El punto más antiguo de Cuba

La Parranda Típica de Arroyo Blanco Los Sánchez mantiene viva una autóctona tradición campesina que, según sus propios protagonistas, pudiera peligrar en el futuro

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A los integrantes de la agrupación les preocupa la futura salud de la tradición que defienden.

Cuentan que poco menos de una legua antes de entrar a lo que se conoce hoy como Arroyo Blanco se oía con claridad la algarabía que brotaba del rajado de las guitarras. Durante varios días ese sonido, junto a los del tres y diversos cantos, robaba la atención de vecinos y cuantas personas osaban pasar cerca de la zona. El ritmo contagioso no encontraba fin y cada vez que se repetía el jolgorio se nutría de un mayor número de adeptos. Nació así, sin proponérselo, en aquellas primeras fiestas, una de nuestras más antiguas tradiciones campesinas.

Heredero de la influencia hispánica, el punto oriundo de esa localidad se afianzó y demostró que su mayor riqueza es la originalidad de su métrica y melodías, característica que lo erige como autóctono y único en Cuba y el resto del mundo. Tal distinción afortunadamente, hoy vive al ritmo de la Parranda Típica de Arroyo Blanco Los Sánchez, agrupación portadora de esa rica tradición que tuvo sus orígenes en la década del 70 del siglo XIX.

La que distingue y agranda/ el sonido del violín/ porque de principio a fin/ tiene un ritmo de victoria,/ y está honrando la memoria/ del General Serafín.

De acuerdo con la tradición oral y, por tanto, recogida en algunos documentos, la primera referencia que se conoce de la presentación popular del punto de Arroyo Blanco tuvo lugar en junio de 1879, en la celebración de las nupcias de Serafín Sánchez Valdivia y Josefa María Pina Marín. Esa fecha lo avaló como el más antiguo de la isla. Y es que dos hermanos del Paladín de las Tres Guerras, Elías y Esteban, son reconocidos por la historia como fervientes parranderos y protagonistas por excelencia de aquellas fiestas que en poco tiempo se convirtieron en populares.

Esos escenarios naturales y espontáneos de la comunidad, ubicada al norte del actual municipio de Jatibonico, propiciaron que las canciones y los acordes se expandieran de una generación a otra, por lo que se formó la tradición con un sello particular.

Por ese fenómeno, Enrique Companioni, hijo legítimo de Arroyo Blanco, asegura que puede alzar su voz con orgullo para compartir lo que aprendió de su mamá.

“Me cantaba las décimas desde niño y a ella se las entonaba su papá que vino de España. No estudié música, aprendí de forma autodidacta a tocar la guitarra y otros instrumentos. De los parranderos más viejos conocí los tonos y así, poco a poco, me he formado”, alega uno de los guitarristas y cantor de la actual generación de la parranda.

Como ese jatiboniquense, el resto de los integrantes de la agrupación conocida popularmente como Los Sánchez desconocen la teoría que permite componer las melodías. Repiten con convicción los mismos acordes y textos que la hacen diferente al resto de las de su tipo existente en otras localidades del país y que defienden el punto cubano, patrimonio cultural inmaterial de la nación.

“Todos nuestros instrumentos están afinados de forma diferente. El tres acompañante se toca en la nota re, mientras que el tres primo se logra en do y las guitarras en la. Eso ofrece una mezcla de cuerdas que nos permiten no alejarnos de la métrica”, sentencia el máximo responsable del proyecto musical, Juan Ramón Jiménez Sánchez.  

Precisamente, ese cambio que rompe con el emblemático punto espirituano es reconocido como una de las grandezas de la expresión poética y musical más longeva de Cuba, según deja plasmado María Teresa Linares en su libro El punto cubano.

“Por nuestra experiencia, pensamos que quienes lo crearon de esa forma fue como resultado de un acomodo. El tres se raya casi al aire. No te obliga a tener el dedo fijo. Las parrandas se hacían durante muchos días, sin dejar de tocar. De la manera tradicional es imposible aguantar tantas horas. Ellos tenían menos conocimientos, así que la idea tuvo que surgir espontáneamente”, añade Juan Ramón, mientras toma su guitarra, hace una seña, y los compases cortan el silencio.

Al escuchar a la parranda no se precisa ser un experto o poseer un oído agudísimo para percatarse de que la improvisación no se asoma entre cantores y músicos. Los hermanos Gualberto y Manolo Coca Gómez, únicos fundadores del grupo que se mantienen en activo, conocen cuánto cuesta introducir en plena canturía una estrofa diferente a las aprendidas.

“Es bravo hacerlo porque no tienes tiempo. Por ejemplo, el punto vueltabajero cuando se canta vienen detrás los instrumentos y ahí te llega el rejuego. Pero en la de nosotros entre una cosa y otra es más corto el espacio, así que casi es imposible improvisar”, afirma Gualberto, quien dirige la parranda Amanecer campesino, una de las hijas de la de Los Sánchez.

Y después de recibir/ de la vida desengaños/ al cabo de muchos años/ bajar la frente y morir.

Ambos recuerdan con nostalgia aquellos días en que Carlos Jorge Pelegrín propuso a un grupo de amigos reunirse bajo el nombre de la Parranda Típica de Arroyo Blanco Los Sánchez. Entonces, aún estaban vivos descendientes cercanos del Mayor General espirituano.

Hacían parir las guitarras, tres, y el violín, otro de los toques mágicos que emergían de su peculiar sonoridad. Luego le incorporaron el bongó, el güiro, las claves y la marimba.

“De ahí a esta fecha ha sido mucho lo que hemos toca’o y camina’o. Esto surgió cuando aquí se hacían los San José de verdad. Había una valla para pelear gallos; se hacían carreras de caballo y en cada esquina se paraba una parranda a tocar días enteros. Ya de eso queda poco. Lamentablemente, perdimos el sonido del violín porque quien lo hacía tiene 95 años”, dice con nostalgia Manolo Coca.

Precisamente, en esa época dorada, donde se utilizaba la parranda para cantarles a las muchachas y no ser requerido por sus padres, Andrés Companioni Companioni se enamoró del arte de parrandear y, desde hace tiempo, toma como suyas las expresiones poéticas de antaño.

“Para no perdernos, la mayoría de los cantores usamos la frase Lelelé para comenzar las estrofas. Eso te inspira y te permite coger el oído musical. Te ayuda a que si se te olvida la décima, la retomes en el momento justo. Para cantar aquí, no se precisa de una buena voz, sino de dominar el ritmo que es único. De esa forma, también se nos reconoce a los parranderos”, añade Companioni Companioni.

En guayabera y sombrero/ hicieron esta parranda/ Y en cada presentación/ que a su público se le hace,/ te das cuenta que renace/ de nuevo la tradición.

La Parranda Típica de Arroyo Blanco Los Sánchez ha sido capaz de cultivar su punto sui géneris en otras agrupaciones de la localidad. En el mismo poblado coexisten Los Perejiles y Amanecer campesino, en tanto se conoce que en localidades cercanas otras personas de forma voluntaria han sembrado esa manera de hacer de la música campesina.

“Los Sánchez siempre fueron muy abarcadores en esta zona central. Por ejemplo, en Florencia existen parrandas con nuestra influencia; pero, cuando las escuchas bien, no suenan igual. Dicen que a las fiestas de aquí venían muchos espirituanos, por lo que nosotros también nos nutrimos del punto espirituano, pero se logró hacer algo propio”, opina el director del proyecto actual, el cual representó a Cuba, junto al Grupo Portador Kiribá-Nengón, de Baracoa, en el I Encuentro Continental de la Pluralidad, en México, donde participaron 24 países que llevaron las raíces más antiguas de sus culturas.

Mas, hoy ese arraigo vislumbra fisuras. Tanto a él como al resto del colectivo les preocupa qué sucederá con una tradición que ha sobrevivido durante siglos.

A juicio de Andrés Companioni, pocas veces logran aunar todas las condiciones para ensayar, sobre todo por la falta de estímulo que tienen ante la ausencia de presentaciones.

“Quizá sea porque a los directivos de Cultura no les guste. Cuando nos invitan a alguna actividad muchas veces se suspende porque no hay combustible o la guagua tuvo problemas o, peor aún, no nos invitan. Por ejemplo, antes cuando empezaba el carnaval en Jatibonico ahí estábamos. Ya de rareza nos llevan un día. Hace un tiempito, nos iban a dar un homenaje. Nos reunimos las tres parrandas del pueblo y después de pasarnos toda la tarde esperando, nos enteramos de que no hubo en qué venirnos a buscar. Aquí vamos a las fiestas de las cooperativas o a un campamento cañero. Muchas personas reconocen que les gusta esta música, la disfrutan desde que nacieron”, explica Juan Ramón.

Y, por supuesto, esa falta de atención y apoyo incide en la identificación de las nuevas generaciones con la tradición.

“Hay muchachos jóvenes que practican esta modalidad musical, pero cuando se presentan otros se burlan de ellos porque les dicen que es cosa de viejos y ya no lo hacen más. En estos momentos, no funciona el proyecto infantil Renacer campesino porque su director abandonó el proyecto. Insistimos para que se enamoren de esto pues aspiramos a que se mantenga viva por siempre, pero sin un respaldo de Cultura es casi imposible”, concluye Enrique Companioni.

Sería muy triste, en un futuro, que el punto de Arroyo Blanco quede solo como objeto decorativo en el disco Parrandeando entre las lomas, grabado por Bis Music. No nos pudiéramos perdonar que disonancias de incomprensiones, desconocimientos y mal trabajo quiebren un pasado-presente, verdadera joya de nuestra cultura nacional.

Se presenta la Parranda/ Típica de Arroyo Blanco/ Ay la parranda/ que con su lenguaje franco/ en poder del rescate anda.

Nota: Los fragmentos en cursiva son textos que forman parte del repertorio de la agrupación.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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