El espirituano del vuelo DMJ 0972

Rodolfo Hernández González, una de las víctimas del fatídico accidente aéreo del pasado 18 de mayo, era nativo de Cabaiguán. Ese día se trasladaba en aquel avión a Holguín para, paradójicamente, reparar aeronaves en ese oriental territorio cubano No tenía que subirse en aquel avión. O sí, pero era un

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Desde hace 30 años Rodolfo se desempeñaba como trabajador de la aviación en Cuba. (Foto: Cortesía de la empresa IBECA S. A)

Rodolfo Hernández González, una de las víctimas del fatídico accidente aéreo del pasado 18 de mayo, era nativo de Cabaiguán. Ese día se trasladaba en aquel avión a Holguín para, paradójicamente, reparar aeronaves en ese oriental territorio cubano

No tenía que subirse en aquel avión. O sí, pero era un vuelo más que de tan cotidiano tampoco resultaba trascendente. Era un ritual de años: poner un pie en la escalerilla, acomodarse el cinturón, despegar y aterrizar luego en cualquier punto de esta isla para revisar otras aeronaves tan semejantes a aquel Boeing 737-200.

A los aviones los conocía desde el motor hasta las alas. Antes de montarlos, incluso, los había hecho pedazos en sus manos: había apretado tuercas, había calibrado más de una pieza y había revisado al dedillo hasta la mismísima cola. Vivir casi en pleno vuelo fue siempre su elección, tanto que Rodolfo Hernández González se hizo ingeniero en motor y fuselaje en la antigua Unión Soviética, adonde fue a estudiar, y desde entonces, hace 30 años ya, trabajaba en la aviación.

Dicen que era una pasión infantil. Se le había vuelto vocación desde que vivía en Cabaiguán, donde nació, hasta su mudanza a Siguaney y a Santa Clara y hasta su residencia definitiva en La Habana. 

De tanto domarlos, no les temía a los aviones. Ni vértigo en las alturas, ni cosquilleo alguno en la boca del estómago, ni chicles para aliviar el zumbido en los oídos, ni zozobras… Quizás, porque el oficio se los había convertido casi en juguetes: podía desarmar y armar con igual pericia un IL-62M que un moderno EMB-190.

Lo avalaba una hoja de servicio que daba fe de su entrenamiento en las flotas Antonov-24, en la Empresa Cubana de Aviación, o de su experiencia como mecánico en el grupo de mantenimiento de las aeronaves A-320 o de la sapiencia que le valió para certificarse en el trabajo con aviones de gran porte como los Boeing o Airbus.

Por eso no lo pensó siquiera. Habitualmente se hacía, cada semana uno de los mecánicos de IBECA S. A —esa empresa mixta donde laboraba desde el 2011 como técnico de aviación— se montaba en una de aquellas naves para darles mantenimiento a otras.

El pasado 18 de mayo cuando Rodolfo abordaba el vuelo DMJ 0972 no era un pasajero más —aunque su nombre figurara como tal en aquella primera lista—. Holguín no era destino de reencuentros familiares ni de vacaciones; iba, paradójicamente, a realizar operaciones en aeronaves que habían llegado a ese oriental territorio.

Un vuelo rutinario, otro más. A esas alturas tal vez ya había sacado cuentas: una semana después, justamente el 25 de mayo, de seguro estaría de regreso para festejar su cumpleaños 55 y picar el cake con Alejandro, el veinteañero hijo; con su madre, la esposa, las amistades; y las llamadas y los mensajes de felicitación, tan distantes de los enmudecimientos de hoy.

Lejos estaba de imaginar entonces las imágenes en torrente desgarrador que sobrevendrían luego; las angustias todas; la toma de muestra de ADN de su hijo para confirmar su identidad en aquella otra lista; sus cenizas esparcidas en el mar, como lo quería; el pésame de una isla… Tal vez lo presintió.

A las 12:08 del viernes 18 cuando ese pedazo metálico se tambaleaba sin remedio para caer luego de panza en medio de aquellos cultivos, acaso tantos años de andar ajustando aviones le convertirían en certeza el peor de los presagios. Atado a aquel asiento donde había viajado miles de veces acababa de despegar y de “aterrizar” en su último vuelo. Irónicamente, aquel avión —semejante a muchos otros a los que había dedicado su existencia— le estaba arrebatando su propia vida.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

17 comentarios

  1. Si, triste pues perdimos a uno de los buenos, muy bueno, que siempre estaba cuando lo nesecitamos, que ademas era amigo de los buenos, por eso CHAMI siempre estaras entre NOSOTROS.

  2. Se nos fue un HERMANO, uno que queriamos mucho y que falta nos estas haciendo. Siempre estaremos con tigo CHAMI.

  3. paz eterna para los fallecidos en este fatidico desastre y es dificil creer que esta desgracia que cego la vida, suenos de tantas personas, haya sido un error humano.....solo queda que la justicia esclarezca los hechos sin ocultar nada...

    PAZ ETERNA A LOS FALLECIDOS EN ESTE FATIDICO SUCESO. ESPEREMOS Y CONFIEMOS QUE LA JUSTICIA, ACTUE CON VEHEMENCIA Y CLARIDAD, PARA TRATAR DE ALIVIAR EL DOLOR DE FAMILIARES Y DE TODO UN PUEBLO QUE EXIGE JUSTICIA Y ASI, EVITAR NEGLICENCIAS Y/O ERRORES EN UN FUTURO, QUE PUEDEN COSTAR VIDAS!!!!

  4. Amaury Martinez Rodriguez

    Mis mas sinceras condolencias a los familiares, amigos y compañeros. Soy espirituano y hace unos minutos encontré esta nefasta noticia, cierto no conocí a este espirituano digno pero en él vi descrito lo que en el pasado hace 28 años soñé, ser piloto. Siempre la muerte viene vestida de sorpresa aún la más esperada, nos aferramos a la vida por nuestra familia que nunca nos olvida y necesita. Recuerden a su ser querido en los momentos mas felices, cundo lo vieron luchar por los suyos, cuando tuvo que crecerse y creció, guarden su sonrisa por siglos. Fuerza para poder soportar este duro golpe que les reparó la vida, mi mas cálido abrazo está con ustedes.

  5. Nuestras mas setidas condolencias para sus familiares y amigos

  6. Felix Orestes Suarez

    Que mas puede decirse !!!. Que en paz descances compatriota. La vida es un torbellino de sorpresas y tu haz entrado en el pero con solo 54 años lograste lo que muchos no pueden en toda una vida.Tu familia y tus amigos te recordaran siempre, no hay dudas que de los buenos no hay olvido.

  7. Yo volé varias veces Habana-Holguín inlcuso en aviones grandes (recuerdo el primero Airbus A-320, proveniente de Francia, tripulación cubana). NO hay palabras para expresar el dolor que sentí por esas familias.Pienso en la mía propia, mi mamá que siempre le llama al móvil antes de despegar y luego de aterrizar, según sus cálculos. !cuanto dolor, preocupación, y más, sentiría si transcurrida la hora de vuelo, ella intentara llamarme y yo jamás contestaría.
    A todos EPD

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