Un apartado público

Con una ojeada a lo sucedido en el comienzo, Escambray rememora el surgimiento de su sección de correspondencia que al cabo de 35 años continúa viva Las grandes planas del viejo periódico con cuatro hojas que por décadas se llenaron diariamente a golpe de desvelo se abren, felices, a lo

Con una ojeada a lo sucedido en el comienzo, Escambray rememora el surgimiento de su sección de correspondencia que al cabo de 35 años continúa viva

Primera denuncia publicada en esta sección hace exactamente 35 años. (Fotocopia: Reidel Gallo)
Primera denuncia publicada en esta sección hace exactamente 35 años. (Fotocopia: Reidel Gallo)

Las grandes planas del viejo periódico con cuatro hojas que por décadas se llenaron diariamente a golpe de desvelo se abren, felices, a lo ojos curiosos. En la página 3, primero, y en la 2 después, ha palpitado casi de forma permanente una columna desde hace 35 años. La rúbrica de quien la escribe cambia de tanto en tanto, mas no la esencia, ligada a las vivencias y los juicios del pueblo ante cada situación que conforma el acontecer provincial.

Por él y para él nació Cartas de los lectores, espacio que en un comienzo incluyó en su denominación, en lugar del artículo, el pronombre posesivo nuestros, como para que no quedasen dudas acerca del sentido de pertenencia. Un educador ya jubilado que todavía prestigia la profesión en suelo espirituano tuvo que ver con los dos primeros asuntos tratados en esa suerte de apartado público. Al conocer que la prensa plana nacida dos años atrás promovía soluciones, Félix Andrés Valle Ballester, entonces director de la escuela primaria Julio Antonio Mella, escribió la carta que clasificaría como la inaugural de aquel 4 de septiembre.

Sentado en un balance de su hogar en el espirituano Reparto 26 de Julio, Ballester, como se le conoce popularmente, admite que es parte de esta historia, a la que entró —recuerda— por medio de Esperanza Madrigal, entonces y por muchos años más trabajadora del rotativo. No lo hizo impulsado por un problema personal, sino para ayudar a destrabar el entuerto que impedía al centro educativo iniciar el curso académico 1981-1982.

“Ya habíamos planteado la queja ante las autoridades pertinentes, pero nadie resolvía el problema. Se debía retirar el andamiaje de la tarima de los carnavales de aquel año, que estaba en la entrada del colegio, y a ello se sumaba una tupición que significaba un riesgo para la apertura del comedor. Escambray atendió nuestro reclamo y gracias a eso pudimos iniciar las clases sin obstáculos”, narra el educador.

La segunda misiva también le involucraba, al fungir como delegado del Poder Popular en la circunscripción donde se localizaba el asunto expuesto: una zanja al descubierto en las proximidades de la escuela secundaria básica Ernesto Valdés Muñoz, por cuya cuenta desde hacía tiempo estaba bloqueada la entrada para el carro de la basura, y otro foco insalubre cerca de allí en tiempos en que el dengue azotaba por toda la isla.

PRIMEROS PASOS, PRIMEROS RETOS

Después vendrían temas de la índole más variopinta: el lento arreglo de un televisor Caribe por la existencia de un solo técnico en el taller, cuerpos extraños en los refrescos que se fabricaban en la propia ciudad, falta de agua y de corriente eléctrica en el IPUEC Honorato del Castillo, dificultades en una bodega, oscuridad en la Circunvalante y el tramo de la Cuatro Vías frente al hospital en construcción. Las reseñas, ricas en detalles, fuentes consultadas y fotografías, recogían desde las situaciones más insólitas, como un enorme roble varado en el puente Yayabo, hasta las más habituales: la suciedad del río del mismo nombre, la demanda de reparación de un teléfono o la gratitud por la devolución de un monedero, pasando, a modo de primicia en lo relativo a la repercusión, por la ética respuesta de la Empresa Eléctrica Provincial ante el cobro excesivo del servicio a un cliente. Singular resultó en aquellos primeros meses la denuncia acerca del descuido vergonzoso del obelisco a Serafín Sánchez en el Paso de Las Damas, recogido en la edición del 3 de octubre de aquel año.

Ora mesurados, ora reflejo de la indignación provocada por el acontecimiento en sí, los titulares ofrecían un adelanto del contenido. Las misivas y la gestión reporteril fueron dando cuenta también, entre otros asuntos, de irregularidades en servicios claves, baches en los viales, presencia de ratas y cucarachas en algún centro educacional urbano. Con el paso del tiempo la autoría del espacio fue cambiando de nombre. Después de Carlota Guillot, la periodista  Oria de la Cruz asumió el encargo con igual dosis de optimismo. Más tarde lo haría Marcia Silva Llano, quien atendió la correspondencia durante algo más de dos años y luego, al trasladarse a Cienfuegos en 1985, comenzó a estar a cargo del espacio la redactora que suscribe, aunque varios otros colegas han estampado en él su rúbrica por períodos más o menos prolongados.

LA CONFIANZA SIGUE INTACTA

En su morada del reparto 26 de Julio Félix Andrés Valle Ballester, armado con su jocosidad de siempre, intenta hacer justicia: “Muchos de los problemas que aborda Escambray se destraban enseguida, otros no. Yo lo veo como una forma educativa de la que el pueblo se vale para que le hagan caso cuando algunas autoridades se desentienden. Conozco que es uno de los mejores periódicos de Cuba —tengo por vecina a una de sus periodistas— y debo reconocer que ha abordado con amplitud el problema más angustiante para cientos de familias en este barrio de honroso nombre: el abasto de agua. Es cierto que ha habido desde reuniones y gestiones hasta promesas, pero siento que ese reclamo debe ser atendido con la solución verdadera”.

Fotos: pendientes (2016, Ballester, primera carta)

Pie de foto: “Escambray atendió nuestro reclamo y gracias a eso pudimos iniciar las clases sin obstáculos”, rememora Ballester, lector cuya misiva abrió el espacio de la correspondencia.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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