Colegio Santa Clara, perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana, que puede ser una buena opción. Veremos qué se propone porque preocupan el transporte, el alojamiento y la alimentación”.
Como Yaimé Bedia —quien ya obtuvo el duodécimo grado y no descarta la idea de seguir el camino de la superación—, Alain Mendoza Curí apostó por enseñar donde mismo amplió sus saberes sobre albañilería.
“Nos esforzamos mucho para que nuestros estudiantes mantengan los deseos de aprender. Pero es cierto que si no practican se desmotivan. Por ejemplo, nos fuimos a los altos de la Plaza del Mercado para apoyar las labores que se hicieron allí y fue muy provechoso para todos”.
De esa búsqueda constante de alternativas conoce el experimentado Jiménez Díaz. Ante la ausencia de un taller para su especialidad —Carpintería e Instrumentos— ha logrado insertar, por momentos, a sus estudiantes en la mipyme Horta.
“La práctica es el criterio de la verdad. A veces, se menosprecian los oficios y es una muestra de desconocimiento. Son fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad. Cuando comenzó la escuela, se nos anunció el envío de un equipamiento de herramientas como donación que aún no llega. Ahora nos compraron unas cuantas, para la albañilería, pero para la otra especialidad, nada. Trabajamos con mis instrumentos”.
Lo ha experimentado Bryan Ramírez Valdés —alumno previsto como el más integral del actual curso— cada vez que ha podido tomar en sus manos una frota y una cuchara de albañilería.
“Me encanta ir y aprender más para en un futuro hacer una casita, un cuarto, un baño”.
Además de esas ausencias, el claustro se reinventa ante la falta de materiales como ladrillos, cemento, arena…
“No nos queda otra opción que volver una y otra vez sobre la teoría”, dice Alain Mendoza Curí.
Tal realidad se manifiesta también en el mínimo material de oficina y medios didácticos; dificultades todas que no escapan de los análisis del Sindicato y el núcleo del Partido.
“Además de los largos períodos de apagones que nos impiden utilizar como precisamos la laptop y la computadora de mesa, no podemos usar la impresora por falta de tóner”, declara Marlenis Aquino.
ANHELOS POR FUNDIR
Entre los tantos apuntes de la agenda de Sandra Hernández Hernández está encontrar un espacio idóneo para que prospere la Escuela Taller Conrado Garau Gayá. Conoce de la existencia de un proyecto inicial para ocupar el área del Cuartel Viejo, a un costado de la Iglesia de Jesús Nazareno, y desde hace años bajo la tutela del Inder.
“Tenemos que analizar por qué nunca se materializó. De no fructificar, seguiremos la búsqueda de una edificación donde podamos tener un polígono como cualquier escuela taller”.
Mientras, Jorge Luis Guerra y Ever Antonio Jiménez creen que otra solución está más cerca: agrandar el pequeño espacio, donde se imparten las teorías, con el local que colinda. Tanto esa edificación como la vecina —almacén de la Oficina— pertenecen a la Empresa de Servicios Técnicos y del Hogar.
“Solo cuando tengamos nuestra escuela con condiciones podremos cumplir con otro de nuestros sueños: ampliar las especialidades —añade Hernández Hernández—. Necesitamos abrirnos a la jardinería, la electricidad y que regrese la arqueología. Es una formación especializada, ya que capacitamos para que laboren en la restauración de todo lo que se encuentre en la zona especial de conservación”.
Que los egresados sean los “médicos del patrimonio” espirituano es, precisamente, otra deuda. “No les hemos ofertado ningún trabajo, salvo el de dar clases. Nuestra Oficina no cuenta con ninguna brigada en plantilla. Contratamos mipymes para las labores porque es ese sector el único que tiene los recursos”.
El colectivo de la Conrado Garau Gayá ha sobrevivido hasta hoy por sus empeños. Aspira a parecerse a su homóloga de Trinidad, ya con una veintena de años y muchos impactos.
“No hay tribuna donde nuestro claustro no haga el análisis de todas las problemáticas y cuánto podemos lograr. La escuela de la tercera villa, por ejemplo, genera ingresos propios que luego invierte en su mejora. También precisamos erradicar la tendencia de formar capital humano que luego busque otros horizontes mejor remunerados y no salve al patrimonio por el que se le preparó”, concluyó el director del plantel.
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