Más allá del cuero

El panorama del humor en Sancti Spíritus padece de no pocos vicios. Escambray alerta en torno a un mal que puede volverse crónico. Si el humor espirituano, como el del resto de la isla, tiene la máxima de entretener, hacerle la vida más alegre —al menos por unos instantes— a

El humor constituye un fenómeno artístico que requiere de elaboración, de creatividad.El panorama del humor en Sancti Spíritus padece de no pocos vicios. Escambray alerta en torno a un mal que puede volverse crónico.

Si el humor espirituano, como el del resto de la isla, tiene la máxima de entretener, hacerle la vida más alegre —al menos por unos instantes— a quien asiste a su encuentro, debe ante todo propiciar la reflexión; tiene que cuestionar.

Cierto es que los tiempos han cambiado y que otras influencias amenazan con parasitar el gracejo criollo, pero hay un principio que resulta insoslayable: el respeto por el público.

Sancti Spíritus tuvo su época de oro en el humor, contó con excelentes grupos y humoristas, todos autodidactas. Ellos tuvieron presente que el actor trabaja para un público; que el autor escribe para un público y, en consecuencia, el mismo público es un comunicador más dentro de cada espectáculo en vivo. Esa es una condición sine qua non, pues de la empatía que exista entre el que actúa y el que especta dependerá el éxito del producto artístico.

Actualmente existen deficiencias técnicas que devienen talón de Aquiles para muchos actores humorísticos. Estos acuden —en más ocasiones de las aconsejadas— al chiste banal, plagian un arquetipo mediatizado que está muy lejos de ser referente, reproducen vulgaridades sin razón, se autodenominan comediantes y terminan convirtiéndose en una parodia absurda de sí mismos.

Muchas veces podemos encontrarnos con espectáculos humorísticos cuya principal arma para arrancarle una risa al público es el llamado “cuero” o “chucho”, además de propuestas ya manidas y sin una visión renovadora. Son los mismos personajes, los mismos textos, apoyando un show armado únicamente a golpe de fonomimias y caricaturas, resortes que deberían emplearse como apoyo para el espectáculo y que, sin embargo, se han convertido en el plato fuerte de numerosos humoristas.

La selección de los repertorios, por su parte, también mina la salud del humor. Hay un latente desinterés por parte de algunos hacedores del oficio que se acomodan a ciertas formas de proyectarse y comportarse, lo que ha redundado en una pérdida por el interés de investigar, de prepararse, y eso se percibe, sobre todo, en sitios nocturnos o cabarés, donde por lo general impera el plagio y la mediocridad.

Otros andan por ahí travistiéndose en escenarios o haciendo de su físico freak una gracia que, en la mayoría de los casos, insulta al público. Hay muchas maneras de insultar al público, y no hablo solamente de forma directa o con alguna alusión racista, sino también subestimando la cultura y la inteligencia de las personas.

Así como los actores necesitan dominar técnicas actorales, es fundamental tener entre manos un buen guion con una historia sustancial, que permitan crear un lenguaje vasto de recursos escénicos que va más allá del decir. Y es que el humor constituye un fenómeno artístico que requiere de elaboración, de creatividad, y cuyo propósito debe ser reflexionar, más que reírse de sus propias miserias.

El hecho de que no exista una academia que forme humoristas no es justificación: el empirismo se desarrolla en la escena con trabajo y constancia. De hecho, buena parte de los humoristas de nuestro país fueron formados como actores en escuelas de arte, en talleres nacionales, salieron de grupos teatrales con una base conceptual en materia de actuación y con conocimientos de la escena.

Solo queda esperar a que los propios artistas se replanteen algunas interrogantes y le devuelvan al pueblo espirituano la posibilidad de distraerse a través de la comicidad y el verdadero humor criollo y fustigador que todo cubano lleva dentro, de modo que, como dijera la teatróloga Marilyn Garbey, consigan hacer de la risa un acto de sabiduría.

Roger Fariña Montano  (Director del Teatro Principal de Sancti Spíritus)

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

Comentario

  1. Se que es verdad lo que dices pero no mencionas por su nombre quiénes son. De esta manera quedan enjuiciados todos los humoristas y creo que es un mal generalizado pero no en un 100 % de las personas que hacen humos. La crítica tiene que ser directa y hay que ejemplificar con lo bueno y lo malo para poder hacer llegar el mensaje que se quiere. Al leer el ertículo pensé que en algún moento aparecería el nombre de alguna persona, grupo o proyecto humorístico pero me quedé igual que cuando comencé a leer. Tienes oportuniad para una segunda parte en este propio medio.

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