Las delicias de Palmarito

En Tierras de fuego no hay seducción ni engaño: el mensaje social se despliega ante nuestros ojos con ridícula sencillez. Hace poco, mientras conversaba con una amiga periodista, manifesté mi intención de escribir una reseña sobre la telenovela cubana de turno. “Quiero hacer lo mismo —dijo ella—, pero no sé

La producción de ‘Tierras de Fuego’ tuvo la novedad de trabajar por bloques una historia desarrollada en forma lineal, para garantizar la pronta puesta en escena.En Tierras de fuego no hay seducción ni engaño: el mensaje social se despliega ante nuestros ojos con ridícula sencillez.

Hace poco, mientras conversaba con una amiga periodista, manifesté mi intención de escribir una reseña sobre la telenovela cubana de turno. “Quiero hacer lo mismo —dijo ella—, pero no sé por dónde empezar”. Y razón tenía. ¿Cómo acercarse, libre de prejuicios y falsa voluntad, a un producto televisivo que, al parecer, apuesta por el retorno de la novela rosa, ese popular género literario con argumentos inverosímiles y personajes superficiales, que no evita el sainete amoroso y los lances de capa y espada? Solo que, en esta ocasión, los aperos de labranza han sustituido a los floretes, Shakespeare de por medio.

Y es que las similitudes argumentales entre Tierras de fuego y Romeo y Julieta saltan a la vista: ambas se articulan en torno a dos familias enemistadas, nadie sabe muy bien el porqué, cuyos benjamines se aman, pero la relación es imposible gracias al muro de odios, ataduras y rencores, propios y ajenos, que arrastran.

Bien sé que las telenovelas representan ese útil narcótico que solemos consumir al final del día tras los avatares cotidianos, pero una cosa es abandonarse a los vericuetos de una historia inteligente, diseñada para entretener, y otra muy diferente torturarse con un producto audiovisual que ni siquiera se toma el trabajo de disfrazar la moraleja de fondo.

Póngale cabeza para que vea: tras los conflictos que mueven a los personajes de Palmarito subyace un evidente interés por llamar la atención de los espectadores sobre el trabajo agrícola y las ventajas que este representa. Las tramas y subtramas de Tierras de fuego parecen susurrarnos al oído: ¿quiere satisfacer todas sus necesidades económicas, trabajar el surco ataviado con pantalones de marca, vivir en un bohío cuyas paredes están revestidas con azulejos de primera calidad y dormir entre sábanas de lujo? Pues vaya a trabajar al campo: allí encontrará todo lo que necesita. Olvídese de la ciudad; mire lo que le sucedió a la única habitante de Palmarito que quiso abandonar el ambiente rural y se trasladó hacia La Habana. Pobre muchacha, más le hubiera valido quedarse en su pacífico villorrio, lejos de los peligros y malhechores que alberga la capital”.

Y no es que esté en contra del trabajo agrícola y la importancia que reviste para el desarrollo de nuestro país, ni de la sencilla dinámica que suele caracterizar a los pueblos de campo. Todo lo contrario: el hecho de que yo pueda escribir este comentario implica que haya personas trabajando la tierra, sudando las viandas que luego comerán los habitantes de la ciudad.

Lo que sí me molesta es el simplismo con que los guionistas de la casa productora del Instituto Cubano de Radio y Televisión intentan aleccionarnos con una historia romántica lesionada por los clichés, el maniqueísmo y los lugares comunes del culebrón televisivo; historia que, de paso, pretende canalizar las aspiraciones laborales del espectador hacia un objetivo específico.

Alguien definió en cierta ocasión que una buena historia de ficción es una mentira muy bien contada, un hábil ardid que nos permite valorar nuestras circunstancias desde otro punto de vista. Sin embargo, en Tierras de fuego no hay seducción ni engaño: el mensaje social se despliega ante nuestros ojos con ridícula sencillez, burlándose de nuestra capacidad de análisis, subestimando nuestro sentido común. En pocas palabras: han puesto tanto queso en la ratonera, que no dejaron espacio para el ratón.

Maikel José Rodríguez Calviño

Texto de Maikel José Rodríguez Calviño
Máster en Ciencias del Arte. Escritor y crítico de arte.

3 comentarios

  1. Compañero Maikel, pienso que sus puntos de vista no concuerdan para nada con las opiniones recogidas por el programa Cuba Dice, tanto de televidentes como de realizadores de tv, recientemente publicado por la televisión cubana, pienso que todo lo que dice va en contra de los cambios que necesita este medio de comunicación para ser más atractivo para los televidentes. No creo que sea importante si los campesinos trabajan con ropa de marca o no, lo importante es que la gente lo disfrute y eso está sucediendo con esta telenovela, o es que usted prefiere que se repita lo que sucedió con Santa María del Porvenir……. Felicitaciones para los realizadores de Tierras de Fuego que han devuelto la audiencia al espacio de la Telenovela Cubana!!!!!!!

  2. Es verdad todo lo publicado, yo me he dado cuenta de todo lo expuesto aquí solo que no tenía donde y como publicarlo, me parece que esta vez se la comieron. Yo me considero una persona de campo y tengo muchos amigos con buenas posiciones pero como en Palmarito ninguno jajajjajaja. Tal parece que se burlan de nosotros de aquél guajiro que suda y suda para poder darle de comer a otros, bueno amigos si yo tuviera que trabajar en el campo con unas pequeñas hectáreas de tierra me sentiría muy mal por no poder tan siquiera ni tener una meseta tan buena como esa de la novela…..

    Un cordial salu2

    Yuniel

  3. Maikel: estoy completamente de acuerdo contigo,creo que estoy pensando en mudarme y trabajar en el campo jajajaja

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