Panadero, te compro el pito

A pesar de las contraindicaciones para la hipertensión y el exceso de peso, Sancti Spíritus es la provincia de mayor consumo per cápita de pan en Cuba, algo que todavía nadie puede explicar muy bien, dada la mala calidad que en la mayoría de las ocasiones exhibe el producto. El

sancti spiritus, venededores de pan, cadena cubana del pan, cuentapropistasA pesar de las contraindicaciones para la hipertensión y el exceso de peso, Sancti Spíritus es la provincia de mayor consumo per cápita de pan en Cuba, algo que todavía nadie puede explicar muy bien, dada la mala calidad que en la mayoría de las ocasiones exhibe el producto.

El pan de los revendedores es más caro, no tiene horario fijo y está bastante maltratado, pero la gente lo compra porque es la única opción que tiene para desayunar temprano, comer en casa o llevarse un trozo al trabajo, eso nadie lo pone en duda.

Lo cuestionable es de qué vías los espirituanos se valen para engullir diariamente cerca de 59 000 unidades de las que producen los 16 establecimientos de la Cadena Cubana del Pan diseminados por todos los municipios, cifra que nada tiene que ver con la cuota normada de la bodega, además de los que se adquieren en la cadena de tiendas en divisas.

Y es que con una o dos panaderías de este tipo en los municipios, seis en la cabecera provincial, y un producto normado casi siempre imposible de comer, no resulta extraño que los espirituanos quedaran a merced de la buena voluntad de los llamados revendedores o, eufemísticamente, cuentapropistas.

A juicio de Gustavo Alcántara Benítez, subdirector de Empleo en la Dirección Provincial de Trabajo, no son ni lo uno ni lo otro; sencillamente, se incluyen entre los 178 mensajeros que hay registrados en la provincia y, de ser así, la lógica indica que la mayoría entre en la categoría de comerciantes ilegales.

De por sí ya es bastante pagar a 5 pesos un pan suave o “desmaya’o”  que solo cuesta 3 pesos, o uno de 8 de corteza dura, a 10 pesos. Sin embargo, para muchos ese es el menor de los problemas; lo peor alega José de Jesús, un yayabero que vive al final de la calle Santana, “es que te despierten un domingo, día de descanso, a las cinco o seis de la mañana a pito limpio y voz en cuello pregonando pan caliente como si trajeran un horno a cuestas”.

Son tan persistentes que no importa que todos los postigos estén cerrados, o que no haya salido el sol; no les interesa si algún trabajador nocturno aprovecha para recuperar horas de sueño, si alguien tuvo la mala suerte de pasar una noche de fiebres catarrales o algún bebé recién nacido duerme; ellos hacen valer lo que les costó el manoseado silbato y, por si fuera poco, repiten hasta el cansancio, en un registro vocal de tenor que envidiaría hasta el mismísimo Pavarotti, el estribillo que todos conocemos: panaderoooo, traigo pan duro y pan suave, panaderoooo.

Por otra parte, los más comedidos tienen la virtud de sacar de paso a quienes sí se levantan temprano a esperar la oferta, y cuando creen que el vendedor está frente a su puerta, ya el hombre le gana por unos cuantos metros montado en su bicicleta a una velocidad imposible de alcanzar.

Todo esto forma parte de un desorden que no tiene freno porque, si bien en los inicios la propia Cadena Cubana del Pan ejercía un control sobre los vendedores asociados a esa entidad y existía un reglamento que entre sus normas decía que la ganancia era solo de 20 centavos por cada unidad, al generalizarse el trabajo por cuenta propia los precios pasaron a oferta y demanda; aunque, según los directivos de  esa entidad, está establecido que en cada unidad primero compra la población.

Tampoco es fácil quedar bien con todo el mundo, pues ya una vez se intentó regular el horario de venta para que no fuera en horas tan tempranas y nada se pudo cambiar porque llovieron las inconformidades por parte de otro grupo de consumidores.

Lo cierto es que la mayoría de los panaderos van por las calles a su antojo sin un mecanismo de control que se asegure si tienen un carné que los acredite como cuentapropistas o sin que nadie les conmine a cambiar precios estandarizados en Cuba entera.

Por ahora muchos se alegrarían de que se pudiera llegar al utópico acuerdo de que los panaderos fueran menos expresivos y vocingleros, para, sin tanto pitazo, los espirituanos, madrugadores o no, puedan aspirar a comprar un pan que, si no está caliente, al menos venga en buen estado y con menos gritería.

Carmen Rodríguez

Texto de Carmen Rodríguez
Reportera de Escambray por más de 30 años. Especializada en temas económicos.

3 comentarios

  1. Ramón Miranda

    Como grita y pitan, me suenan los oidos el pan, el pan

  2. La soga siempre rompe por el lado mas debil..Pienso que la mayoria estara de acuerdo conmigo en que si el pan que hace el estado fuera con calidad y pudiera comprarse caliente o al menos fresco en cualquier esquina los «cuentapropistas » no existieran.mejor aun, si la inciativa privada pudiera fabricar el pan y comercializarlo la competencia haria que su precio y calidad mejorara..Pero es mas facil y no crea conflictos atacar a aquel que madruga y se gana la vida honestamente,mientras otros se roban la harina y la grasa,se enriquecen a costa del pueblo y venden una bazofia que llaman pan

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