Fidel vivía para el Plan Banao (+Fotos)

Creado en 1965 por iniciativa de Fidel, fue este uno de los primeros planes especiales impulsados por la Revolución

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En cada recorrido por la zona no faltaba el intercambio con las mujeres insertadas en las faenas agrícolas. (Foto: revista Bohemia)
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En cada recorrido por la zona no faltaba el intercambio con las mujeres insertadas en las faenas agrícolas. (Foto: revista Bohemia)

Todavía a Osoria Herrera Oropesa se le estremece la voz cuando habla de Banao, ese espacio agrícola del sur de Sancti Spíritus que la naturaleza dotó de un microclima propio. Ni siquiera la línea telefónica pudo opacar su emoción desde la distante Habana. “Bueno, periodista, si su interés es conocer del Plan Banao, empiece a preguntar porque aquello fue algo grandioso; llegaron a trabajar cerca de 2 000 mujeres y Fidel pasaba por allí cada 15 días”.

Con algo más de 20 años Osoria se convirtió, en 1966,  en la primera mujer en dirigir un plan especial de ese tipo. Medio siglo después, sus recuerdos regresan a la zona, devenida en aquel entonces uno de los escenarios donde el líder cubano demostró, según sus propias palabras, “el potencial y el recurso humano extraordinario para la Revolución que había en las mujeres”.

“Fidel empieza a venir a Banao —relata Osoria— por el año 1964; él hace un recorrido desde el Escambray a Sancti Spíritus, pasa por la zona, ve el campito de uva al lado de la carretera, le explican sobre las características del lugar, y le dice a Arnaldo Milián que allí, con ese microclima, se podía hacer un gran plan con frutas exóticas; plantea, también, que hace falta emplear más mujeres.

“Es cuando vengo para Banao, había un lote y las mujeres de la zona trabajaban allí, el dijo que tenía que ganarme la confianza de ellas, por eso comencé podando uvas con las compañeras. Como administrador del plan empezó en 1965 Santiago Acosta Pena, luego por necesidades del país Santiago sale al exterior y después pasa al trabajo del Partido en la Región Sancti Spíritus y me designan al frente de la tarea”, añade Osoria.

VISITABA LOS CAMPOS

El naciente plan Banao pronto expandió sus áreas, se construyeron albergues, comedores, almacenes, talleres, toda una pujante infraestructura capaz de asimilar el desarrollo agrícola y la estancia de cerca de 2 000 mujeres, que encontraron en el trabajo agrícola la oportunidad del empleo digno y la inserción social.

Se fomentaron los cultivos de uva, fresa, espárrago y cebolla; a la zona arribó maquinaria y una flotilla de 20 guaguas Robur para trasladar las mujeres desde los pueblos y campamentos hasta los sembrados.

“Con mucha frecuencia Fidel llegaba allí —describe Osoria—, incluso llevaba importantes visitas, recuerdo a un famoso ajedrecista soviético, a Salvador Allende; iba al campo a hablar con las mujeres, lo mismo chequeaba las cosechas que pasaba por el comedor, estaba al tanto de todo.

“El plan —agrega— tenía a la entrada de Banao una casa de visita, de guano, y varias veces Fidel se quedó allí. Cocinábamos prácticamente de madrugada, él mismo preparaba los espárragos y hacía la sopa. Siempre estaba muy entusiasmado con el crecimiento que tenía el plan y el trabajo que estaban haciendo las muchachas.

“Aquello no fue solo la parte agrícola, también tuvo una gran historia social, el plan aseguró la educación de los hijos de las mujeres trabajadoras, se construyeron en esa época un círculo infantil y una escuela interna en el campo. Allí se llevó a cabo la primera rehabilitación de prostitutas que se hizo en Cuba, las primeras mujeres que estudiaron Enfermería en La Habana fueron a graduarse a Banao, las estudiantes de la Universidad de La Habana iban a la agricultura en Banao”, evoca Osoria.

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Pedro Arnaldo Luna, El Chino, estuvo varios años en la cebolla. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

A pesar de los años transcurridos Pedro Arnaldo Luna, El Chino, retiene en su memoria el breve intercambio con Fidel en la zona de Flor del Campo: “Se interesó por la cebolla y preguntó que cuánto tenía un macito; le dije que tenía 100 posturas, entonces quiso saber quien sembraba más, y le dije, yo. Respondió: ‘Bueno, vamos a hacer la prueba’, y le sembré 100 posturas en na’, en un pedacito; después empezó a sacar cuentas y me dijo que sí, que promediaba 2 000 posturas por hora”.

Corría el segundo semestre de 1966 y a Julio Nacario Díaz le encargó Osoria Herrera una tarea particular. “Me llamó, y me dijo: ‘Guajiro —así me decía ella—, hace falta con 20 hombres que usted suba para Las Llanadas, para sembrar fresa’. Figúrate, allí no había nada, había que construirlo todo, después se albergaron como 80 mujeres, se empezó a cultivarla y nos daba buen resultado, bajábamos por la mañana un panelito y por la tarde un camión de fresas. Allá subió Fidel un día a ver aquello.

VICTORIA CONTRA LOS PREJUICIOS

El 9 de diciembre de 1966, en la V Plenaria Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, celebrada en Santa Clara, Fidel hizo una detallada referencia a la transformación que ocurría en Banao y la calificó como una de las grandes lecciones, una de las grandes enseñanzas y “tal vez, una de las más grandes victorias contra los prejuicios (…), de considerar de que las mujeres solo eran aptas para fregar, lavar, planchar, cocinar, limpiar la casa y tener hijos”.

En la propia intervención, recogida en el libro Fidel Castro Ruz, Mujeres y Revolución 1959-2007, el líder cubano ilustró con elocuentes palabras lo que representó aquel proyecto agrícola: “Ahora, les voy a decir una cosa: sin la incorporación de la mujer al trabajo productivo el plan Banao no habría podido llevarse a cabo (…)”.

“Para saber lo que la Revolución ha hecho por la mujer, para saber —a la vez— lo que la mujer ha hecho por la Revolución, hay que ir a Banao, hay que ir a San Andrés, hay que ir a los Pinares de Mayarí, hay que ir a Maisí (…)”.

En otro momento de aquel memorable discurso expresó: “Los que subestimen a la mujer, los que no sepan apreciarla en toda su capacidad, en toda su posibilidad, que vayan a Banao, y que visiten otros muchos lugares (…) Pero para los que no entienden lo que es el burocratismo (…), que no hace feliz a nadie (…), que no hace feliz a ninguna mujer, que vayan a una oficina llena de empleadas y después que vayan a Banao (…)”.

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Julio Nacario Díaz, participó en el desarrollo de la fresa en la zona de Las Llanadas. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

ME VOLVÍ CEBOLLERO POR FIDEL

En octubre de1965 llegó a Banao Rigoberto Ronda Rivero, como parte de la primera hornada de técnicos que se formaban por la Revolución y actualmente máster en Ciencias y director de la Unidad de Ciencia y Técnica de Base del Inifat (Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical), ubicada en Pojabo. “Cuando llegué había 2 hectáreas de uva, unos viveros de fresa, algo de mango, no se hablaba todavía del espárrago. Ya una vez que estábamos aquí Fidel vino muchas veces.

“En una de las visitas en 1966 se reunió con nosotros en el campo de uva, en Las Cejas; llegó con su comitiva y recuerdo que se interesó por saber dónde parábamos, en qué nos trasladábamos; le dijimos que en un camión, también indagó: ‘¿Y no hace mucho frío?’; le contestamos que sí. Ahí mismo orientó que le mandaran a los técnicos un ómnibus Robur, fue el primero que llegó a Banao”.

Rememora Ronda que en cada visita Fidel los buscaba, les insistía a los técnicos que matricularan la universidad, mandaba a traerles libros, se ocupaba personalmente de la superación de ellos.

“Un día —añade Ronda— estábamos en la uva, el llegó, brincamos la carretera, y había un pequeño campo de cebolla, era de Raúl Conlledo, un campesino muy conocedor del cultivo; Fidel le hizo varias preguntas y le dijo: ‘Me tienes que enseñar a estos muchachos’ —se refería a los técnicos— para extender el cultivo aquí, que se da bueno’; luego me puso la mano en el hombro y le dijo a Conlledo: ‘Mira, el técnico, además de la uva, va a trabajar en la cebolla en Banao, ayúdalo’. Ahí mismo me dio la tarea y, desde entonces, estoy ligado al cultivo, me volví cebollero por Fidel”.

Detalla Ronda que en aquel sembrado Fidel se agachó, cogió una cebolla blanca y caminó hasta la Loma, donde están ahora las oficinas, “allí había un pequeño tallercito en el que se encontraba Manolo Marrero, al que le decíamos el abuelo, él estaba haciendo café, arriba de unas piedras y le dijo: ‘Comandante, espere para que tome café’. En lo que colaba, Fidel metió la cebolla en aquellas brasas, conversó un poco y al rato sacó la cebolla por la rama; la limpió un poco con las manos y se la comió, asada. Después todos queríamos hacer lo mismo, para probar a qué sabía, pero qué va, estaba difícil de comer, sin embargo, Fidel se la comió como si hubiese sido un pastel”.

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Rigoberto Ronda lleva medio siglo atado al cultivo de la cebolla. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

“Nos volvimos a encontrar el 28 de enero de 1992, en el Inifat, yo participaba en una reunión y él llega de pronto; nos presentaron, le dicen: ‘Ronda, el que está trabajando la semilla de la cebolla’. Él me pregunta: ‘Tú eres de ahí mismo, de Banao?’, le digo: No, Comandante, soy de Las Tunas; entonces me dice: ‘Ah, tú eres palestino’. Le contesto: Comandante, no me considero palestino porque para Banao me mandó usted’. Entonces se sentó y me dijo: ‘Hazme la historia’. Estuvimos hablando 45 minutos”.

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Fidel en la obra del seminternado de Banao, construido en 1965. (Foto: revista Bohemia)

LA HUELLA DE FIDEL

“El Plan Banao fue un sueño de Fidel que se hizo realidad y después no se llevó a vías de hecho todo lo que él quería hacer; no obstante, alcanzó a producir toneladas de espárragos —un cultivo exigente que requería hasta condiciones de frío—, se llegó a cosechar uvas dos veces al año, también fresas, usadas en los primeros momentos del helado Coppelia”, comenta Rigoberto Ronda.

Los exóticos cultivos fueron extinguiendo su presencia, menos la cebolla, dueña y señora hasta hoy.

“De aquel período quedan los recuerdos de lo realizado y de las visitas de Fidel; llegó a ser una de las zonas más mecanizadas del país, muy reconocida por la productividad; ahora se cultiva y produce desde otras posiciones”, apunta Rigoberto, quizás el único trabajador de aquella etapa que sigue activo en el ámbito estatal y, por demás, atado a la encomienda cebollera que le dio Fidel.

La huella del Plan Banao en las mujeres que allí laboraron la revive Olga González Romero, fundadora y obrera en el cultivo de espárrago: “En el tiempo que estuve allí fue la etapa más feliz de mi vida, tenía empleo, porque nosotras antes no valíamos na’, se trabajaba unido, con amor, Fidel venía todos los meses, un día me arrimé a él, pero yo, inocente, iba con la guataca y me dijeron: ‘Señora, usted no puede estar ahí con una guataca’, y tuve que separarme. Después vino otro día a entregarnos las guagüitas…, se metía en el campo, conversaba mucho, el vivía para el Plan Banao”.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

Comentario

  1. Y que sucedió con este Plan? Recuerdo cuando niño que se hablaba muchísimo de él; incluso vecinos del barrio trabajaron durante años, aún recuerdos las «guaguas» ROBUR que los trasladaban, otro plan más sin concretar y sin resultados, como las cochiqueras que el mismo Fidel bautizó » monumentos a la idiotez» unas por su inoperatividad y otras por la poca factibilidad de hacerlas eficientes, con altos costos…….todo queda en el recuerdo.

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