Aquella fría mañana, en la que unos 2 000 delegados representantes de todos los sectores de la sociedad colmaron el teatro Karl Marx, marcaría un antes y un después en la historia de la Revolución.
Cuentan que muchos de ellos vestían de traje y corbata por primera vez y que, por eso, no faltó quien hiciera alguna broma antes de que se levantaran las cortinas y comenzara el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
A 16 años del triunfo sobre la tiranía, y a diez de la conformación del primer Comité Central, la magna cita partidista iniciaba con un extenso informe presentado por Fidel, con un análisis histórico de la Revolución, en el que quedaba claro que aquella generación que finalmente había obrado el sueño de una Patria libre, era heredera y continuadora de un legado de más de un siglo de luchas.
«Cuba fue la última colonia de España en América Latina y hoy es el primer país socialista de este hemisferio», comenzaría diciendo con orgullo el Comandante en Jefe, y luego de un profundo recuento sobre las guerras por la independencia, y el largo camino recorrido, comentaría que «cuando Estados Unidos comprendió que la Revolución no retrocedería ni se plegaría a sus presiones, comenzó la cadena de agresiones económicas, a la vez que reclutaba mercenarios y los entrenaba para actos de sabotaje y acciones militares».
El informe presentado por Fidel se refirió, además, al desarrollo de la Revolución y su obra socioeconómica y político-ideológica, y a los errores cometidos en un contexto marcado por fuertes presiones de todo tipo por parte del vecino del Norte.
«Es preciso señalar que el trabajo económico no ocupó el centro de la atención durante los primeros diez años. En este primer periodo de la Revolución la supervivencia frente a la subversión imperialista, las agresiones militares y el implacable bloqueo económico, ocuparon el esfuerzo principal de la nación.
«Durante años hubimos de mantener más de 300 000 hombres sobre las armas para defender al país».
Aun cuando reconoció que podían haberse alcanzado resultados superiores, si «hubiésemos sido más capaces» y «si nuestros métodos de administración y dirección de la economía hubiesen sido más eficientes», advertía que Cuba avanzó extraordinariamente en muchos campos durante el periodo revolucionario.
«El mérito de este progreso radica en el hecho de que mientras Estados Unidos, país poderoso con grandes recursos militares, económicos y políticos, hacía lo imposible por asfixiar la Revolución y establecer de nuevo su corrompido, expoliador y oprobioso sistema, nuestro pueblo no solo resistió y salió victorioso, sino que llevó a cabo, en estas difíciles condiciones, magníficas realizaciones».
Los debates, resoluciones y discursos en aquellas seis intensas jornadas que estremecieron la Isla hace medio siglo (del 17 al 22 de diciembre de 1975), trazarían el rumbo inmediato.
En ellas se aprobaron las Tesis, los Estatutos y la Plataforma Programática del PCC, así como resoluciones sobre la política de formación, selección, ubicación, promoción y superación de cuadros, y las Directivas para el desarrollo económico y social en el quinquenio 1976-1980.
El Primer Congreso marcó el inicio del proceso de institucionalización del país, que se iría consolidando en los meses siguientes con la nueva división político-administrativa, el surgimiento de los órganos del Poder Popular y la aprobación de la Constitución Socialista de 1976, en sustitución de la de 1940.
También se habló de la ayuda brindada al Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA) en su lucha contra las tropas sudafricanas, y se abordó la política cubana de solidaridad con los gobiernos progresistas.
«¡Estamos cumpliendo un elemental deber internacionalista cuando ayudamos al pueblo de Angola!», dijo Fidel, y advirtió que los cubanos en la nación africana «no buscamos petróleo, ni buscamos cobre, ni buscamos hierro, ni buscamos nada en absoluto. Simplemente aplicamos una política de principios».
El 22 de diciembre, ante una de las mayores concentraciones realizadas hasta ese momento en la Plaza de la Revolución, cientos de miles de cubanos refrendaban los acuerdos de la magna cita partidista.
«Si allí en el Carlos Marx se reunió el Congreso del Partido, aquí en la Plaza de la Revolución se reúne el Congreso del pueblo para expresar su apoyo a los acuerdos del Congreso», expresaría Fidel ante la multitud. Y, consciente de la fuerza descomunal de ese heroico pueblo que hoy sigue resistiendo las embestidas del imperio, afirmaría que «no somos más que humildes herederos de generaciones enteras de cubanos que durante más de cien años han luchado por la justicia, por la libertad y por la dignidad», y que, si hoy seguimos aquí, sin claudicar, ha sido gracias al esfuerzo y la lucha de millones de compatriotas.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus










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