La misión de un delegado (+fotos)

Uno de los fundadores del Poder Popular en el municipio de Trinidad comparte sus vivencias como representante de los vecinos de El Algarrobo, una comunidad montañosa que ha confiado siempre en su gestión de gobierno

Carlos Fidel Catalán Jalium es el único delegado fundador en activo hasta hoy en el municipio de Trinidad. (Fotos: Ana Martha Panadés/Escambray).

En Cuatro Caminos —un caserío en lo profundo de Manaca Iznaga— Carlos Fidel Catalán Jalium se hizo delegado. Tenía apenas 17 años y una temprana responsabilidad que heredó de sus padres. Nacían por ese entonces los Órganos Locales del Poder Popular en Cuba y el joven maestro descubrió que su vocación, además de enseñar, sería siempre la de ayudar a otras personas.

“En aquel momento era el delegado más joven del país”, dice con una mezcla de humildad y orgullo, convencido de cuánto se puede transformar una comunidad y mejorar el bienestar colectivo.

Lo supo cuando decidió echar raíces en El Algarrobo, uno de los consejos populares pertenecientes al Plan Turquino de Trinidad y del cual ha sido presidente desde su constitución en el año 1992. “Llegué como maestro para trabajar en la escuela secundaria Enrique Villegas, pero nunca abandoné la responsabilidad de gobierno. Fue una etapa intensa porque nos iniciábamos todos en esa labor; también considero fundamental la guía y el apoyo de los miembros del nombrado en esos primeros años Comité Ejecutivo del Poder Popular”, sostiene.

Con un área de 127 kilómetros cuadrados, cinco circunscripciones, más de 1 780 electores y varios asentamientos, entre ellos, Manuel Ascunce, Limones Cantero, Polo Viejo, CPA Victoria de Girón y Seibabo, este poblado montañoso no creyó en fatalismos geográficos. En la agenda del delegado quedaron plasmadas problemáticas tan diversas como el transporte, la vivienda, el mal estado de los viales, el abasto de agua, las comunicaciones… Cada planteamiento encontró siempre un orden de prioridad.

“Se logró reparar el tramo de la carretera de Seibabo a Güinía de Miranda; se aforó y perforó el pozo que hoy abastece la comunidad con su bomba instalada, al tiempo que se mejoró en más de un 95 por ciento el fondo habitacional. Ante la amenaza de un huracán había que evacuar a casi todos los vecinos; hoy la mayoría permanece en sus inmuebles”, relata satisfecho al tiempo que lamenta otras insatisfacciones no resueltas.

“Hay problemas serios con las comunicaciones, la cobertura es mínima para la telefonía móvil e incluso a veces se pierde totalmente. La señal de la televisión también es pésima y eso limita el uso de este medio en las escuelas. Los viales internos están en muy mal estado y son muchos salideros por los que se despilfarra el agua. La solución no está en nuestras manos y depende de recursos con los que no contamos”, expresa Catalán.

El delegado es el líder, pero no está solo en la comunidad…

“El éxito de nuestro trabajo está en lograr la participación de todos; desde los representantes de las organizaciones de masas hasta los propios vecinos. Hay que caminar, conversar con los electores, escucharlos. En el caso de nuestro consejo, con poblados bien intrincados, hay que montarse en un caballo, un tractor o una carreta, pero no podemos dejar de visitar a las familias y explicarles el curso de cada gestión.

“Nosotros hemos convocado a un trabajo voluntario para remendar los viales y el pueblo ha respondido. Se habla de una donación de sangre y todos apoyan. Fuimos por varios años zona centenaria y tuvimos que ver mucho con eso. Lo que el delegado se proponga con los vecinos lo logra”.

Como presidente del Consejo Popular del Algarrobo se mantuvo activo durante los dos años de enfrentamiento a la covid.

¿Cuál ha sido su mayor acierto?

“Ya te mencioné la capacidad de aglutinar a las personas, de sumarlas; y lo otro es el sentido de la responsabilidad que se asume como representante del pueblo. Antes de dar una respuesta hay que insistir en las posibles soluciones, en lo que se puede resolver y lo que no. A los electores no podemos engañarlos”.

Carlos Catalán comienza una nueva etapa en Trinidad, al lado de sus hijos, pero nunca se apartará definitivamente de El Algarrobo, tierra de gente laboriosa y revolucionaria. “La vida impone otros caminos, pero siento mucha nostalgia”, confiesa este hombre que lleva como segundo nombre el de Fidel y ha hecho —lo afirma con absoluta convicción— todo lo que ha podido para parecerse a él.

Tal vez por ello le cuesta mencionar méritos y reconocimientos como la medalla Hazaña Laboral y el diploma por el XX Aniversario del Poder Popular con la firma del Comandante en Jefe, la réplica del machete de Serafín Sánchez Valdivia y la Llave de la Ciudad concedida por la Asamblea Municipal. También ha compartido con personalidades en momentos solemnes durante los festejos por la fundación de Trinidad.

Pero lo que más reconforta a Carlos Catalán es la nominación de dos muchachas como candidatas a delegadas en El Algarrobo. “Voy a ayudarlas incondicionalmente. No por gusto la dirección del país insiste en la continuidad. No es una simple consigna. Yo comencé sin experiencia; nadie la tenía, pero ahora somos muchas las personas con conocimientos dispuestos a ayudar. A los jóvenes les digo que no sientan miedo; es una tarea difícil, pero con muchas satisfacciones.

¿Su responsabilidad como delegado lo ha convertido en un mejor ser humano?

“Sí. Como parte de nuestro trabajo tenemos que sensibilizarnos con muchos problemas. Lo comprobamos en los dos años de pandemia. Hay familias con situaciones muy complejas que te agradecen desde lo más profundo. A otras debes darles un tratamiento diferente, pero tienes que ser bueno para todas. Me gusta conocer a las personas, que confíen en nuestra gestión y poderlas ayudar; esa es la misión de un delegado”.

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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