A pesar de que ni ha completado sus cuartos cotejos, la versión 64 de la Serie Nacional ya se ha “ponchado” varias veces.
Los “strikes” más recientes salieron esta semana de su propio “box” con la postergación del inicio de tres subseries al unísono, ninguna de ellas por las causas más comunes que recoge el reglamento: por lluvia u oscuridad.
El “ponche” más sonado sobrevino en territorio tunero, donde el equipo de esa provincia no pudo jugar ante Ciego de Ávila ni martes, ni miércoles, ni jueves “por problemas con el hospedaje en el hotel Las Tunas”, tal como lo informó la Comisión Nacional del deporte.
Ahora, conocido que el cronograma de la Serie Nacional se realiza con bastante tiempo de antelación e incluye la reservación anticipada según la fecha de cada subserie, entonces valdría apuntar que este “desenchuche”, más que por falta de posibilidad de hospedaje, es por una inadecuada planificación de la sede tunera. De otro modo, no se entiende que se alojen en la instalación los huéspedes de otro evento (Festival Nacional de Telecentros) en las mismas habitaciones donde desde meses atrás se sabía que estarían los peloteros. ¿O es tan pobre la capacidad de la provincia como para evitar tal choque al punto de tener que retrasar por días la subserie en la que está involucrado el mismísimo campeón nacional?
Hasta donde recuerdo, tal suspensión es de las más raras que puedan verse en más de seis décadas de béisbol organizado en Cuba.
El retraso del estadio José Antonio Huelga, donde no se jugó el martes, obedeció a problemas de transportación, según la propia fuente, cuando el enfoque debió ser que los árbitros salieron fuera del horario que les correspondía para llegar a tiempo al inicio del juego. Y ello apunta otra vez a cuestiones organizativas, de coordinación, mucho más cuando se sabe que Isla de la Juventud se las arregló para llegar a tiempo a Sancti Spíritus, aun cuando tuvo que cruzar el mar.
Otros percances han ocurrido. Tras jugar en Isla de la Juventud, Industriales se “retrasó” en su recorrido para llegar a Granma, como si fuera la primera vez que una selección debe hacer las coordinaciones pertinentes cada vez que se juega en tierra pinera. ¿O es que a la hora de organizar el cronograma ya debían preverse los kilómetros a recorrer tras concluir un cotejo, mar de por medio?
Las consecuencias de tales dislates organizativos van más allá de jugar doble al día siguiente o incluso peor, como el caso de Las Tunas, que trastocó totalmente su cronograma y el del contrario, pues, de no adoptarse otras decisiones, ambos elencos, aunque “descansaron” cuatro días seguidos por fuerza de un hospedaje mal concebido, ahora tendrían que enfrentar ocho partidos consecutivos ante los contrarios que les corresponden a partir del martes en las quintas subseries.
Las secuelas van a parar también a los cuerpos y mentes de los protagonistas, sobre todo los jugadores, sometidos a dobles partidos, más allá de lo normal, en jornadas que están siendo brutales por el castigo del sol, el calor, los apagones, todo lo cual incide en la relación rendimiento-descanso y la motivación.
Y está una de las “agresiones” mayores a la lucidez, la seriedad y hasta el prestigio de lo que es el principal espectáculo sociocultural del país, que ya en estos inicios ha tenido bastante con la cantidad de expulsiones por otro mal que mina hace rato nuestro béisbol: los excesos de pelotazos intencionales para resolver impotencias de los lanzadores tras recibir un jonrón, o el caso de violencia más “viralizado” hasta ahora, cuando un lanzador guantanamero le dio un guantazo en la cara a un árbitro tras ser expulsado, justamente, por un deadball injustificado.
Lo lamentable es que si, como en el caso de marras, la sanción a lo que fue un acto de violencia, una agresión personal, sea pelota o no, se reduce a sacar al pelotero-agresor por 20 juegos, cuando las circunstancias aconsejan expulsión definitiva, hoy suspendemos subseries completas por problemas de hospedaje, transportación y mañana no habrá Serie Nacional porque a alguien se le ocurrió empinar papalotes en un estadio… y no pasa nada.
Lo más difícil para Cuba es priorizar, en medio de tantas penurias de todo tipo, uno de los mayores entretenimientos para los cubanos. No puede ser entonces que lo que depende de los hombres se resuma en ponche tras ponche ante la impunidad y el irrespeto.
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