Curar el alma sana más que los comprimidos (+fotos)

Asegura el joven doctor Alberto Suárez Porras, quien durante cinco meses puso en práctica tal antídoto en los pacientes brasileños

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Brasil fue una experiencia maravillosa que me reportó un crecimiento espiritual y profesional incomparables, comenta el galeno. (Foto: Cortesía del entrevistado)
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Brasil fue una experiencia maravillosa que me reportó un crecimiento espiritual y profesional incomparables, comenta el galeno. (Foto: Cortesía del entrevistado)

—Doctor, ¿le puedo dar un beso?

La petición de la anciana fue tan inusual como desgarradora. Lo único que los separaba, en medio de la sala de aquella longeva, era el libro inmenso sobre las piernas del galeno —donde iba anotando cada uno de los descubrimientos del terreno— y la imposibilidad de la señora de levantarse inmediatamente.

Para ese entonces ya el joven cabaiguanense Alberto Suárez Porras, especialista desde hacía tres años en Medicina General Integral, había recorrido Centenario —esa comunidad del brasileño estado de Amazonas— de un lado a otro, había sorteado no pocos lagos y ríos para llegar a otros sitios más lejanos donde también vivían sus pacientes y se había conmovido más de una vez con la sonrisa de aquellos niños que lo abrazaban tan solo de poner un pie en tierra.

“Yo trabajaba en un programa llamado Riverino —comenta ahora sentado en la sala de su casa— que estaba 15 días en la comunidad y descansaba los otros 15 días. Para llegar hasta Centenario tenía que trasladarme 12 horas en barco y esa quincena me la pasaba sin energía eléctrica, porque allí solo hay de seis de la tarde a diez de la noche; después se ligaba un motor de luz facilitado por la Secretaría de Salud para poder encender un televisor, un ventilador”.

Ni los 45 grados de sensación térmica que suelen calentar de más ni el acecho constante de los yacarés o las cobras ni el torrente de agua inundando la rabeta mientras se trasladaba Amazonas adentro lo hicieron amilanarse. Se pondría a prueba otras veces como la noche aquella que con la luz de la linterna suturó la herida de perche en el dedo de aquel pescador o cuando intentó extraer del oído de otro hombre los disímiles huevos de mosca que habían ido creciendo allí.

“Te sientes realizado como médico porque haces el trabajo que tienes que hacer. Es una experiencia maravillosa, pues estar en el Amazonas es como estar en un Discovery Chanel en 3D; además, el cariño que te muestran las personas y los ojos de esos niños cuando tú llegas y luego te brindan una sonrisa es muy emocionante, te quitan ese estrés de haber navegado 45 minutos en una lancha. Para un médico joven como yo encontrar ese amor en el trabajo que realizas es muy gratificante”.

Se lo confirmaría la abuela a la que convenció de que podía caminar aunque un accidente vascular cerebral la atara a una silla de ruedas o los pescadores de San Francisco, aquel poblado recóndito, que le servían la mesa para compartir lo poco que tenían.

“Cuando uno es médico no solo hace el papel de médico. Tienes que crear empatía en la comunidad para que tengan confianza en ti y entender cómo viven y piensan para solucionar sus problemas”.

Bastaba aquel equipo, integrado por una enfermera y los agentes comunitarios de salud —esos líderes natos de la comunidad— para llegar a todos y sanar. En aquel andar de puerta en puerta había puesto en práctica la verdadera Medicina comunitaria, la de intervenir educativamente para poder prevenir los factores que ponían en riesgo la comunidad.

Cuando la noticia del cese del programa Más Médicos rondaba ya el mundo, Alberto andaba montado en una lancha y dejaba atrás a Centenario para descansar 15 días, como siempre. En su casa el amigo le anunciaría la decisión del Gobierno cubano y entonces lamentaría solo una cosa: “Yo no tuve la posibilidad de despedirme y sentí mucho eso; pero me llamaron varios pacientes para despedirse de mí y fue muy emocionante porque te das cuenta de que tu trabajo surtió efecto”.

Lo había ido cultivando de a poco, sin saberlo; acaso en aquellas consultas donde más que recetar iba aliviando también otras dolencias. A sus escasos 28 años ese auscultar corazón adentro le revelaría lo que había aprendido mucho antes.

“Brasil fue una experiencia maravillosa que me reportó un crecimiento espiritual y profesional incomparables. Nosotros trabajamos por encontrar esa sonrisa de ese niño que llega, por esa abuela que no puede caminar y le dices: vas a caminar ahora y se te apoya en el brazo y da tres pasos; ese tipo de medicina sana. No solo los comprimidos curan, curar el alma sana más que los comprimidos y a veces es mucho más importante que llegar a un diagnóstico y dar un medicamento”.  

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Alberto: El cariño de las personas y la sonrisa de los niños, fue muy gratificante para un joven médico como yo. (Foto: Cortesía del entrevistado)
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Tienes que crear empatía en la comunidad para que tengan confianza en ti, asegura el médico cabaiguanense. (Foto: Cortesía del entrevistado)
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Para llegar hasta Centenario, comunidad del brasileño estado de Amazonas, Alberto tenía que trasladarse 12 horas en barco. (Foto: Cortesía del entrevistado)
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“Yo no tuve la posibilidad de despedirme y sentí mucho eso; pero me llamaron varios pacientes para despedirse de mí y fue muy emocionante porque te das cuenta de que tu trabajo surtió efecto”.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

3 comentarios

  1. Son verdaderas historias contadas por los médicos cubanos en Brasil, a todos conmueve las anécdotas vividas por muchos de los profesionales cubanos en el gigante suramericano. Al Dr. Albertoe le doy las Felicitaciones!!! Por su gran dedicación a eso pacientes que están agradecidos por haberle sanado sus dolencias en un momento a otro. A todos los médicos cubanos:
    Felicitaciones!!!
    Por su gran trabajo!!!

  2. Ese es Albert mi compañero d estudio de rotación por ssp un saludo campeón gratificante verte a esa altura. Orgullo espirituano , así se hace

  3. Es un testimonio muy conmovedor. He escuchado a varias doctoras y doctores que regresaron de Más Médicos y cada cual cuenta algo así de conmovedor. Gracias por dar a conocer una obra tan hermosa, de la que Cuba toda ha salido fortalecida.

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