Dice que no puede sin el aula. Que es un placer inmenso, casi como aspirar el aire que le da la vida; que sin ese intercambio de miradas con sus pupilos el mundo pierde razón de ser. Que es como un bálsamo penetrando en su alma, a manera de alivio, a medida que aprenden; que desafiar las complejidades del momento por enseñarles lo nuevo o verlos formarse como personas de bien se convierte en una gran victoria. Que no, que no se irá mientras tenga aliento para seguir haciéndolo.
Jura que levantarse en pleno apagón y adelantar como puede sus quehaceres domésticos para llegar puntual será parte de su rutina mientras el desafío se imponga. Que resulta un orgullo, como lo es enfrentarse a una epidemia sin claudicar mientras tenga salud, lidiar con la escasez creciente o buscar soluciones para hacer más viables los contenidos. Se enfrenta a incomprensiones, pues no todos alcanzan a entender esa especie de sacerdocio, que va muchísimo más allá de cuidar y enseñar a los niños, adolescentes, jóvenes.
El reto es, precisamente, que el curso no se haya detenido en medio de un panorama cercano a lo caótico; en eso difiere de la etapa de pandemia por covid, cuando las escuelas cerraron. Seguir en funciones sorteando situaciones familiares muchas veces adversas para la asistencia, la puntualidad y el rendimiento académico, los virus que enferman hogares y barrios enteros —incluyendo a educadores y educandos—; desafiar la insuficiencia de personal para cubrir la actividad docente, la escasez de medios y recursos.
Está consciente de que no todos agradecerán por igual, mas no trabaja por reconocimientos. Una fuerza mayor le empuja, casi le obliga a seguir y seguir, ahora en el III Perfeccionamiento educacional, que permite mayor autonomía de la escuela en cuestión.
Son 448 instituciones en toda la provincia, y su quehacer se multiplica en 6 749 docentes, que no alcanzan a cubrir mucho más del 66 por ciento de la plantilla total. Por eso otros le acompañan, como parte de las alternativas para que nadie se quede sin un maestro frente a su aula.
Y el cuerpo en ocasiones emite señales de cansancio, y los ojos perciben la fatiga de horas y horas frente a libros, libretas y pantallas, en revisiones, calificaciones o en la búsqueda del mejor recurso. Porque innovar en un país sometido a un cerco económico, comercial y financiero brutal tiene más de arte que de ciencia, pero se niega a no crear.
Y allí está, en medio de un nuevo asombro, entre las miradas escrutadoras y las mentes fértiles de sus alumnos, en negación ante el facilismo y la mediocridad.
Mañana, cuando el hoy sea pasado, cosechará los frutos, y a mitad de la calle, tal vez con un bastón y el pelo más encanecido aún, su orgullo se agigantará al ver al profesor, el doctor, el productor o el simple hombre culto y honesto. Entonces confirmará, como si apenas lo descubriera en ese instante, la certeza que ha tenido desde el día mismo en que lo decidió, todavía muy joven: valió mucho la pena desandar los caminos dulces y tortuosos del magisterio.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus










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