Medio Oriente: ¿quién da más?

La ignorancia, dicen algunos, es a veces mejor que el conocimiento ante una grave enfermedad que amenace nuestra vida. Por desgracia, esa misma actitud prevalece en una gran parte de la humanidad, que ante la gravísima situación mundial actual -denunciada una y otra vez por el compañero Fidel- prefiere “meter

Mapa del Medio Oriente La ignorancia, dicen algunos, es a veces mejor que el conocimiento ante una grave enfermedad que amenace nuestra vida. Por desgracia, esa misma actitud prevalece en una gran parte de la humanidad, que ante la gravísima situación mundial actual -denunciada una y otra vez por el compañero Fidel- prefiere “meter la cabeza en un hueco”, tal como hace el avestruz, dándole la espalda al peligro que la amenaza.

Eso que a la mayor de las aves le suele costar la vida, también puede acabar con la especie humana en su conjunto por no mirar de frente el altísimo riesgo a que está expuesta y movilizarse en un esfuerzo supremo por desactivar las múltiples fuentes de conflicto, exacerbadas por las clases políticas de ciertos estados que les hacen el juego a los incendiarios imperialistas de la guerra.
Lo que ocurre hoy en el Medio Oriente recuerda con demasiada aproximación lo sucedido en los meses previos a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en países periféricos como Turquía, Servia, Rumania, Bulgaria…, pero también en otros más importantes por su desarrollo, como Italia, con sus gobiernos inmersos en todo tipo de rejuegos políticos e intrigas, como si la disyuntiva entre la paz y una hecatombe planetaria se tratase de un juego de niños.
A grandes rasgos, Italia y Turquía estuvieron en aquel conflicto esperando hasta última hora qué carta les reportaría mayores dividendos entre la entrada en la liza a favor de las naciones aliadas de la Entente: Inglaterra, Francia, Servia, etc., o del grupo de las llamadas potencias centrales: Alemania y Austria-Hungría, entre otras.
Finalmente, Italia se alineó con los Aliados y Turquía con el bloque opuesto, haciéndose responsable de masacres como la de decenas de miles de armenios en el territorio ocupado por el Imperio Otomano en el Cáucaso, hasta terminar derrotada junto con las huestes del Káiser Guillermo.
Curiosamente, el mismo proceder oportunista mostró Ankara en la II Guerra Mundial (1939-1945), cuando se mantuvo coqueteando hasta última hora entre los dos bandos contendientes, y, durante la batalla de Stalingrado, concentró numerosas tropas en la frontera rusa esperando su desenlace para, si la URSS resultaba vencida, entrar inmediatamente en la contienda a favor de la Alemania nazi.
Transcurrió un tiempo y la nación que estuvo a punto por segunda vez de emprender la acción equivocada, se alineó con los vencedores en la recién constituida OTAN, para convertirse en su baluarte del sureste frente a la Unión Soviética y los países de democracia popular.
Pero Turquía, que tiene la mayor parte de su territorio en Asia, añora ser considerada un país europeo por su origen étnico caucásico, empero su legislación peculiar y la religión islámica predominante, le han impedido ser aceptada como igual en el seno de la comunidad de Europa, que solo la ha reconocido como “miembro asociado” porque, en la práctica, se le considera una entidad anómala, distinta, anclada en el pasado.
De siglos le viene a Turquía la enemistad con Grecia y con el mundo cristiano, con los cuales sostuvo varias guerras desde los tiempos de los cruzados, y esa es una de las causas por las cuales la Europa comunitaria le ha negado el ingreso pleno a Ankara, que desde la invasión de la parte oriental de Chipre en 1974, para impedir la unión con Grecia, se debate entre ambas naciones.
Para contrarrestar esta desventaja con los europeos, sucesivos gobiernos turcos han fomentado estrechos vínculos con los Estados Unidos, país que ha impuesto su predominio en la OTAN para influir en favor de la única nación islámica en esa alianza agresiva y así lograr su favor en otros temas.
Ello explica las bases de USA en territorio turco y la permisividad de Turquía ante Israel, solo puesta en entredicho a raíz del ataque israelita a la Flotilla de la Libertad y la muerte de nueve ciudadanos turcos a bordo del buque Mavi Mármara, en marzo del 2010.
Después de este grave incidente, las relaciones de Turquía con Tel Aviv llegaron a su punto más bajo, prohibiéndole Ankara a sus asociados judíos entrenar con sus aviones en territorio turco y amenazando con enviar nuevas flotas con ayuda a los palestinos de Gaza, escoltadas por barcos y aeronaves de guerra.
Luego Ankara dio un paso adicional cuando tomó previsiones, aun no cumplidas, para impedir que compañías del país sionista prosiguieran sus actividades petroleras en las costas de Chipre. Al mismo tiempo, el Gobierno de Recep Tayib Erdogán sirvió de anfitrión a un encuentro tripartito con Brasil e Irán para propiciar una salida al diferendo en torno al programa nuclear persa, mientras expresaba su alarma ante el poderío atómico de Israel y amenazaba con llevar el caso a la ONU.
Y he aquí que, de pronto, Ankara pasa a apoyar a los insurgentes libios y hace causa común con EE.UU., la OTAN e Israel en el derrocamiento del régimen de Gaddafi, y acto seguido se convierte en base para los ataques al gobierno sirio de Al Assad, con el cual venía sosteniendo excelentes vínculos. Si esto no es oportunismo…
Qué decir entonces del gobierno de Washington y sus magníficas relaciones con Arabia Saudita, una nación reaccionaria, monarquía absoluta de corte feudal con la menor dosis de democracia en todo el Medio Oriente. Washington no ha dicho ni pío de las prácticas retrógradas de Riad, donde las mujeres carecen de derechos e imperan leyes y decretos de los tiempos de Alí Babá.
Mientras EE.UU. les compra a los sauditas cantidades ingentes de petróleo, les vende armamento moderno por valor de decenas de miles de millones de dólares, convirtiéndolos en un régimen dependiente, servil, que a su vez pasa por alto sus escrúpulos ante esos “infieles” venidos de ultramar, los cuales pisotean con sus botas y costumbres licenciosas los preceptos sagrados del Islam.
Tan vinculadas al sistema capitalista mundial están las naciones de monarquías absolutas en la región meso oriental -también Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Oman, Muscat, etc.- que han hecho una simbiosis rarísima entre su fe islamita, su sistema de gobierno, ejercido por reyes, sultanes, emires, imanes y visires, y el capitalismo neoliberal que, a nivel político, les dicta pautas y los utiliza como caballos de Troya en esa zona conflictiva, donde se encuentran las mayores reservas de petróleo y gas del mundo.
Ellos, y otros como los regímenes monárquicos de Jordania y Marruecos, unidos en la Liga Árabe, al parecer olvidaron del todo la causa sacrosanta de la nación árabe para servir a los enemigos de sus pueblos en la gran cruzada en contra de quienes se oponen a los intereses y designios del Occidente imperialista y defienden la soberanía, la independencia y los recursos naturales que natura colocó bajo sus plantas.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

2 comentarios

  1. Yo hube de cometer un error al escribir( no me rebelo) es YO ME REBELO AL SENTIR Y PENSAR DE LOS IMPRIALISTAS. Lazaro

  2. Super excelente comentario del periodista parece no haber nada que agregar salvo que no se puede seguir permitiendo a los imperialista de ambos lares y tipos los europeos y norteamericano que sigan tratando de mantener y seguir justificando el terror y luego hacer temblar al planeta y los habitantes como si todos seamos vulgares y no aceptables personas con el mismo derecho a sobrevivir y disfrutar del olor de las flores el nadar en los rio y mares y el recibir el alimento de la tierra por eso no me revelo al sentir y al pensar de los imperialistas europeos y los norteamericano creyendo que existe el camino de la dignidad humana por lo que lucharon sin temor por un mundo para todos EL GUERRILLERO HEROICO EL CHE y continuado en este momento por FIDEL CASTRO RUZ CHAVEZ Y GERALDO ANTONIO RAMON FERNANDO Y RENE. Lazaro

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