La mente de Eriel Sánchez es un hervidero, aunque ahora está en calma aparente en su hogar espirituano, hasta donde llegó Escambray, a petición de él mismo, luego de ser, lamentablemente, el centro de un suceso que ha sido mala noticia para el béisbol cubano.
«No voy a justificar nada», me aclaró cuando me pidió si podía entrevistarlo, aunque horas antes no había accedido al diálogo por razones que creyó prudente en ese momento, hasta tanto no avanzara la investigación de los hechos.
Frente a él, la pesadumbre de su rostro parece más fuerte que sus palabras, sin el calor de la discusión que el pasado sábado derivó en un acto de violencia.
«A raíz de la cantidad de personas que también me aprecian y me llaman asombradas por la trascendencia de esta situación, a la que estaba ajeno porque, como ya he dicho en otras ocasiones, no manejo el Facebook, pero para documentarme lo hice, vi que es impactante lo que está sucediendo y creo necesario que se escuche mi parte, sin justificar ni un ápice de nada de lo sucedido porque en realidad no estamos para justificar lo mal hecho o lo incorrecto».
Y repasa lo ocurrido en el juego del 27 de septiembre en el estadio José Antonio Huelga: «En el octavo inning, bateando nosotros, se da una jugada de regla, en la que quiero enfatizar. Tengo el pleno conocimiento de que existe: las bases están llenas, se conecta un fly al left field y el jardinero pifia la bola, tira a tercera, y allí fuerzan, el tercera tira a segunda y el jugador de segunda coge la bola, le cae detrás al corredor que entra en un round down y le pone out. Ahí el árbitro de home señala de manera evidente que vale la carrera, incluso mando al cargabates a que le pregunte y él lo ratifica. Yo juego con esas seis carreras, o sea seis-tres. Luego, la Isla consume su turno al bate en el octavo inning. Nosotros consumimos el principio del noveno y ya cuando va a comenzar el final de esa entrada para la Isla, que era home club, el árbitro de primera le transmite algo al de home, este me llama y me dice: ‘El juego está cinco a cuatro’. Le pregunto: ¿Por qué? Se reunieron todos los árbitros, empezamos el debate y ellos me explican la regla, que repito, yo conozco.
«Les comento que lo que no entiendo es que no se aplicara en el momento ese, sino después y es donde veo el fallo y la infracción por parte de ellos. Pasa el inning y nosotros ganamos el juego de pelota».
Y comenzó lo que nunca debió ocurrir, según las propias palabras de Eriel. «Cuando se termina el partido, por la amistad o la compenetración que hay entre Miguel Rojas y yo, decido ir hasta allí, me agacho frente a él en la cerca y le digo, con frases muy peculiares: Oye, compadre, en vez de estar puestos para la bobería de la comida (en referencia a un atraso que había existido en el hotel) y comiendo de la que pica el pollo, lo que deben es estar puestos para lo que pasa aquí y no suceda lo de la jugada porque ustedes son los máximos responsables. Cuando le hablé de esa forma, parece que Rojas no lo asimiló y me respondió con una palabrota: ‘Eriel ¿qué… quieres tú que yo haga?'».
Y el malentendido detonó en una discusión acalorada. Le respondí y ahí comenzamos a hablar de una forma descompuesta y estoy completamente de acuerdo en que somos responsables de comenzar una discusión».
Habla de la parte más sensible: «Tuve madre y la tengo en cenizas ahí atrás de donde estamos conversando, es una de las cosas que más aprecio y valoro en la vida. Lo que Rojas alega que dije fue al calor de esa discusión donde nos estábamos diciendo ofensas de parte y parte y ambos nos ofendimos con nuestras madres y otras tantas cosas que no pudiera describir con lujo de detalles. Caímos en una total falta de respeto. Hay un testigo, Dailer, el metodólogo del municipio espirituano, que estaba más cerca, porque ni Wilfredo pudo escucharlo porque estaba en la puerta del director del estadio hablando por teléfono. Después sí se acercó y vio toda la algarabía que formamos Miguel Rojas y yo. Incluso, Rojitas me desafió a que entrara para fajarnos».
En medio de tanto forcejeo, la discusión, la inicial, logró aplacarse. «Fui para mi oficina y acto seguido llegó la directora del Inder. Habló conmigo y le dije: Laidalí, tranquila, no soy hombre de resolver las cosas así, él ahora está asumiendo una responsabilidad de chequeador y yo de director y mañana somos civiles y en la calle podemos vernos y analizar como hombres la falta de respeto que tuvimos. Mi carrera no la voy a echar a perder, le dije. Y ella me respondió: ‘Niño, tranquilo. Mañana nos vamos a sentar a conversar los tres, a analizar el problema y todo va a quedar ahí'».
Cuenta que organizó y dio el mitin con el equipo donde se analiza el juego y luego se les concedieron a los atletas 15 minutos para saludar a la familia.
Entonces, sobrevino lo que ya se sabe. «Estoy subiendo con mi teléfono para el grupo de directores la foto de nuestro equipo haciendo la firma de apoyo a Venezuela. Habrían pasado 30 o 40 minutos del juego, más o menos. Siento una bulla y cuando paro la cabeza, ya veo a Miguel Rojas entrando a mi oficina. En ningún momento hubo una palabra de su parte de que íbamos a hablar. Eso no existió y tengo como testigo al representante de Islazul, que era quien venía detrás de él atajándolo. En realidad, por su temperamento, por su forma, no pensé nunca que él viniera a atacarme, pero la descomposición era tal que cuando abre la puerta va directo a donde estoy yo y me dice algo como que está molesto por lo que nos dijimos de las madres. Me tira un manotazo, yo respondo, le tiro y él se da con una mesa que hay ahí y se cae. Ya el compañero de Islazul trata de intervenir. Rojas se levanta con algo en una mano que no sé qué es lo que era. Y con la otra está sacando la mochila. Cuando veo que tiene un objeto en la mano, por defensa, cojo un palito que hay arriba de la mesa, que es de los lanzadores para hacer ejercicios de estiramiento, y ese palo lo tiro por arriba y le doy en la mano, parece que la punta de la otra parte del palo le da en la cabeza, que no puedo asegurar si la herida fue con el palo o con la mesa cuando le di y él se cayó. Al ver eso, lo dejo todo y a él se lo llevan. Quiero aclarar que no fue con un bate como dicen. No soy una persona capaz de coger un bate para defenderme de Miguel Rojas».
Asume la magnitud de los hechos: «Estoy consciente y me siento responsable de toda la actitud que tuvimos desde que perdimos la compostura y dejamos de ser entrenadores, pedagogos, educadores y con toda falta a la ética, nos convertimos en un espectáculo en el terreno. Lo demás fue una violación de él a mi privacidad. No premedité nada y él vino a donde estaba yo a agredirme, me defendí».
Alega que no existen problemas anteriores entre ellos. «Las personas andan diciendo que él tiene problemas en el corazón. Yo lo conozco. Incluso en reuniones de las glorias del deporte me tildan de su abogado porque pedí que le debían vender una carrocería para el auto, de que lo debían cambiar para un apartamento en el primer piso. No se puede dar motivo a que en las redes se vea más víctima a uno que al otro. Ambos somos responsables».
Las horas pasan, solo fuera de las cuatro paredes donde Eriel Sánchez se paraliza. «No me siento nada satisfecho porque, en realidad, es doloroso que ocurriera esto con una persona que vemos todos los días. Es doloroso, como ya dije, haber perdido la compostura y no haber tenido cada cual la capacidad de asumir responsabilidades y ver más allá de lo que podía pasar y mirar mucho más la amistad o el conocimiento que tenemos cada uno del otro. Me siento apenado, avergonzado de todo lo sucedido porque se trata de un compañero de Sancti Spíritus, de alguien con quien, te repito, nunca he tenido ningún tipo de problemas y a quien aprecio mucho. Me siento mal, pero mucho más por las cosas que se dicen. Vi que usted escribió algo muy profesional y, a raíz de eso, están sacando otras cosas que no están en la persona de Eriel Sánchez. Para nadie es un secreto que sí tengo carácter, que le doy el frente a las situaciones, pero nunca en la vida he sido capaz de intentar dañar la salud de una persona, aunque se haya dado esta agresión por cosas que ya expliqué y cuyas consecuencias no se miden al calor del momento. Si se me diera la oportunidad otra vez no pasaría. Duele ver que se me esté tildando de asesino, de cobarde, de muchas cosas que en realidad no soy».
Es consciente de que está a expensas de una decisión de la Comisión Nacional. «Estoy a la espera de esa decisión y hallo justo que se analice, pero espero que se haga por todas las esferas e investigaciones pertinentes, sin obviar responsabilidades».
Algunos alegan que no debes dirigir más…
«Muchos están diciendo que no debo dirigir más, incluso algunos dicen que es porque las redes lo están pidiendo. Creo que deben basarse en los hechos y, si determinan de que yo no dirija más, ellos son los que tienen la potestad de hacerlo, pero no porque las redes lo digan. No vamos ahora a sancionar a Eriel porque tenemos que pedir su cabeza y dar un escarmiento».
Y se derrumba en un llanto hondo e interminable. Repasa otra vez el día fatídico en que fallaron las palabras, la comunicación, el tino, la sensatez, el autocontrol. Le martilla todo, hasta decisiones personales que le han quitado el sueño en las últimas horas y que me pide no revelar. Rescata, como puede, las palabras. Agradece la oportunidad de poder hablar y pide «a los que todavía consideran un poquito mi reputación, quisiera conservarla y no perderla».
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.