Un mar de flores para Cabotín Teatro

El más reciente estreno de las tablas espirituanas aborda conflictos de hondo arraigo en la isla (Gustavo Ramos, crítico de arte) La cuestión es tener talento, encauzarlo, dejarlo fluir por esa vocación que la naturaleza proporciona; después, tantear la consagración y, al final, según hayan empujado los vientos, el sublime

El más reciente estreno de las tablas espirituanas aborda conflictos de hondo arraigo en la isla

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(Gustavo Ramos, crítico de arte)

La cuestión es tener talento, encauzarlo, dejarlo fluir por esa vocación que la naturaleza proporciona; después, tantear la consagración y, al final, según hayan empujado los vientos, el sublime resultado. Bajo esta primicia, que no debe parecer presuntuosa, Laudel de Jesús ha tejido junto a dos de sus actrices el último espectáculo de Cabotín Teatro.

Y entiéndase, he dicho bajo esta primicia, no bajo este “superobjetivo” y lo señalo debido a lo riesgoso que puede ser trabajar enmarcado por determinados lindes. Esta propuesta escénica infanto-juvenil —salida del ingenio del dramaturgo cubano Norge Espinosa y llevada a escena por la agrupación aludida— es un trabajo de alto vuelo donde soluciones, composición, fantasía, histrionismo, técnicas teatrales y divertimiento yacen latiendo durante la puesta en escena.

Pero no solo esas particularidades sustentan la propuesta. El público se siente identificado también con conflictos de nuestra naturaleza: la soledad, el exilio, la añoranza, la necesidad de ser amado…; apremios que nos atañen y que en ocasiones no encontramos dónde aliviarlos, ni con quién, y nos caen encima como golpes de la vida.

Viene entonces esa suprema función del arte como divino resplandor que ampara. Viene entonces este espectáculo que narra el encuentro de dos culturas arrastradas por una inmensidad de agua, dos personajes que a través de un finísimo diálogo van hilvanando su historia colmada de toda la sensibilidad posible, sin excluir miserias humanas que siempre despuntan en contradicciones. Confesarse es para Lila Carola de la Amapola, interpretado por Magdenis López Wichi, y Rosa Rosada del Rosicler, a cargo de Eliany Miranda Rodríguez, una especie de alivio que el espectador puede codificar como arquetipo para su imprescindible bálsamo.

Para ello las actrices se valen, dado que estamos ante un hecho escénico, de elementos que funcionan como minucioso aderezo: luces, canciones en vivo, acciones físicas, vestuarios, escenografía y una original banda sonora compuesta por Reidel Bernal Valdivia van fundiéndose hasta edificar ese andamiaje apócrifo que es el teatro.

Es Un mar de flores lo que se desgrana sobre el público en aras de apaciguar o enfatizar las dichas o desdichas que nos corresponden. Obvio: detrás de ello está ese oficio que se debe tener para al menos evocar la perfección, ese talento e integridad de las actrices (en este caso) para transmitir con impecable factura los rasgos de sus personajes de culturas diferentes y con la pretensión fallida de no dejarse colonizar.

Me refiero a la pulcra manipulación de títeres, a su voz y dicción, al dominio de los niveles de energía, a su concentración, en fin, a esas técnicas que el actor debe dominar con la maestría suficiente si quiere dejar en la palestra un trabajo verdaderamente profesional.

Aun así no creo que este mar sea solamente de flores; tiene, lógicamente, sus espinas. Por ejemplo, hay momentos en los que se descuida la interacción entre los personajes, lo cual trae consigo que el espectáculo sufra trabas y a intervalos pierda el ritmo, atentando así contra el interés del público. Otro detalle negativo de la obra es el intermitente abandono sobre la precisión de acciones físicas, lo que denota que aún no existe, por parte de las actrices, un dominio pleno del espectáculo. Se aprecian también significativas escenas que pueden explotarse más.

Sabido es que estos detalles irán puliéndose en el camino y que la propuesta de Cabotín Teatro apenas se acaba de estrenar; pero yo no puedo juzgar en el presente lo que sucederá en el futuro, por ello y por ética estoy sentenciado a hablar de lo que presencié. Aun así, tengo la certeza de que, si los vientos empujan a favor, esta propuesta puede llegar a ser, con el concurso de los días, las noches y el notorio talento, una obra de arte.

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

Comentario

  1. humberto roman

    Interesante critica la verdad…..

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