Votaré por el reencuentro de una abuela y su nieta

La legislación que será sometida a referendo el próximo domingo en Cuba garantiza todos los derechos para todas las familias

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Ilustración: Martirena

Se la arrancaron del seno familiar, como se arranca una rama fresca de un viejo árbol. Colocaron un muro entre la niña y ella. Le prohibieron, una vez lejos, visitarla o llamarla. Ni enviarle regalos le está permitido. Quieren que sufra, porque, supuestamente, lo merece. 

Es la reacción de papá y mamá ante desavenencias familiares en las que la infante nada tiene que ver: solo es utilizada como instrumento para infligir dolor a la abuela que ama, y que la ama. 

La niña sufre también, aunque alguien pueda o prefiera no saberlo. Creció bajo el ala del horcón de la casa, vistiendo sus trajes, degustando su café y sus meriendas, riendo a carcajadas o llorando; entonces a la abuela se le quebraba el alma, porque jamás ha visto llanto más triste. 

Cifra sus esperanzas en el nuevo Código de las Familias. Si pudiera, votaría una y otra vez el próximo domingo, incitaría a todos a votar Sí, porque sabe que el documento contiene, entre sus muchas cláusulas beneficiosas para los cubanos, una que defiende y protege su derecho a la comunicación con la nieta, que vive en Cuba. 

Mi amigo, que falleció hace unos tres años, escogió a una pareja que compartía su misma orientación sexual. Vivieron juntos durante décadas, pero les fue imposible formalizar matrimonio. La pareja de mi amigo, hombre de bien, pudo permanecer en la vivienda donde fueron felices contra todo prejuicio porque aquel se la dejó en testamento, no tenía hijos y su familia, conocedora de la naturaleza de la relación, lejos de objetar, apoyó. Sé de parejas semejantes que han corrido peor suerte, porque no hay ley que las respalde. 

Días atrás en la red social Facebook, debajo de un post relativo al cambio, dentro del nuevo documento normativo, en la denominación de patria potestad por responsabilidad parental, alguien mencionó el caso de unos padres que emigraron contra la voluntad de un hijo menor, dejándolo, además, sin amparo legal alguno. Como otros muchos, que se quedaron con familiares allegados por mediación —o no, porque también sucede— de un consenso, ese menor podrá contar, si se aprueba en referendo el Código, con custodia legalmente respaldada, por medio de la cual se representen y defiendan sus derechos. 

Los anteriores son apenas tres ejemplos de novedades en torno a los asuntos familiares que contarían con respaldo jurídico bajo la égida del documento que ahora se lleva a votación. Hay muchos más, entre ellos el relativo a la actual irrevocabilidad en actos notariales por parte de personas mayores, que con tal de beneficiar a algún descendiente se han visto privados luego del techo propio y prácticamente en la calle. 

Otra novedad, que repercutirá en un decrecimiento de los embarazos en la adolescencia y, por tanto, en los índices de prematuridad y muerte materna, es el establecimiento de los 18 años como edad límite inicial para el matrimonio, tanto para hembras como para varones.

Todo eso será posible si prevalece el Sí como opción de voto, una alternativa que permitiría también disímiles beneficios hasta aquí no mencionados, como la protección al interés superior del niño o la niña, tantísimas veces vulnerado porque algún progenitor los considera de su propiedad; la procreación por medio del llamado vientre solidario o la determinación, por abuelas o abuelos, de aquel seno familiar donde prefieren residir, sin que se les obligue a otra opción. 

Cualquier manifestación de discriminación o violencia será punible. Las familias que en todos estos años han coexistido en sus más variopintas formas, sean de sangre o no, se reconocerán como tales. Habrá obligación, por parte de los padres que se desentienden de ello, de dar alimento a sus hijos. 

No puedo decidir por los demás, porque en la voluntad ajena nadie manda. Cuando tenga en mis manos el bolígrafo, pensaré ante todo en la abuela amiga, quien merece todo el cariño de esa nieta, como la niña necesita el suyo. Cuentan que aquel abrazo de más de un año atrás, en medio de la escuela, cuando a escondidas fue a verla y a llevarle una golosina, partía corazones.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

Comentario

  1. El vientre de alquiler, aunque se presenta y se vende hiy día como una opción de esperanza para quienes no pueden procrear en su vientre o para que los homosexuales puedan concebir un hijo, en realidad, no es más que la legitimación de la mercantilización del vientre femenino.

    Es algo denigrante, muy similar a la prostitución o todavía peor. Solo hay que estar embarazada para saber que desde que esa semillita se forma en el vientre materno, la empezamos a querer. Cada movimiebnto es un hilo de conexión que se va fortaleciendo entre el feto y su madre. Pero claro, ahora llegan a nuestro terruño esos aires nacidos en el capitalismo más salvaje y como que deseamos ser modernos, los acojemos y nos enorgullecemos de ello llamándonos progresistas.

    Si realmente nos creemos que el no nacido ya tiene derechos, el primero que habría que reconocer y proteger es el de esa relación biológica y troncal entre el concebido y la madre en cuyo vientre vino al mundo. Lo demás es hipócrita y mercantilista. Lo otro el ubicar a la mujer como un mero objeto de usar y tirar. En el mundo, esto es una práctica más hace ya tiempo. Es un negocio al alza e inmoral que saca de nosotros lo peor del ser humano.

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