Jorge González, un capitán argentino, que viaja como parte de la flotilla Global Summud, narra desde el Mediterráneo los objetivos y riesgos de la mayor misión civil para romper el bloqueo humanitario a Gaza.
Con la proa apuntando hacia Túnez, Jorge, con 52 años, es un experimentado capitán de barco avecindado en Barcelona que en conversación con Prensa Latina describe un panorama de determinación y riesgo creciente.
Desde la cubierta de uno de los barcos de la flotilla, su voz se transmite vía satélite, mezclando el ruido del viento y el mar con un relato de convicción profunda.
“No estamos contentos por la situación, que es trágica, pero es un privilegio y un honor poder participar como capitán rumbo a Gaza”, afirma González, quien se sumó a la iniciativa tras encontrar la convocatoria en redes sociales.
Su experiencia como navegante y su histórica solidaridad con la causa palestina lo llevaron a postularse de inmediato.
El objetivo declarado de esta flotilla, la más grande organizada hasta la fecha según sus integrantes, no es solo entregar ayuda simbólica.
“El objetivo político es empujar hacia la apertura de un corredor humanitario real. Hay toneladas de ayuda retenidas en la frontera. Lo urgente es que esa ayuda entre, no solo la nuestra”, explica. González.
En la conversación, relata con crudeza la realidad sobre el terreno: “La única ayuda que entra es la que el ejército israelí usa como trampa para atraer a palestinos hambrientos y luego fusilarlos”.
«Los antecedentes sombríos y las amenazas actuales».
La misión no ignora los peligros.
González enumera antecedentes que van desde el abordaje y hundimiento de una flotilla hace unos meses –donde estaban los organizadores de esta, como Greta Thunberg y Thiago Ávila– hasta el ataque mortal de hace una década donde nueve activistas fueron asesinados por la marina israelí.
Pero las amenazas, dice, son ahora más explícitas: “ministros israelíes y el propio Netanyahu dijeron que no seremos tratados como la última vez, con detención y deportación, sino como terroristas, que iremos a cárceles de máxima seguridad”.
Ayer, agrega, otro ministro habló de usar misiles para repeler la flota. . Dejando en claro que no tienen, o no quieren usar, armas no letales. Un misil es muerte o nada”.
Y ayer, de manera muy rara, comenta, un dron hizo explotar parte de la popa de uno de los veleros anclado en el puerto de Túnez, como nuestra de que intentarán de todo contra la flotilla.
«La marea creciente de la solidaridad».
Frente a estas advertencias, la confianza de González en la solidaridad global que ha crecido exponencialmente.
“En Europa se ha disparado. Ya no hay artista o personalidad cultural que no se manifieste. Pero hay un caso emblemático: los portuarios de Génova”, destaca, “amenazaron a Netanyahu con que si toca la flotilla, bloquearán todos los puertos de Italia. Eso significa que 15 mil containers anuales hacia Israel no saldrían”.
Para el navegante argentino, esta acción sindical representa “una imagen espectacular e impresionante de solidaridad y de cierta justicia poética. «. «Un dirigente con los cojones que hay que tener amenazando a un criminal de guerra con algo tan simple y poderoso como una huelga».
La flotilla, que partió de Barcelona con una veintena de embarcaciones, espera reagruparse y superar los 50 o 60 barcos en Túnez, su segundo punto de partida, con tripulaciones de 44 nacionalidades.
“Hay una fuerte presencia latinoamericana. Argentinos somos unos nueve o diez, también brasileros, ecuatorianos, colombianos. La solidaridad latinoamericana con Palestina viene bien”, asegura.
Tras el reabastecimiento y un breve descanso en Túnez, la flotilla pondrá rumbo definitivo a Gaza. “Seguimos a pesar de las amenazas de estos criminales”, sentencia González, cuya voz se pierde en la estática del mar, un testimonio de valor civil navegando hacia el epicentro de una crisis humanitaria.
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