La zozobra inacabable de la familia Galañena Hernández (+fotos)

Luego de 36 años de espera, por fin reposan en Yaguajay los restos mortales de Cescencio Galañena Hernández. Ni siquiera colocando su cuerpo en un barril de metal de 55 galones, repleto de arena y cemento y perfectamente sellado, y lanzándolo posteriormente al fondo de un canal en las afueras

Familiares de Crescencio en el homenaje realizado en YaguajayLuego de 36 años de espera, por fin reposan en Yaguajay los restos mortales de Cescencio Galañena Hernández.

Ni siquiera colocando su cuerpo en un barril de metal de 55 galones, repleto de arena y cemento y perfectamente sellado, y lanzándolo posteriormente al fondo de un canal en las afueras de Buenos Aires, los sicarios de la tenebrosa Operación Cóndor lograron impedir que los restos del joven diplomático cubano  Crescencio Nicomedes Galañena Hernández regresaran algún día a Yaguajay.

El Negro, como sus familiares lo llaman todavía, había salido de la sede diplomática cubana en Argentina junto a su compañero de trabajo, el pinareño Jesús Cejas Arias, con quien caminaba sin mayores preocupaciones por Virrey del Pino, cuando, exactamente en el cruce con la calle Arribeños, fueron interceptados sin el menor escrúpulo. Era el 9 de agosto de 1976.

Según el periodista norteamericano John Dinges, quien asegura haber conversado con testigos que presenciaron el secuestro, un grupo de tarea argentino —unos 40 hombres armados—,  bloquearon con sus Ford Falcón ambos lados de la vía y sometieron a los revolucionarios, a pesar de la tremenda resistencia que estos opusieron.

Ocho días después, el 17 de agosto, en un intento por disimular el escándalo que representaba la desaparición de los diplomáticos, la dictadura argentina divulgó una nota ramplona y cínica en el diario La Opinión, en la que se afirmaba que la agencia de prensa AP había recibido un sobre con las credenciales de los cubanos y una comunicación que confirmaba su deserción del servicio exterior:

“Nosotros (Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena) ambos cubanos nos dirigimos a usted para que por este medio comunicar que hemos desertado de la embajada para gozar de la libertad del mundo occidental”, decía la acotación, sin firma a pie de página, ni aclaración de otro tipo.

EL MÁS CHIQUITO DE LA CASA

Alejandrina Galañena, la hermana que en estos 36 años ha mirado todos los días para la puerta de la sala a la espera de El Negro, todavía no ha podido olvidar el impacto de aquella noticia: “Cuando me lo dijeron me subió tanto la presión que me dio una cosa así, perdí el conocimiento, me caí y de verdad que desde entonces nunca me he sentido bien”, recuerda.

“Mi familia no ha vuelto a ser la misma después de aquel suceso —dice—.  Nunca. Mi papá sufrió mucho. A partir de entonces comenzaron a darle isquemias cerebrales hasta que murió. Sufrimos todos, pero hemos estado unidos por ese dolor”.

“Le decíamos El Negro porque cuando chiquito casi siempre andaba desnudo, no le gustaba ponerse ropa y cada vez que veníamos del campo cogía mucho sol y se puso muy prieto. El era callaíto, muy noble, te lo pueden decir los viejos de la zona. Mi hermano era una persona que se llevaba bien con todos, iba a cualquier casa como si fuera de la familia, sencillo, igual que mis padres”, recuerda Mario, otro hermano suyo para quien, obviamente, el dolor no termina con la aparición y repatriación de los restos.

En las lomas de La Garita, a un costado de Yaguajay, se crió El Negro, el benjamín de los ocho hijos que procrearon Ricardo Galañena y Victoria Hernández en medio de una pobreza rural que ayudó a curtir el carácter del muchacho.

“Era el más ‘chiquión’ de la casa —dice Alejandrina—, los viejos lo atendían más porque nació medio enfermizo, pero cuando creció fue muy decidido, muy  revolucionario; quiso irse para el Servicio Militar, se presentó y lo mandaron para Caibarién de guardafronteras; luego se fue para La Habana a estudiar hasta que le dieron la tarea de trabajar en Argentina, allá estuvo un año, hasta que lo desaparecieron”.

EL SUPLICIO DE AUTOMOTORES ORLETTI

Cuando el diario La Opinión y la agencia AP los daban como desertores, Galañena Hernández y Cejas Arias, este último todavía desaparecido, estaban confinados en Automotores Orletti, un centro clandestino de detención, tortura y exterminio de la Operación Cóndor en Buenos Aires.

Tal realidad la revelaría tiempo después un sobreviviente argentino llamado José Luis Bertazzo, quien lo conoció por medio de dos jóvenes chilenos igualmente recluidos en aquel infierno, que funcionaba tan normal como un garaje o un taller más de la ciudad.

En entrevista concedida en agosto pasado al portal Cubadebate, reproducida por Granma, el experto cubano José Luis Méndez Méndez, investigador, autor de los libros Bajo las alas del Cóndor y La operación Cóndor contra Cuba y representante legal de las familias de los dos diplomáticos, asegura que también el 19 de julio de 2004 el represor chileno Manuel Contreras Sepúlveda se lo confirmó en una conversación sostenida en Santiago de Chile, en la que le comentó, incluso, que los jóvenes habían sido interrogados por el terrorista Guillermo Novo Sampoll.

De acuerdo con la información obtenida por el propio Méndez Méndez, la Agencia Central de Inteligencia recibía los resultados de los interrogatorios realizados en Orletti a argentinos, uruguayos y chilenos llevados allí, 65 de cuales fueron desaparecidos.

Confirmados su secuestro y posterior asesinato, el paradero de Galañena Hernández y Cejas Arias constituyó, sin embargo, un verdadero misterio a lo largo de 36 años: que si sus cadáveres habían sido arrojados junto a los cimientos de un edificio en construcción en Buenos Aires, que si fueron tirados a un río, que si se encontraban enterrados en alguna losa…

HALLAZGO EN SAN FERNANDO

Según el diario argentino Página 12, fue un grupo de chicos que se entretenía cazando cuises y ratones, los que encontraron un barril de metal oxidado, ya roto, con huesos en su interior, en una zona ubicada frente al aeródromo de San Fernando, en las afueras de Buenos Aires.

Tras el aviso de los muchachos, la policía descubrió otros dos toneles con características similares, también con restos óseos, los cuales, según se determinó mediante rigurosos exámenes científicos realizados a posteriori, correspondían a Crescencio Galañena Hernández, María Rosa Clementi de Cancere, argentina, también empleada de la Embajada cubana y a Ricardo Manuel González, todos ellos secuestrados en agosto de 1976.

Esta no es la primera vez que en San Fernando se reportan hallazgos en barriles de víctimas que antes habían estado en Automotores Orletti; en el propio año 1976 fueron localizados siete recipientes de este mismo tipo, uno de los cuales, se supo después, contenía los restos de Marcelo Gelman, hijo del poeta Juan Gelman.

Daniel Rafecas, el juez que tiene a su cargo la causa por los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino Automotores Orletti, en virtud de la cual han sido condenados decenas de represores, ha ilustrado este episodio negro de la Argentina con suficiente elocuencia:

“Hay que caer en la cuenta de que personas con las que compartimos una misma cultura, una misma civilización, ejecutaron de un disparo en la cabeza a hombres y mujeres que estaban a su merced; luego se procuraron tambores, arena y cemento; luego, no sin esfuerzo, y seguramente de propia mano, colocaron los cadáveres en los tambores, los rellenaron, los sellaron, llevaron con sus brazos la carga de restos humanos hasta los camiones y finalmente arrojaron los tambores al río”, escribió el magistrado.

“La pista de San Fernando la seguimos a partir de un comentario aparecido en un libro publicado por dos periodistas norteamericanos (…) —confesó el investigador Méndez Méndez—. En el 2009 participé en la búsqueda en ese lugar con buzos argentinos de la Prefectura Naval (…) Desde el 2005 seguimos varias pistas, pero confiábamos en que la respuesta estaba en San Fernando”.

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Juan Antonio Borrego

Texto de Juan Antonio Borrego
Director de Escambray desde 1997 hasta su fallecimiento el 4 de octubre de 2021 y corresponsal del diario Granma en Sancti Spíritus por más de dos décadas. Mereció el Premio Provincial de Periodismo por la Obra de la Vida Tomás Álvarez de los Ríos (2012) y otros importantes reconocimientos en certámenes provinciales y nacionales de la prensa.

2 comentarios

  1. Hola,
    Me llamo Emily Kate y tengo una pasantia con los National Security Archives en Washington DC, EEUU por The College of William & Mary. Para el 24 de Marzo, el aniversario de la ultima dictadura de Argentina, vamos a publicar un informe sobre algunos documentos del gobierno de los EEUU que siguen clasificados apesar de prometas de desclaificarlos y esos documentos tienen que ver con los casos de Crescencio Galanena Hernandez y Jesus Cejas Arias. Buscamos fotos que podemos incluir en esta publicacion. Nos interesa mucho la foto al principio de este articulo y la con el texto: «Galañena (izquierda) junto a su compañero Jesús Cejas Arias, aún sin localizar.» Acreditaremos su periodico y el autor/el fotografo en cualquier manera quieran si nos da permiso usarlas. Por favor responde a este comentario o me mande un email si podemos usar esas fotos.
    Gracias.

    • Por nuestra parte no existen inconvenientes para usar la foto en su proyecto, a lo mejor podríamos localizarla a mayor tamaño si le interesara. Saludos, Dirección de Escambray

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