Alguien dijo con toda certeza que Idalsys Naranjo Hernández, la primera espirituana en titularse como doctora en Ciencias de la Enfermería, tenía alma de misionera. Desde que se graduó como licenciada en 1997, unió su destino a la atención de los adultos mayores y a la docencia.
La enfermera, reza un viejo proverbio, siempre tiene un lugar junto al médico y al sacerdote, y no faltan razones porque es este el diario de vida de la seño Idalsys.
LA ENFERMERÍA, ESENCIA DEL CUIDADO
La enfermera es una profesional del cuidado, es la tesis defendida por Idalsys Naranjo en varios escenarios durante casi 30 años de profesión. En ese tiempo no ha faltado su desvelo por los ancianos.
“Tengo azúcar para los viejitos. Cuando me gradué de licenciada en 1997 solicité trabajar como jefa de enfermeras en el Hogar de Ancianos de Taguasco, y allí comenzó el proyecto con la tercera edad. Después vine para Sancti Spíritus. En el Consultorio 57 del Policlínico Centro hice la especialidad de primer grado y una maestría con esa temática. También trabajé como jefa de enfermeras en Salud Provincial y Municipal; y fui a cumplir misión a Ecuador; pero cuando me aprobaron hacer el doctorado volví a la Geriatría en pacientes diabéticos. Luego, cuando fungí como metodóloga de la carrera de Enfermería en Ciencias Médicas, seguí investigando sobre este tema.
“Me ha inspirado la educación de mis abuelos, me crie en una casa rural con ellos y mis padres. Mi papá, que ya no está con nosotros, influyó mucho: era un anciano diabético y yo insistía en que se autocuidara. El adulto mayor es la base de la sociedad, de la familia; le debemos respeto. Cada anciano tiene una historia”.
No por caminos precisamente llanos, Idalsys Naranjo llegó a convertirse en la primera enfermera espirituana en titularse como doctora en Ciencias y lograr la categorización de profesora titular de la Universidad de Ciencias Médicas. Fue un trabajo de cinco largos años con 41 enfermeros y 96 adultos mayores para elaborar aquella “Estrategia de autocuidado en el adulto mayor con úlcera neuropática en la comunidad”. Fueron jornadas difíciles en las que la guajirita de Sancti Spíritus se preguntaba constantemente cómo enfrentar un tribunal científico de La Habana; sin embargo, resuelta y armada de argumentos, hizo posible la utopía.
ECUADOR, EL MILAGRO DE LA LUZ
“Esto es un milagro”, son las palabras que más recuerda Idalsys durante su ejercicio como enfermera esterilizadora en la Clínica Solidaridad Machala Cuba, en Ecuador. Las voces provenían de los propios pacientes quienes, tras la cirugía y la recuperación de la vista, agradecían esa otra vuelta a la vida para ver sus colores.
En 2010, formó parte del programa Misión Milagro en ese país sudamericano y, desde el anonimato, contribuyó al éxito del programa quirúrgico que llegó a realizar más de 36 000 cirugías oftalmológicas a ecuatorianos afectados de catarata y otros padecimientos oculares.
“Mi responsabilidad consistió en garantizar la esterilidad rigurosa de los instrumentos quirúrgicos. Esta labor, aunque muchas veces silenciosa, es crucial para evitar infecciones postoperatorias y asegurar la calidad de cada cirugía”.
En Ecuador, la labor asistencial no se apartó de la docente, mucho menos de la investigadora. “Tuve la oportunidad de presentar experiencias relacionadas con la organización del proceso quirúrgico, la bioseguridad y la atención integral en programas sociales de salud visual. Aporté también a la sistematización de buenas prácticas, las cuales fueron retomadas por otros equipos de trabajo”.
¿Qué fue lo más gratificante de su misión en Ecuador?
“Ver que muchas personas, tras años de discapacidad visual, recuperaron su visión”.
ANGOLA, LA ENFERMERÍA NO TIENE FRONTERAS
Dicho por esta espirituana, el lenguaje del cuidado es universal y una enfermería sensible, ética y comprometida puede trascender cualquier frontera cultural o lingüística. Con esta certeza incorporada a su ejercicio profesional se fue a Angola en el año 2021 y todavía hoy se le ve en comunidades de ese país en labores de prevención de salud, junto a los estudiantes de cuarto y quinto años de la Licenciatura en Enfermería, del Instituto Superior Politécnico de Bié, municipio de Cuito.
“Mi labor académica se complementa con un intenso trabajo comunitario, y con la ayuda de los estudiantes contribuimos a los programas de salud enfocados en la atención integral a la mujer, el niño y el adolescente, así como en el enfrentamiento de enfermedades frecuentes como el parasitismo intestinal, la desnutrición infantil, el alcoholismo y la drogadicción en jóvenes”.
Allí, en los contextos de alta vulnerabilidad, también la doctora en Ciencias ha liderado proyectos comunitarios relacionados con el cuidado de personas con diabetes mellitus tipo 2 y el abordaje de las enfermedades crónicas no transmisibles.
Otras temáticas no menos sugerentes como la aplicación de la inteligencia artificial y la robótica en la práctica de Enfermería, y el uso de redes neuronales para el reconocimiento de imágenes médicas, en particular úlceras neuropáticas, han estado presentes en jornadas científicas del Instituto Superior Politécnico de Bié, el Instituto Superior de Cabinda, y en congresos internacionales de Enfermería en Cuba.

Superar las barreras del idioma en Angola ha sido el más grande desafío y la principal enseñanza; “he comprendido que en la Enfermería la comunicación va más allá de las palabras. La mirada, la actitud, el respeto y la forma en que uno se aproxima a las personas también hablan”.
A su juicio, ¿qué no debe faltar en la pedagogía y en la práctica asistencial de la Enfermería?
“En la Enfermería no debe faltar la vocación, sobre todas las cosas. Los valores, la espiritualidad; la Enfermería, ejercida con ciencia y conciencia, tiene un poder real para transformar vidas y comunidades. Como nos enseñó Florence Nightingale, la Enfermería es más bien vocación religiosa”.
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