Horno del arte espirituano (+fotos)

Más de 130 educandos integran la matrícula del único centro espirituano perteneciente al sistema de Enseñanza Artística del país, institución con raíces en esta tierra desde hace 55 años. A pesar de las dificultades con el claustro y los instrumentos, la Escuela Elemental de Arte del territorio, que lleva el nombre de uno de los más grandes músicos cubanos, hace honor a su tradición

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El centro tiene una matrícula de más de 130 educandos. (Fotos: Vicente Brito/Escambray)

En un pequeño recodo, donde el resto de los sonidos no parecen invadir el espacio, Mélani Isabel Puyol Felipe le da vida al clarinete. Una y otra vez vuelve sobre la última lección. Aun todas las notas no se hacen una.

“Cuando vine a la Escuela de arte Ernesto Lecuona Casado quería estudiar guitarra, pero mis uñas por comérmelas eran muy cortas y, entonces, me entraron por clarinete y me gusta mucho”, reconoce la alumna de tercer año de ese instrumento.

Ella forma parte de la matrícula de más de 130 educandos del único centro espirituano perteneciente al sistema de enseñanza artística del país, institución con raíces en esta tierra desde hace 55 años.

Muchas de las propuestas culturales de Sancti Spíritus han sido testigo de la música y danza de los estudiantes de la Lecuona.

ARMONÍA DE UNA HISTORIA

Sin embargo, la enseñanza de la música en Sancti Spíritus tiene sus orígenes en la aparición de centros proyectados como sucursales de los conservatorios habaneros en los primeros años del siglo XX. Lo refiere así en el estudio Semblanza de la Escuela profesional de música Ernesto Lecuona, la investigadora y profesora Dianelys Hernández Oliva. Identifica la existencia aquí de la Academia de Música Ignacio Cervantes (1908), del maestro Cándido Herrero incorporada al Instituto Musical de La Habana, la Academia Orbón (1935), de Ernestina Trelles bajo la tutela del Conservatorio Orbón de La Habana y el Instituto de Música Sancti Spíritus (1908), de Gustavo Quirós, sucursal del Conservatorio Nacional de La Habana.

Dichas instituciones forjaron la tradición pedagógica musical adecuada, tras el Triunfo de la Revolución, a las nuevas proyecciones culturales del país. Como parte de ese proceso, se creó el 27 de abril de 1968 el Centro Vocacional de Música Miguelito Companioni. Se inauguró bajo la dirección de Juan Enrique Rodríguez Valle y solo con la especialidad de piano.

En el curso 1969-1970, a propuesta de la Dirección Nacional de Escuelas de Arte, tomó el nombre de Escuela Elemental de Música Ernesto Lecuona.

Tras plantar carpa en varios locales, desde el año 1989 ocupa su actual sede en Raimundo de Pisa No 210, donde en el umbral de la década de 1990 adquiere carácter provincial al incluir el internado.

Con la llegada a Sancti Spíritus de los primeros egresados de la Escuela Nacional de Arte, (ENA), además de piano se comenzaron a impartir las líneas de guitarra, percusión, contrabajo, trompeta y violín. Posteriormente, se abrió la enseñanza de otros instrumentos, incluso se incorporó al plan de estudio la especialidad de teóricas.

El siglo XXI se reconoce como un florecimiento en la enseñanza artística espirituana. Se incorporaron al currículo de la escuela nuevas líneas, lo que permitió la creación de formatos de cámara, tanto de instrumentos de viento como de cuerdas. A juicio de Dianelys Hernández, otro de los aspectos más representativos de ese periodo fue la apertura de los perfiles de teóricas.

El prestigio de su claustro y calidad de su formación permitió catalogar al centro como profesional.

La escuela no ha podido mantener todos sus perfiles por tener deprimido su claustro.

RITMO

Cuando en el 2015, se conoció que finalmente en Sancti Spíritus se abrirían las puertas a la enseñanza de la danza no pocas personas dejaron escapar un suspiro. Poco fértil aquí esa modalidad, con antecedentes en la Academia privada de Enseñanza de Bailes y, luego la Academia de Ballet Catalina Lara, ambas de la espirituana que rompió con más de un estereotipo social por ser negra y pobre, ha logrado en poco tiempo dar de qué hablar.

“Fue muy significativo porque no contamos con un grupo referente en esa manifestación. Son el futuro de las compañías que tanto anhelamos. La Lecuona ha sido escuela también para nuestro claustro porque nos obliga diariamente a superarnos. Y a pesar de la poca experiencia hemos obtenido premios en concursos regionales y hoy celebramos el primer lugar en Contemporánea de nuestro ex alumno Ernesto Brellant en el XXVIII Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet”, dice Elena Ramos Nario, al frente del Departamento de danza.

Sin embargo, desde hace cuatro años porque los dos tabloncillos no cumplen con los requerimientos técnicos para la formación de los futuros bailarines se decidió no recibir a nuevos estudiantes.

“Hemos discutido el tema a todos los niveles porque ya solo nos quedan seis alumnos. De cerrar la especialidad habremos perdido los pocos pasos dados. Nos dicen que se ha incluido en el plan de inversiones, pero aun no se ha realizado una acción concreta en ese sentido. Con sistematicidad, los familiares de pequeños interesados en la formación nos preguntan cuándo haremos captaciones, pero realmente eso no tiene fecha”.

Cuando la construcción del tabloncillo se materialice deberá tener en cuenta su ubicación porque, no pocas veces la confluencia de una clase de coro o algún instrumento con el baile de la chancleta, ha impedido la culminación de una de las dos.

Si asumir la especialidad de danza significó un reto para la Escuela de arte Ernesto Lecuona, este curso aceptó otro: la formación de la carrera profesor-instructor de arte.

“Cursan teatro, danza y música. Todo el claustro es por la modalidad de contrato, por lo que el proceso organizativo nos llevó tiempo. Afortunadamente, nos auxiliamos de algunas sedes de las artes escénicas y aunque son en edad mayores que el resto de la matrícula se han imbricado muy bien a las exigencias y condiciones del centro”, añade Leyisky Sosa León, directora del plantel.

La falta de instrumentos es una de las dificultades que enfrenta la institución.

MELODÍAS

Elianne Ferrer Orsini, actual jefa de departamento de música creció en la Lecuona. Hoy es una de las profesoras con mayor permanencia en sus locales.

“Desde hace 33 años estoy aquí –se presenta–. Lamentablemente, no hemos podido mantener todos los perfiles porque nuestro claustro está muy deprimido, principalmente por el éxodo de nuestros profesionales. Tanto así, que no pudimos realizar captaciones para las carreras largas porque en las mismas priman profesores que cumplen el servicio social”.

Una de esas jovencitas, también ex alumna del plantel es Angeli Maró Díaz, la única que imparte piano a las dos niñas que lo cursan.

“No quería regresar a Sancti Spíritus al terminar mis estudios en Santa Clara porque aquí los músicos no tenemos tantas oportunidades y si bien he aprendido dando clases, no me formé para eso. Quiero explorar otros horizontes. Además, creo que los recién egresados no tenemos toda la preparación para cargar con la responsabilidad de formar. Deberíamos apoyar a quienes sí la tienen”.

Además, de la inestabilidad del claustro más joven, de acuerdo con Ferrer Orsini, otras desafinaciones afectan la calidad del proceso docente.

“Muchas de las bajas son por el Programa de desarrollo. El arte no se impone y, tampoco se permite que ya estando aquí el alumno cambie de perfil. No podemos seguir captando para instrumentos que «necesita» un territorio. En La Habana no se hace.

“Igual, sucede que nuestros exámenes miden musicalidad y ya no se pide a la escuela de origen un aval para conocer la capacidad intelectual del estudiante. Pasa, a menudo que, aunque cumplen con los requisitos musicales deben abandonar el centro por no rendir académicamente”.

Disonancias a las que se suma la no existencia en el almacén de nuevos instrumentos y accesorios, todos con precios significativos en el mercado internacional y reforzado por el bloqueo norteamericano impuesto a Cuba.

“El Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEArt) nos comunicó que no debemos recibir en el presente y futuro cercano. Debe llegar un mínimo de accesorios para de alguna manera remediar alguna situación emergente con el pase de nivel. Por tanto, las próximas captaciones se harán contra nuestro fondo de instrumentos”, explica Sosa León.

Aunque el plantel mantiene vínculos laborales con un luthier residente en Villa Clara, quien regresa a la vida a los longevos instrumentos, no pocas familias han debido desembolsar cuantiosas sumas de dinero para no frenar el proceso de aprendizaje de sus pupilos.

“Los accesorios de viento y cuerdas casi no se consiguen. Por ejemplo, las cañas de oboe se hacen a mano y son muy caras”, acota Elianne, quien sufre por la desafinación que presentan los pianos de la institución.

Obstáculos aparte, la Lecuona ha sabido ganarse un espacio importante en la comunidad. Muchas de las propuestas culturales de Sancti Spíritus han sido testigo de la música y danza de sus estudiantes, así como ha acogido a referentes de la cultura del patio y nacional, quienes apuestan por el diálogo con el presente y futuro artístico.

A lo largo de estos 55 primeros años de vida, la escuela espirituana se ha parecido a sus diferentes contextos. Mas, en todos confluye que sus protagonistas: maestros y estudiantes se han robado las ovaciones de la sociedad por fraguarse allí el arte espirituano.

–¿Cuál es el mayor reto de la institución en este aniversario?

“Sensibilizar a nuestro claustro para que aprovechen las oportunidades de superación. Por ejemplo, ahora promovemos el proceso de categorización. Solo una lo hará. Igual, nos sucede con los profesores de la formación integral. Aunque son profesionales con saberes resulta vital la constante preparación”, concluyó la máxima líder de la escuela.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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