Un museo a cielo abierto en las narices de Trinidad (+ fotos)

Guáimaro, Buena Vista y San Isidro de los Destiladeros recuperan  buena parte de su esplendor como parte de un plan integral de reanimación del Valle de los Ingenios Cámara en mano, desde el punto más alto de algunas casas haciendas del Valle de los Ingenios, uno llega a entender los

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El sitio despierta gran interés por parte de los visitantes, pese a que aún no está concluido. (Foto: Carlos Luis Sotolongo Puig/ Escambray)

Guáimaro, Buena Vista y San Isidro de los Destiladeros recuperan  buena parte de su esplendor como parte de un plan integral de reanimación del Valle de los Ingenios

Cámara en mano, desde el punto más alto de algunas casas haciendas del Valle de los Ingenios, uno llega a entender los motivos de los sacarócratas de la Trinidad de las postrimerías del siglo XVIII, cuando presumían de un paisaje bucólico único, casi celestial, desde sus casonas señoriales.

Guáimaro, Buena Vista y San Isidro de los Destiladeros trazaron la hoja de ruta de Escambray en un recorrido de resurrección, donde las ruinas recuperan poco a poco buena parte del esplendor de antaño como parte de un plan integral de reanimación del Valle, iniciativa que, pese a la parsimonia intrínseca a la recuperación de inmuebles de semejante envergadura, progresa a ritmo favorable para transformar el paraje en un museo gigante a cielo abierto.

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San Isidro de los Destiladeros está incluido, además, en las rutas y senderos de la Empresa Comercializadora Aldaba. (Foto: Carlos Luis Sotolongo Puig/ Escambray)

PRIMERA PARADA: SAN ISIDRO

Mientras un grupo de extranjeros escucha la explicación del funcionamiento del sistema del tren jamaiquino y retrata la torre campanario en San Isidro de los Destiladeros, otros turistas fotografían el trasiego de vagones entrando y saliendo de la vivienda, al hombre que, con el sol estampado de la espalda, no deja de cernir arena. Nueve trabajadores de la Empresa de Conservación y Restauración de Monumentos dejan la piel a diario para adelantar cuanto puedan en el segundo lugar de mayor demanda, luego de Manaca Iznaga, con más de 80 visitantes por jornada.

“Se decidió la recuperación integral del sitio por la importancia de este asentamiento agroindustrial, donde se manifiestan las relaciones sociales que allí se establecieron, tanto del habitat esclava, la vida productiva de la zona, como la propia casa hacienda, de valores importantes patrimoniales”, detalle Duznel Zerquera Amador, conservador de la tercera villa.

Tras años de rehabilitación, en 2015 se concluyeron las obras en la torre, el conjunto hidráulico y la parte estructural de la vivienda. Ahora los esfuerzos se concentran en el enlucido, el resano, los pisos, la electricidad, la terminación de la represa, así como la construcción de una base de apoyo para la venta de boletos y una pequeña cafetería para intentar ordenar la avalancha de turismo que ha sobrevenido a San Isidro, según refiere Antonio Salas, jefe de brigada.

También se perfilan los detalles de cara a la interpretación patrimonial tales como señalética, montaje, etc, dadas las potencialidades del paraje desde el punto de vista arqueológico, con el propósito de ofrecer una lectura y comercialización adecuadas. “San Isidro de los Destiladeros tiene mucha demanda hoy día, peligrosamente podría decirse, por intercambiar el paisaje natural del área con los valores patrimoniales e históricos propios del lugar, pero hoy no está totalmente preparado para la explotación turística que está recibiendo. Se trata de un trabajo de mucha dedicación, esperemos que este año pueda salir la casa”, alude Zerquera Amador.

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El mejoramiento de las condiciones permitiría mayor avance en la rehabilitación de Buena Vista. (Foto: Carlos Luis Sotolongo Puig/ Escambray)

SEGUNDA PARADA: BUENA VISTA

Tal vez no conozca que la vivienda de Buena Vista fue construida entre 1830 y 1835; que constituye un exponente calificado de excepción por la doctora Alicia García Santana “por su factura constructiva y estilística, por su vínculo con los jardines, y su ubicación alejada de las instalaciones fabriles y las chozas de los esclavos”. Mas, al joven albañil que trabaja en el techo le basta contemplar las ruinas del aljibe, lo añicos de mármol en el suelo, la vista privilegiada a sus pies para lanzar a los cuatro vientos: “¡Mira que esta gente tenía plata, caballero! Este casón debió ser único en to’esto”. Y lo dice con la propiedad que le otorga haber intervenido en edificaciones similares.

Desde el segundo semestre del 2015, la propiedad tiene a la inmobiliaria del turismo como principal inversionista. La Oficina del Conservador ha ejecutado hasta el momento la consolidación estructural del edificio y las dos construcciones accesorias, ubicadas detrás. “Quedan los pretiles de los muros. Para ello encargamos una serie de ladrillos de distintos tipos, que en unión conforman este sistema tan complicado, único en el valle”, comenta Grisel Sesmonde Cama, subdirectora de producción de la Empresa de Conservación y Restauración de Monumentos.

¿Ha sido difícil conciliar los intereses del Ministerio del Turismo con los de la Oficina?

“No lo creo tanto, han sido respetuosos —aclara el Conservador—. Hasta ahora el trabajo ha sido muy colegiado entre nosotros. Claros, sus intereses son propiamente acciones que sean rentables y generen ingresos. Con esa premisa, hemos entrado en arreglos de preservar la esencia del patrimonio y que también sean lugares sustentables desde el punto de vista económico”.

A pie de obra, sin embargo, Leopoldo Gambino, con más de cuatro décadas en el sector de la construcción, detalla la necesidad de asignar más equipos de trabajo como una soga, otra rondana, un trompo para la realización de la mezcla para impulsar la reanimación. “Hoy todo lo estamos haciendo a mano. De otra manera, pudiera agilizarse en el proceso de impermeabilización, la colocación de rasillas, el repello interior y exterior. Sin contar la recuperación de los detalles. Eso es lo que más tiempo va a llevar”.

Una vez concluida esa etapa se procederá a la terminación, que aún no está contratada, pero ya se articulan estrategias para ello. “Aquí todo marcha bien, periodista. Esta casa habla por sí sola, y va a ser mucho lo que va a generar cuando empiece a explotarse. Lo que hace falta es que también piensen en los cubanos, además de los turistas, para que nosotros podamos disfrutar de esto”, resumía el joven obrero, graduado de la Escuela de Restauración y Oficios de la Oficina del Conservador mientras Escambray partía hacia el último destino del periplo.

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En Guáimaro queda pendiente el completamiento de la nave almacén, que también acogerá un salón de exposiciones. (Foto: Carlos Luis Sotolongo Puig/ Escambray)

TERCERA PARADA: GUÁIMARO

Pareciera que don José Mariano Borrell y Lemus hubiese resucitado de entre los muertos y desandase otra vez los amplísimos salones de su casa hacienda Guáimaro, el ingenio más próspero cuando Trinidad se convirtió en la mina del oro blanco. De todas las intervenciones llevadas a cabo, pudiera decirse que esta lleva la delantera al exhibir hoy siete salas, incluyendo el comedor y la capilla, ambientadas al estilo de la época, a la espera de visitantes.

“Comenzamos a trabajar desde 1999, ha sido un proceso complejo. Hemos tenido paradas que han sido inevitables por temas tecnológicos y de materiales, sobre todo en lo concerniente a la madera para la reparación de las cubiertas, los impermeables…; muchos de estos se han adquirido mediante importaciones”, explica Rosela Ayala Hernádez, directora de Inversión y Desarrollo de la Oficina del Conservador.

A su vez, se recuperó la nave almacén, exponente arquitectónico de apoyo a la actividad fabril, donde hoy existe una pequeña muestra de hallazgos arqueológicos. Aunque todavía faltan por acometer otras intervenciones, este año estará dedicado a adquirir materias primas para asumir en 2017 el montaje de lo que se supone sea un museo interactivo acerca del modo de vida de los hacendados azucareros.

Contradictoriamente, Guáimaro no ha recibido el aluvión extranjero de San Isidro. Lo confirma Carmen Naranjo Maladriga, especialista de promoción cultural allí, al referir que el mayor número de visitantes llega en el verano, como parte de los recorridos de la Empresa Comercializadora Aldaba, y algún guía extraviado de Cubatour. “Casi nadie viene por la lejanía, estamos a 23 kilómetros, pero es una pena. La visita debería incluirse en circuitos de viajes para así contribuir a generar ingresos que pudieran emplearse en beneficio propio o de otras casas haciendas”, añade.

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Resulta necesario fortalecer la mano de obra en la rehabilitación integral del Valle de los Ingenios. (Foto: Carlos Luis Sotolongo Puig/ Escambray)

FALTAN MANOS

Amén de la probada valía de los operarios que día y noche doblan el lomo para trocar ruinas en esplendor, el éxodo de jóvenes egresados de la Escuela de Oficios mantiene en vilo a los especialistas, pues ya empieza a sentirse la ausencia de manos a pie de obra como impulso definitivo a la reanimación del Valle.

“Sería prudente incrementar la fuerza de trabajo joven calificada. Nosotros hemos hecho varias acciones pero hasta ahora no hemos logrado nada concreto. Todos los oficios han disminuido. Los albañiles y los carpinteros son los de mayor merma. La fuerza más estable han sido los pintores, que también hemos tenido bajas, pero no tan alarmante como en los otros casos”, admite Grisel Sesmonde Cama.

Por suerte, nunca falta un muchacho deslumbrado como el albañil de Buena Vista, quien se sabe heredero de un patrimonio que vale la pena rescatar. “Yo no sabré nada de arquitectura y esas cosas, pero al menos me queda la alegría de que esto camina, al pasito de la bibijagua, pero camina”.

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Carlos Luis Sotolongo Puig

Texto de Carlos Luis Sotolongo Puig
Autor del blog Isla nuestra de cada día. Especializado en temas de patrimonio cultural.

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