Tres historias de magisterio, vocación y amor

Ser docente, más que una profesión, es una aptitud. Desde esta perspectiva, tres profesionales de la enseñanza en Sancti Spíritus reincorporadas a la Dirección Provincial de Educación narran parte de ese vínculo indeleble que el noble oficio de educar entretejió con sus vidas

De izquierda a derecha: Mélida, Maira y Blanca. (Foto: José Lázaro Peña/Escambray).

Rememoran sus primeros momentos en la educación como quien ve proyectada en la pared una de esas películas de antaño en blanco y negro y sin sonido, o bien aquellas cintas de tonos apastelados y poco color, pero con la gran dicha de quienes recuerdan los nervios de la primera clase, el primer dictado o la primera escritura con tiza en la pizarra.

Lo dejan muy claro entre sonrisas: “Muchacho, ya no somos las de antes. Como ves, ya nuestra jubilación pasó”; y, luego de presentarse con esa afabilidad que siempre emanan las abuelas, deciden hablar con entusiasmo sobre el valor que tiene en sus vidas el oficio de enseñar.

La primera es Mélida Travieso Martín y llevaría cinco años en casa de no ser por lo que describe como un nudo invisible que la ata a la pedagogía, por mantenerse activa y porque desea contribuir a la economía familiar mientras su salud lo permita.

Mélida comenzó a trabajar en la Primera Infancia en 1978 al egresar de un curso emergente en el que matriculó por la gran necesidad de profesionales de este ramo en el país. “Comencé en el círculo infantil Lindos Capullitos, del cual fui fundadora, estuve como subdirectora durante dos años en Verdes Primaveras y 18 como directora en Mambisitos de Baraguá”, apunta.

Desde 2008 ejerce el cargo de Metodóloga de Otorgamiento y Alimentación en la Dirección Provincial de Educación y confiesa que, si bien este es el cargo de más rango que ocupó en su vida, la sorpresa mayor le llegó antes, por allá por los 90, cuando recibió la noticia de que la esperaban para ocupar un puesto de dirección.

“Nunca esperé el ascenso y, cuando llegó, no pensé merecer un rol que entonces creía demasiado alto. Me entusiasmó que pensaran en mí para bien y confiaran en mis conocimientos y en valores como la dedicación, la comprensión y la paciencia, primordiales para llevar el aprendizaje al menor”, añade.

Maira Valdés Valdivia labora en la misma enseñanza desde 1977 y ha visto pasar por las aulas a casi 50 generaciones de pequeños. En su momento, también fue fundadora de los círculos Lindos Capullitos y de Sueños de Rosa.

“En este último crecí como educadora y pasé por todas las etapas: maestra de preescolar, subdirectora docente e impartí durante un año Nociones Elementales de Matemática antes de ser directora del centro”, manifiesta.

Luego llegarían dos embarazos, el período especial, su ascenso como coordinadora municipal y, tres cursos más tarde, la promoción que la llevaría a ocupar el cargo de Metodóloga Integral de la División de Comunicación en la provincia.

“Desde mi experiencia, al salir del aula nos enfrentamos con diferentes contextos y problemáticas de la sociedad actual, donde se ve reflejado cómo la educación que brindamos a niños y jóvenes puede ser de gran ayuda en sus vidas”, ilustra.

Por ello, expone, la formación en las aulas es una extensión de la educación que se brinda a los hijos en el hogar y también viceversa. “Mi carrera me sirvió mucho para educar a mis pequeños, una de las cuales trabaja en el sector educacional; el otro no prosiguió sus estudios, pero es un hombre honrado que se gana la vida para orgullo de su mamá”, añade.

Cuenta que debía retirarse en 2018, pero que al otro día se levantó, se vistió y fue al trabajo como si nada. “No hubo rupturas, amo mi profesión”. No obstante, alega irremediablemente afligida que teme el momento, ojalá lejano, en que no pueda permanecer activa por la edad.

Blanca Hernández Acosta actualmente desempeña el cargo de pedagoga en Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO) del territorio, pero dedicó toda su vida a la Educación Primaria, desde que llegó a un colegio como profesional de la enseñanza en 1976.

A lo largo de su carrera transitó por varios grados y niveles, fue maestra de Humanidades y Ciencias, aunque se especializó en estas últimas; subdirectora y directora hasta que, en 2004, comenzó a trabajar en el equipo de metodología. En 2016 tuvo la oportunidad de laborar como asesora a la Dirección Provincial de Luanda.

Relata que los adultos de Angola, por las propias exigencias de su modo de vida, se han familiarizado con habilidades de cálculo básicas. Sin embargo, muchos no ocupan mejores puestos de trabajo por no estar capacitados.

En su estancia en ese país, situado en el corazón de África, vio lo que califica de las mayores ganas de aprender: algunas mujeres locales andaban de madrugada por horas para asistir a la escuela y recibían las clases con sus niños pequeños atados a la espalda.

“Las ventajas de una persona alfabetizada en sus primeros años de vida son incalculables. Poder comparar tu realidad —donde todos, sin excepción, desde chicos aprenden a leer y escribir— con la de ellos, en la cual existen altas tasas de analfabetismo, eleva el sentido de pertenencia. Siento que a veces no valoramos lo que tenemos porque se volvió cotidiano”, comenta.

Decía Agustín de Hipona que cuando se quiere conocer a una persona no se le pregunta por lo que hace, sino por lo que ama y estas tres profesoras reincorporadas son el espejo donde se refleja la satisfacción de ver la riqueza humana brotar en el otro, porque esa es la vocación que mueve al maestro.

José Lázaro Peña

Texto de José Lázaro Peña
Licenciado en Periodismo por la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en el 2022. Reportero de Escambray.

2 comentarios

  1. Esperanza Castro Quintero

    Excelentes educadoras, muy consagradas y dedicadas a la formación de nuestros niños y adolescentes, buenas compañeras, humanas y sobre todo las caracterizan la humildad. Mis respecto para las tres compañeras.

  2. Muchas felicidades para estas tres grandes docentes espirituanas.

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