Los 101 años de Teresa (+fotos)

Toda su vida la pasó trabajando y no se queja, porque formó una familia decente que la ama y retribuye con atenciones

Teresa trabajó duro toda la vida, pero se siente a gusto porque pudo criar y educar bien a sus hijos de manera decente. (Fotos: Rosa Blanco/Escambray)

Cuando apenas tenía nueve años perdió a su madre y junto a sus 13 hermanos quedó al cuidado del padre y la abuela; entonces la existencia se le volvió más difícil: así lo narra Teresa Mutis Clavelo, quien nació el 25 de junio de 1924, en la finca La Pajilla, en las inmediaciones de Taguasco.

“Desde que abrí los ojos al mundo mi vida ha sido dura y tras la muerte de mamá tuve que trabajar, primero ayudando en las labores de la casa y luego, con apenas 11 años, como criada en casa de la familia Hernández, de Tuinucú, que tenía una buena posición y estaba vinculada a las labores de la caña y al central azucarero.

“Allí transcurrió casi toda mi infancia y juventud, yo realizaba la limpieza y otras tareas, era el brazo derecho de la señora, con ellos viví hasta los 26 años en que conocí a Heriberto Pérez, con quien me escapé y se convirtió en mi esposo y padre de mis hijos, hasta el día de su muerte. Entonces comenzó otra etapa igual de dura, pues me fui a vivir al campo con mis suegros y cuñados, para atender la casa y a cinco hombres que trabajaban en los cañaverales y en el sitio”, confiesa Teresa.

Un siglo se dice fácil, pero es mucho tiempo. ¿Cómo sobreviviste a las etapas duras?

Yo he pasado de todo, lo bueno ha sido muy poco, porque mi vida fue casi siempre trabajar, no creas que porque mi estatura es pequeña y mis manos menudas he dejado de hacer lo que me tocaba y más, pero si de algo estoy segura es de que el trabajo no mata a nadie, por el contrario, nos prepara, fortalece y nos convierte en mejores personas para seguir adelante.

¿Y cuando llegaron los hijos?

Las cosas se me complicaron, pero mi gran pasión era ser madre. De mis tres hijos, dos nacieron en el hospital de Sancti Spíritus, pero a Guille, el varón que me queda vivo, lo tuve en la casa, allá en medio del campo. Recuerdo que mi suegro me dijo ese día que no esperara a ponerme de parto y ante cualquier síntoma arrancara para el pueblo, pero yo amanecí lavando una batea de ropa y cuando terminé, ya no podía más con las molestias en la cintura y los dolores, por suerte había una vecina que entendía de eso y vino a auxiliarme, estuve hasta la noche tratando de parir y con una lamparita me alumbraron para que la partera pudiera terminar de hacerme el parto. El niño pesó casi 9 libras y todo salió bien.

¿Nunca has perdido el sueño?

Siempre digo que para mí es más importante una noche de sueño que cualquier otra cosa, el desvelo acaba con uno, y yo, por suerte, caigo como una piedra. Creo que eso es algo que me ayuda a levantarme al día siguiente con esta memoria tan clara, además de tomarme una aspirinita todos los días.

Eso sí, a las siete de la noche ya comí y espero a que me haga la digestión, no soy ni diabética, ni hipertensa, solo me escasea un poco la vista. Casi hasta el otro día estuve ayudando a mi hija Rita en las labores del hogar, pero ya no me deja hacer nada, dice que para protegerme.

¿Entonces vivió etapas muy duras?

Imagínate, cuánto ha pasado por delante de mis narices. En mi época no se pensaba en estudios, ni en progresos; las mujeres que alcanzaban casarse y formar una familia eran bendecidas. Por eso, muchas como yo se dedicaron por entero a la casa, pero con el triunfo de la Revolución todo cambió, llegaron nuevas oportunidades y las que supieron aprovecharlas salieron de esa humilde situación en la que vivieron por años. Yo, en cambio, nunca trabajé con el Estado, pero aplaudía a las que lo hicieron y se ganaron su sustento.

¿Aprendió mucho del campo?

Yo diría que todo, no solo en la atención a la familia y al hogar, sino en la ayuda que le podía dar a los hombres en distintas tareas. Eso me sirvió bastante en la vida, porque las mujeres del campo siempre hemos sido consideradas muy laboriosas, pienso que esa energía me favoreció, nunca fui de estar sentada o de dormir mediodías, lo mismo hacía una comida o un dulce, que me amarraba a lavar una batea llena de pantalones y camisas, luego se almidonaban las prendas, hasta los manteles y paños de cocina y finalmente la plancha, que se hacía con equipos de carbón o gasolina, porque no había electricidad, pero igual, cosía la ropa, cuidaba el jardín, buscaba los nidos de gallinas en los potreros y eso sin dejar de educar a los hijos.

Eres una fiel seguidora de Fidel, de su legado y pensamiento. ¿Cómo lo recuerdas?

De Fidel me gustaba todo, desde que despuntó como líder seguía sus discursos, sus enseñanzas. Recuerdo que una vez, a sugerencia de él, se organizó una boda colectiva con parejas de Tuinucú que, como la mía, no estaban legalmente casadas. Eso fue un suceso, nos llevaron a Guayos y en el Registro Civil se realizó el proceso, luego hasta una fiesta hicimos.

Ese Fidel fue una gran persona, qué clase de hombre. Yo sentí mucho su muerte, al igual que otros, porque a él no se le escapaba nada y muchas veces levantó a Cuba, eso el pueblo se lo agradecía, porque tenía una manera única de trasmitir confianza y seguridad.

No tuve la suerte de verlo en vivo, pero en la televisión lo seguía siempre, cada noticia, cada discurso lo escuchaba con detenimiento, a Fidel le debemos mucho, por eso yo lo admiro y lo recuerdo. Él nos sacó del charco, como decía un vecino cuando en medio de una etapa de crisis aparecía y nos explicaba todo tan clarito que hasta un niño era capaz de entenderlo. Y te lo digo con propiedad, porque yo sí viví lo crudo del capitalismo, en los campos, sin médicos cerca, sin atenciones, ni escuelas y teniendo como futuro, solamente el trabajo duro.

Algún mensaje a los lectores de Escambray…

Que sean personas de bien y trabajen para salir adelante, el trabajo no mata, por el contrario, nos forma y espero que aprecien lo más valioso de la vida, que es la familia.

¿Y su próximo cumpleaños?

Deseo disfrutar junto a la familia este 25 de junio cuando cumpla mis 101 años. Ya puedo morir tranquila, porque disfruté del nacimiento y la crianza de mis hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, todos convertidos en hombres y mujeres de bien y con muchos valores, gracias a eso sigo siendo amada y bien atendida.  

Rosa Blanco Martínez

Texto de Rosa Blanco Martínez

Comentario

  1. Dios permita que esta hermosa señora pueda cumplir 🙏 muchos años más junto a su familia. Todavía existimos personas que nos quejamos de la vida «sin haber experimentado los verdaderos años difíciles que esta abuelita relata.Mientras estemos junto a nuestros seres más amados nada será imposible ❤️

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