Batas blancas entre montañas espirituanas

El joven médico Osvaldo Zalazar Hernández compartió con Juventud Rebelde la experiencia de vivir y trabajar en la comunidad Cacahual del consejo popular Banao, a 18 kilómetros de la ciudad de Sancti Spíritus   Cuentan que en 1518, cuatro años después de fundarse la Villa de Sancti Spíritus, el obispo Espada

El joven médico Osvaldo Zalazar Hernández compartió con Juventud Rebelde la experiencia de vivir y trabajar en la comunidad Cacahual del consejo popular Banao, a 18 kilómetros de la ciudad de Sancti Spíritus

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El doctor Osvaldo y la enfermera Milda se esmeran en ofrecer una atención médica óptima en el Cacahaul espirituano. (Foto: Ana María Domínguez Cruz)

 

Cuentan que en 1518, cuatro años después de fundarse la Villa de Sancti Spíritus, el obispo Espada y Landa ascendió hasta la cima de una montaña, ofició una misa y desde allí bendijo esa ciudad. Casi cinco siglos después, es la Loma del Obispo, con una cruz de unos 25 pies de altura, lo primero que ve el joven médico Osvaldo Zalazar Hernández cuando sale de su casa, dispuesto a trabajar.

Lo conocí en la comunidad Cacahual del consejo popular Banao, a 18 kilómetros de la ciudad de Sancti Spíritus, donde vive y labora desde hace poco más de un año, en cumplimiento de su servicio social. Allí, en su consultorio, me contó la historia de esa loma y de la peregrinación que con frecuencia realizan los creyentes. Me aseguró que Cacahual, a donde se puede llegar en carro o en la guagua local, es también un pueblo bendito.

«Estar aquí es un premio, no un castigo. Vivir entre las montañas, convivir con sus habitantes, ser la persona que los cuida, los orienta, los alivia o los cura, es una experiencia que agradezco, porque como aspirante a la especialidad de Medicina General Integral (MGI) debo estudiar e investigar mucho para saber un poco de todo y ofrecer una atención médica óptima en este nivel de atención.

«Cacahual es una comunidad muy tranquila y me siento en familia los 24 días que permanezco aquí, y los extraño a todos los seis días que viajo hasta mi casa en la ciudad cabecera. Aún así he aprendido mucho porque cada persona tiene manifestaciones clínicas diferentes de una misma enfermedad y me empeño en ofrecerles siempre un tratamiento a su alcance, para que no tengan que alejarse mucho de la comunidad en su busca».

—¿Qué es lo más difícil para ti?

—Lograr todos los días una atención médica superior, estar siempre cerca de los ancianos que viven lejos, en casitas aisladas en las montañas de Planta Cantú y Cangalito y realizar acciones de promoción de salud sistemáticas porque nuestro sistema se sustenta en la medicina preventiva y es lo que permite, por ejemplo, que las embarazadas de esta comunidad ingresen a las 37 semanas para evitar contratiempos en sus últimos días de gestación,  que los niños sean atendidos con rigor, y que no tenga yo que enfrentar una situación perfectamente evitable solo con los recursos básicos que tengo a mi alcance.

Osvaldo me explica que ante cualquier emergencia, la ambulancia acude desde el policlínico de Banao, ubicado aproximadamente a ocho kilómetros y que cualquier padecimiento que requiera atención en la ciudad de Sancti Spíritus tiene prioridad.

Milda Chinea Abreu es la enfermera que, luego de 29 años de trabajo en este consultorio, conoce la comunidad como la palma de su mano. «Vivo aquí y cualquiera sabe que puede tocar la puerta de mi casa cuando lo necesite, como a veces debo hacerlo yo para que las mujeres acudan a realizarse la prueba citológica, las madres lleven a sus bebés a vacunar o para citar a los adolescentes a las charlas de educación sexual. Cacahual completo es mi casa».

Mientras Osvaldo buscaba el estetoscopio y el esfigmomanómetro para visitar a una paciente recién operada, Milda recordó aquella noche hace años cuando andaba por las lomas a caballo con el médico Mario Crespo, visitando casas. «Mi caballo corrió mucho, me tumbó y caí en un pantano en medio de la lluvia. El médico regresó a buscarme y me trajo cargada hasta el consultorio, sin conocimiento, y me remitió de urgencia. A veces pasan esas cosas cuando uno anda por el monte, pero también hay que atender a los que viven en las montañas».

Los acompañé hasta la casa de Dolores González Sosa, una anciana de 94 años que luego de 50 días de operada, debido a una fractura de cadera, ha evolucionado muy bien. «Dolores es una mujer muy fuerte, y como hago con otros adultos mayores, me gusta mantener una buena comunicación con ella porque a veces el médico en estos campos es también una persona para hablar y escuchar».

¿Cuántas historias no pueden vivir Osvaldo y Milda cada día? Sin embargo, no las cuentan porque no les parecen fuera de lo común. Pero están ahí, ellos y las vivencias cotidianas, en una comunidad que mira a la cruz de la Loma del Obispo y que es, sin dudas, un poblado bendito.

Juventud Rebelde

Texto de Juventud Rebelde

Comentario

  1. Sadys Porcegués

    Felicidades al Dr. Osvaldo, médico dedicado a su trabajo, jóven sensible e inteligente, lo conozco en el plano personal, estudió con mi hijo.

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