Los milagros de La Esperanza (+fotos)

Además de distinguirse a nivel de país por devolverle la vida al plástico de desecho, este colectivo mantiene una estrategia de trabajo con impacto en el desarrollo local de Fomento y otras poblaciones

El plástico desechado se convierte en bienes de utilidad social y comunitaria. (Fotos: Alien Fernández/ Escambray)

Entre los fragmentos de plásticos, manos de mujer dan el acabado a una de las tantas líneas de surtidos bajo el sello de la Cooperativa No Agropecuaria (CNA) La Esperanza, de Fomento. Sus manos parecen cronometradas por un reloj suizo porque ni las altas temperaturas las hacen perder el ritmo impuesto por las maquinarias artesanales.

“La incorporación de la mujer a nuestra entidad ha sido uno de nuestros programas con mayor realce social —confiesa Alina Díaz Santana, secretaria de la Asamblea General de Socios de la CNA y la única fomentense que por mucho tiempo integró el colectivo varonil—. Para lograrlo, creamos un nuevo producto: escobas. Y allí están mujeres que llevaban tiempo desempleadas y familiares de trabajadores”.

Son alrededor de 15 féminas, quienes, tras aprender cómo unir el plástico reciclado con el nailon también recuperado, obtienen un producto utilitario y duradero.

“También las incorporamos a las labores de corte y costura porque los muebles nuestros llevan cojines y con su recortería hacemos almohadas. La máxima en La Esperanza es no desperdiciar nada”.

Basta con ir a los orígenes de ese colectivo para añadir que, además, los distingue la calidad e innovación de sus diversas producciones y los significativos aportes en su montañoso municipio y más allá. Los integrantes de la CNA saben que cargan sobre sus hombros con la comunidad.

“Dentro del proyecto de responsabilidad social cooperativa se ha establecido —y así está regulado en sus estatutos y aprobado en asamblea— apoyar a personas en situación de discapacidad. Atendemos a los socios y a sus familias. Eso resulta prioridad”.

A semejanza de la más efectiva de las radiografías, quienes lideran el colectivo conocen palmo a palmo a todo el personal que transforma plásticos de desechos en productos utilitarios.

“También atendemos lo que se conoce como casos sociales. Se les han entregado mobiliario y otras producciones”, acotó.

Conceder, entregar, extender ayudas a los más necesitados parece una línea más de trabajo dentro de la CNA. En contextos bien complejos, han estado presentes como ese hálito de vida que no permite tocar las puertas del desánimo o la rendición.

Pueden dar fe de ello muchas de las familias que sintieron cómo el huracán Ian, en el año 2022, arremetió contra el fragmento más occidental de este archipiélago. Hasta La Coloma, comunidad pesquera de Pinar del Río, desde el mismísimo corazón de Fomento, llegaron 15 módulos para viviendas, valorados en alrededor de un millón de pesos. Incluían igual número de juegos de comedor con mesas, butacas, sillas pequeñas; 70 juegos de sala, conformados por cuatro butacas cada uno; 15 camas y la misma cantidad de mesitas de noche, además de cestos para depositar ropa.

Con esa experiencia, tras conocer la situación de Guantánamo, luego del paso del huracán Oscar, los socios de La Esperanza acomodaron en un camión una veintena de colchones de cuna y personales, escobas, escobillones, y varios rollos de manguera. También, 80 sillas para niños y 500 almohadas de canastilla, entre otros artículos.

“Uno de nuestros principios es la solidaridad, la ayuda desinteresada que damos a quien de verdad lo necesite —alega Huberlín Zayas Alemán, presidente de la CNA—. A raíz de un pedido de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, presidente de la República, de incentivar la atención a los menores de edad de las zonas rurales, hicimos una donación de 15 casitas infantiles en los asentamientos rurales de nuestro municipio”.

En el largo historial de sus donativos inicia la lista el realizado al Hospital General Ricardo Santana, de Fomento; una tendencia que ha tocado otras instalaciones del sector de la Salud, como el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus y más recientemente el Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Universitario Arnaldo Milián Castro, enclavado en la ciudad de Santa Clara.

“Precisamente, relacionado con esa rama, tenemos otro programa de gran impacto social: el de recuperación de mobiliario clínico. Específicamente, se trabaja en la devolución a la vida útil de camillas y sillas de ruedas. Les damos mantenimiento y sustituimos con tejido plástico las partes dañadas”.

Si de novedad se habla, la CNA La Esperanza es la única que incursiona en ese quehacer que sustituye importaciones y, sobre todo, soluciona un gran problema social.

“Nos han confirmado el interés de todas las provincias por ese servicio. Hablamos de alrededor de 10 000 sillas de ruedas y 5 000 camas de hospitales, así como otras cosas vitales para el sistema de Salud”.

El ingenio y el talento que transversalizan todo el proceso, el cual incluye desde el diseño hasta la materialización de los productos totalmente artesanales, brotan espontáneamente en el propio colectivo. Una idea es presentada y se ajusta a indicadores de eficiencia y eficacia. Ni siquiera el hostigamiento de los apagones por el que deben laborar cuando existe el fluido eléctrico —incluso en el horario de la madrugada— les ha cortado la inspiración.

“Apostamos por transmitir nuestros saberes —acota Zayas Alemán—. Insertamos en nuestro taller a estudiantes de la Enseñanza Técnica Profesional y queremos impartir clases de la especialidad Artesanía del Plástico. Ya dos de nuestros muchachos están preparados para asumir el reto. Todos nos beneficiaremos, ellos con los aprendizajes y nosotros con la mano de obra calificada que nos hace falta.

“Los diseños aquí se hacen por iniciativa de los obreros. Son muchachos que se sientan, por ejemplo, a la hora de la merienda y se ponen a sacar cuentas y ahí comienza todo”.

Ha sido esa la clave de la CNA La Esperanza. Cuando se mira hacia atrás no hay espacios a las dudas. En el 2014 arrancó con la producción de mangueras y tuberías plásticas de diversas medidas; poco más de dos años después, dio los primeros pasos en la obtención de un tipo de madera plástica, más rudimentaria que la actual y luego, en el 2019, se aventuraron a la producción de muebles plásticos…

“Mejoramos poco a poco nuestras condiciones. Perfeccionamos el perfil de la madera plástica —regresa a pasos rápidos a esas etapas el presidente de la CNA—. Ya en el 2020 diversificamos los modelos de muebles e incursionamos en la elaboración de las jaulas para la pesca de langostas. Es el único sitio del país que las fabrica de plástico, lo que aporta significativamente a la sustitución de importaciones”.

El plástico de desecho llega a la CNA La Esperanza mediante la compra a todas las Empresas de Recuperación de Materias Primas del país, principalmente las de Artemisa, Granma y Villa Clara, así como a particulares que se acercan al colectivo.

“Después de mucho trabajo, hoy podemos asegurar que nuestras producciones son muy confortables y muy resistentes a todas las condiciones del medio ambiente. Un ejemplo concreto es que en los cerca de cuatro años que he estado en este colectivo conozco de productos que se encuentran en el exterior de instalaciones turísticas de sol y playa y permanecen como el primer día”.

El Sistema de Alojamiento, la Gastronomía y el Turismo son los principales sectores a los que comercializa La Esperanza. En polos de grandes atractivos naturales y de ciudad como Holguín, Cayo Santa María, Cayo Coco, Varadero, Ciénaga de Zapata y La Habana se tropieza de frente con este sello fomentense.

La calidad de las producciones de La esperanza han sido reconocidas nacionalmente.

Su identidad se ha dado a conocer en eventos como la XXXVIII Feria Internacional de La Habana, en 2022, el Encuentro Vida Cultural y Desarrollo Local, de 2023, en Sancti Spíritus, y en la Feria de Innovación para el Desarrollo Sostenible, en 2025. Asimismo, ostentan el Reconocimiento a la Innovación para el Desarrollo Local —en la primera edición de su entrega— y la Condición de Vanguardia Nacional, en 2024.

Estos avales pudieran pintar un camino fácil y siempre de la mano de éxitos y alegrías. Pero al indagar entre sus socios se reconoce que construir y mejorar continuamente su propia maquinaria con materiales y piezas recuperadas para lograr un surtido de materiales con calidad exige de muchos sacrificios y de enfrentar más de un tropiezo.

Mas, los desvelos de La Esperanza han valido la pena. Hoy, además de transformar el plástico desechado en bienes de utilidad social y comunitaria, constituye referencia en transferencia tecnológica y de generalización para otros municipios, contribuye al desarrollo de la economía circular y de nuevos productos; a la vez que logra producciones con reconocida durabilidad, calidad y confort. Y, lo mejor, son méritos sostenidos desde la responsabilidad y el compromiso con la sociedad.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *