La Electromedicina no es solo la profesión de José Antonio Hernández Hernández, sino una parte esencial de su vida. A diario pone en práctica la premisa de que la ciencia y el altruismo pueden ir de la mano para sanar.
Desde el Kurhotel Escambray, enclavado en Topes de Collantes, el joven José Antonio reconstruye equipos imprescindibles para el diagnóstico y tratamiento de los pacientes que acuden al lugar.
Es un convencido de la utilidad de su llegada cada mañana a este, el único centro de su tipo en Cuba y en América Latina destinado al turismo de salud.
El brillo de sus ojos al hablar de su profesión delata devoción y compromiso. Innovar, crear, investigar… son verbos frecuentes en su diálogo.
Su taller lleno de cables, voltímetros, destornilladores, es el sitio perfecto; allí cobran vida esos equipamientos que por su obsolescencia o uso continuado han dejado de funcionar.

“El equipo no habla, pero tú tienes que saber que tiene que darte una respuesta o una acción determinada para llegar a una respuesta”, asegura.
Vestido de humildad y con overol azul, responde a Escambray más de una interrogante sin moverse de su silla y con la mano bien cerca del dispositivo que entró a su “salón”, y trata de repararlo en tiempo récord para bien de los servicios que se prestan en el lugar.
Entre las principales innovaciones realizadas por José Antonio figura una cabecera de cama apropiada para los enfermos de covid. “Antiguamente la enfermería tenía los botellones de oxígeno dentro de la consulta y era complicado su manejo y se corría un alto riesgo. Se optó por crear un sistema que fuera centralizado desde la cabecera, lo cual ayudó al trabajo del médico porque se necesitaba un flujo constante del gas medicinal; se prefiere poner los botellones fuera de la enfermería y se dividieron sus salidas”.
En aquel momento esta alternativa resultó una idea viable ante la llegada constante de pacientes necesitados de oxígeno.
Luego, vendrían otros significativos aportes que lo han convertido en una de las personas imprescindibles del Kurhotel Escambray.
“Otra de las innovaciones fue adaptar un flexa a una cama magnética, pues se rompieron sus dos tarjetas, lo cual afectó el servicio por casi 15 días. Con jornadas de trabajo ininterrumpidas, encontramos la solución a la tarjeta, pudimos adaptarla y echamos a andar el servicio”, cuenta con una satisfacción extraordinaria.
El técnico en Electromedicina no ceja en su empeño, y ahora se enfrasca en un nuevo proyecto que dará vitalidad a otra de las prestaciones de la instalación.
“En este minuto trabajamos en un equipo para dar autoestímulo a partir de la adaptación de un teclado, pues el suyo se dañó completamente”.
¿Cuál es el principal obstáculo para desempeñar sus funciones?
“En todo este asunto lo más que nos afecta es la documentación técnica porque a la hora de realizar una adaptación es muy difícil. Es un equipo único, si yo intervengo y me falla la reparación deja de funcionar y, por consiguiente, lo perdemos.
“Intervenir un equipo es como entrar a un salón de cirugía con un paciente, tú tienes que analizar primero, tienes que tomar en cuenta todos los aspectos pro y contra, analizar bastante antes; cada paso que hagas puede ser el último. Por tanto, lo puedes salvar o lo puedes terminar de romper”.

¿Cuánta importancia tienen para la calidad de los servicios estos trabajos de innovación que se llevan a cabo en un centro como este?
“La importancia es muy grande. Cada vez que yo hago una innovación le estoy ahorrando al país dinero, gestiones a nivel internacional, transportación y resuelvo con lo que tengo aquí”.
Sus dedos alcanzan a tocar una y otra vez el equipo de autoestímulo, ese que espera por que termine la entrevista para ser “operado” por su “cirujano”, quien muestra las partes de su “paciente”.
Cuenta José Antonio Hernández Hernández que el trabajo no es cosa de uno solo. Cuando todo se traba y el equipo no responde, sí lo hacen el resto de los electromédicos del país, “somos hermanos, he necesitado una asesoría, y lo mismo de Santiago de Cuba que de Guantánamo o Pinar del Río nos ayudamos unos a otros”, apunta.
¿La mayor satisfacción cuando logras llevar a cabo un proyecto?
“La mayor satisfacción para mí no es solamente arreglar el equipo sino ver al paciente que sale recuperado con el equipo que yo saco. A ver, no es que yo lo reparé —enfatiza—, sino que aquí hay pacientes que entran con muletas y salen caminando”.
Al joven anirista le reconforta saberse útil a pesar de la lejanía del lugar y el anonimato que quizás, puede tener en un sitio rodeado solo de montañas.
“Es cierto que estamos un poco aislados, y aunque no crea, eso ayuda a la psicología del paciente, pero el equipo también es importante tanto como el ambiente.
Para quienes acuden al Kurhotel Escambray es reconfortante encontrarse con el equipamiento indicado para la recuperación de afecciones, y que en muchos casos no encuentran en su provincia o ciudad donde residen”.
José Antonio Hernández Hernández no se vanagloria de sus éxitos frente al “quirófano”.
“No es el egoísmo de que yo arreglé el equipo y que la gente lo sepa, lo que me llena es ver que el ‘paciente’ sale satisfecho y sale curado”.
¿Cuánto aportan las innovaciones a su crecimiento personal?
“Me aporta mucho. La Electromedicina yo la comparo con la Medicina, aunque los médicos no lo crean así, porque en la Electromedicina tú tienes que estudiar lo mismo; desde un tornillo que va en una posición determinada hasta una calibración que usted cree que es la más tonta del mundo; tienes que estudiar mecánica, neumática, electrónica, por ejemplo”.
¿Innovar es un reto?
“Estar en el departamento de electromedicina siempre es un reto; es un reto desde que tú entras por la puerta, que te fajas con el oxígeno que es peligroso, o que te fajas con un compresor; saber trabajar con presiones determinadas porque cuentas con equipamientos que salvan al paciente o lo matan, y la vida está en tus manos”.

La ANIR, ¿una oportunidad?
“Yo entré a la ANIR sin querer porque siempre he querido reparar. No soy una persona que me caso con que ya terminé y esto no tiene solución. Desde que entré a este lugar saben que yo no me convenzo de que un equipo no sirve.
“La ANIR me da la oportunidad del crecimiento. El factor tiempo es el que no me alcanza. Ideas tengo muchas, innovaciones tengo muchas en mi cabeza; lo que no tengo es el tiempo”.
Sobre su proyecto más inmediato cuenta: “Ahora trabajo en un sillón de Estomatología que se le dañó la parte mecánica y lo estoy tratando de adaptar a un sillón dental Sinol para mejorar la atención en ese servicio tan demandado”.
Le ilusiona la idea de crear, de sentir la adrenalina cuando pone en la práctica esa posible salida a los problemas técnicos de los equipos médicos que soñó durante la madrugada, porque José Antonio no para de pensar ni en las noches si tiene algo pendiente. El compromiso con la vida va más allá.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus











Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.